Epílogo: The Cranberries - Dreams

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Oh, my life is changing everyday
In every possible way
And oh, my dreams
It's never quite as it seems
'Cause you're a dream to me
Dream to me

Cuatro años después.

Annie Lancaster de ahora catorce años se estaba arreglando en su cuarto, ya había crecido y cada día se parecía más a su madre Astrid a excepción de su cabello azabache, pero sus ojos grises eran igual de hermosos que los de su mamá, con un cuerpo esbelto y bien cuidado.

Sin embargo, su estilo era muy diferente, con una blusa blanca y un como listón en su cuello en forma de corbatín, una falda plisada negra y zapatos flats del mismo color al igual que sus pantimedias, le gustaba mucho usar ese tipo de ropa o andar bien vestida, estaba loca por la moda.

A diferencia de sus dos madres ella había optado por un estilo más normal ante la sociedad y lo respetaban mucho ambas, con que su hija estuviera feliz ellas igual lo estaban.

Hoy pensaba ir a una fiesta o mejor dicho iría a una fiesta con Nick, su novio desde hace dos años, habían empezado a salir desde los doce y se llevaban muy bien, ahora en la secundaria él era el corredor del equipo de Basket bol del colegio y un chico muy popular al ser hijo de Chris, el vocalista de Sk8 & Dreams.

El romance entre los dos se dio gracias al tiempo que pasaban juntos, siendo que como Becca siempre estaba con Astrid por el trabajo, entonces se veían muy a menudo y en la navidad de sus doce años se besaron bajo el muérdago y comenzaron a salir.

Esto al inicio había alejado mucho a Kiba, su mejor amigo, de ella, no entendía el por qué, hasta el año de estar con Nick que supo que los dos ya no se hablaban cómo antes, parecía que al nipón no le había caído muy bien lo de que ellos dos estuvieran saliendo.

Y eso lastimaba un poco a la hija de las Lancasters, porque no quería pelear con Kiba, él era muy especial para ella, pero tampoco iba a dejar a Nick que lo quería mucho sólo por un berrinche de su mejor amigo.

Pero jamás vio más allá de eso.

No entendía los sentimientos que tenía Kiba por ella y eso los estaba separando.

Sacaba eso de su mente y tomaba su bolsa para salir de su cuarto y bajaba las escaleras de la gran casa de sus madres.

Al llegar al piso inferior veía a su mamá Fernanda, ya de treinta y cinco años, estaba con su piyama y su laptop mientras que escuchaba a su madre biológica, Astrid en la cocina, parecía que estaba cocinándole algo de cenar a la azabache.

Fer alzaba la vista y sonreía al ver a su hija.

—Te ves muy bien Annie.

—¡Gracias mami! Me lo acabo de comprar la semana pasada para esta fiesta —le sonreía la chiquilla.

Entonces entraba Astrid con su bata de dormir, de treinta y ocho años, con una charola con un vaso de jugo de naranja y dos sándwiches hechos en una sandwichera y en la misma charola un plato de cereal que sabía Annie era para la gótica.

—¿Ya traes tus tarjetas y efectivo? —preguntaba Astrid a su hija mientras dejaba la charola en la mesa.

—Sólo las tarjetas, no creo necesitar efectivo —decía Annie.

Fernanda negaba con su cabeza mientras que sacaba su cartera y de la misma tomaba cinco billetes de cien dólares y dos de veinte.

—Nunca andes sin efectivo —le comentaba estirando su mano a lo cual la chica iba a tomarlos, pero se los movía Fernanda y la veía.

—No quiero que vuelvas hacer la estupidez de hace cuatro meses que apagaste tu celular, sabes que te iré a buscar con tus tíos de Beyond the Light a la fiesta y te traere de regreso y volverás a estar castigada —le daba de nuevo el dinero.

La Melodía del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora