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【𝑬𝒍 𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐】

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【𝑬𝒍 𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐】

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Londres, Inglaterra - Noviembre de 1886

—Voy a desaparecer —anunció Arthur, con su peculiar forma agria de decir algunas cosas.

Levanté la vista de mi cuadernillo y le miré.

Él se había deslizado por su silla para recargarse de una manera despreocupada en el respaldo, mientras hacía un piqueteo con sus dedos en el reposabrazos. Llevaba una de esas ajustadas gabardinas con cola larga que tanto le gustaba usar. Su cabello ondulado caía sobre su frente mientras sus castaños ojos se pintaban de un tono ámbar ante la luz del fuego junto a él.

Arthur me miró de soslayo y al notar mi expresión de extrañeza observó el techo, esbozando una leve sonrisa escondida en la comisura de sus labios.

—¿Qué es lo que le sorprende, Joanne? —preguntó sin mirarme.

—De todas las cosas que le he escuchado decir, esa es la que menos comprendo en los últimos diez minutos —hablé con cautelosa sinceridad.

Trabajar para Arthur Havisham era una constante dosis de sorpresas, malos chistes y hasta dolores de cabeza. Él era un hombre de veintinueve años, pero algunas veces se comportaba como uno de siete.

Eso que me estaba diciendo, supuse que sería una de esas ideas que se sacaba de la manga y olvidaba a los cinco minutos después.

No podía estar más equivocada.

—Voy a desaparecer, Joanne —repitió con obviedad. Una obviedad que yo no comprendía—. El funeral de mi tío me hizo pensar muchas cosas.

—Con todo respeto, usted siempre piensa muchas cosas y no son precisamente las más adecuadas —cerré el cuaderno en mis manos y me crucé de piernas de una manera lenta.

—Esto es muy diferente. Esta vez lo he analizado por algún tiempo —se enderezó en su asiento y se tocó la sien con el dedo para hacer énfasis.

Yo no creía que lo hubiera pensado por mucho tiempo puesto que el funeral de su tío había sido un día anterior.

—Escuche... —llamó mi atención, agitando su mano frente a mí— mi primo hablo sobre contratar a un investigador privado llamado Jack Wood luego de la repentina muerte del tío Connor.

—Eso no suena mal. Fueron un poco extrañas las circunstancias en las que falleció el señor Havisham.

—Sí, pero ese no es el punto —se puso de pie frente a mí y comenzó a caminar de un lado a otro, desde la puerta hasta la chimenea que ambientaba el salón. Lo hacía con cautela, ya que llevaba días resistiéndose a usar el bastón. Él estaba consciente de que el problema en su pie derecho no tenía compostura, pero muy en el fondo creía que sí, así que, con ayuda de sus ajustadas botas altas caminaba intentando dar pasos seguros en su avance—. El punto es, que dijeron que el tal Jack Wood es el mejor investigador de todo Londres, es más, tuvieron la osadía de decir que es el mejor de toda Inglaterra —levantó las cejas con orgullo y yo asentí, esperando que explicara mejor todo el asunto—. Así que me pareció una maravillosa idea fingir mi propia desaparición por un tiempo para probar las habilidades de Jack Wood —me sonrió en grande y se colocó las manos en la cintura—. ¿Qué le parece?

𝓠𝓾𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪 𝓙𝓸𝓪𝓷𝓷𝓮 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora