CAPÍTULO 23 SOY UN HOMBRE CON DESEOS PELIGROSOS

50 5 0
                                    

Los estragos del desprecio e indiferencia de Itzam hacia Milenka comenzaban a notarse en ella. Estaba más delgada y algo ojerosa, se pasaba mucho tiempo encerrada en su cuarto, a veces dormida y a veces llorando. También comenzó a evitar a Itzam; le dolía ver cómo, por más que lo intentaba, él no le dedicaba ni siquiera una mirada, mucho menos un saludo o una sonrisa. Torturaba su mente preguntándose una y otra vez qué error había cometido ella para que él la tratara de aquella manera.

— Santurrona, pareces un zombi, ¿qué te pasa? — preguntó Doecchi, su compañero de asiento, durante la clase.

— No he dormido bien — había dicho tantas veces esa frase que ya le salía automática.

Doecchi la miró con sospecha. — Eso llevas diciendo semanas a las tontas de tus amigas; pero a mí no me engañas, ¿qué te pasa? — la insistencia del joven comenzaba a molestarle.

— Nada que te importe, ¿mejor? — exclamó irritada.

— Adivinaré, problemas con Balcab — exclamó socarrón. La tomó con la guardia baja, así que Milen no pudo disimular su incomodidad cuando mencionó a Itzam. — Lo sabía, ese tipo haría lo mismo contigo — agregó en tono burlón.

La creencia de que Milenka e Itzam sostenían una relación amorosa también se esparció por el colegio. Sorpresivamente, no fue ella la que hizo correr la noticia; la simple presencia del joven para dejarla y recogerla bastó para que sus compañeros sacaran sus propias conclusiones.

— No estoy de humor, Samuel — Milenka se puso de pie y comenzó a tomar sus cosas del pupitre, afortunadamente solo unos minutos antes de que sonara la campana que anunciaba el término de clases.

— Santurrona, espera — el joven Doecchi la alcanzó en el pasillo. — Solo quiero ayudarte — le aseguró.

— ¿Quién dijo que necesito ayuda? — replicó ella apresurando el paso.

— Es evidente que la necesitas, todas las que se relacionan con ese imbécil, terminan así. Sería bueno que alguien le diera una cucharada de su propia medicina. — La idea de hacer pagar a Itzam por la forma en la que la trataba sonó atractiva para la joven. — Si te ve así, — la señaló con la mano de arriba abajo — lloriqueando por él todo el tiempo, jamás vas a obtener lo que quieres.

— Tienes cinco minutos — dijo Milenka deteniéndose a las afueras del colegio. Doecchi sonrió complacido por tener su atención.

— Seré directo. Déjalo y sal conmigo — declaró sin titubear.

— ¿Has perdido la cabeza?, ¿ese es tu gran plan? — contestó Milenka, desechando la propuesta de inmediato.

— Balcab es como un niño, ignora sus juguetes hasta que ve que otros disfrutan de ellos.

— ¿Soy un juguete? — señaló indignada Milenka.

— Es un decir — aclaró Doecchi. — Sabes a lo que me refiero. ¿Piensas arrastrarte toda la vida por él?

— Yo no me estoy arrastrando — alegó ella.

— No conoces el mundo, santurrona — cerró el espacio entre los dos. — Déjame mostrártelo — le susurró al oído, alterando sus sentidos.

«Tal vez no sea tan malo. Itzam me ignora, a este paso me secaré de tanto llorar en mi habitación».

El claxon del vehículo de Itzam sonó con fuerza, sacándola de su entumecimiento.

— Tengo que irme — murmuró ella sin romper la cercanía con Samuel.

— No tienes que hacerlo — replicó el joven con voz seductora.

OSCURA INOCENCIA (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora