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【𝑬𝒍 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒓𝒐𝒎𝒊𝒔𝒐】

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【𝑬𝒍 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒓𝒐𝒎𝒊𝒔𝒐】

🔸⚜️🔸

Meses antes.

Los días cálidos finalmente habían llegado tras un invierno duro. Los jardines se teñían de colores vivos con una predominancia del verde. Las mariposas revoloteaban sobre las flores y el sol iluminaba los rincones que el invierno había ensombrecido.

La mesa estaba servida para el desayuno a mitad del jardín trasero y ahí sentados nos encontrábamos el señor Connor Havisham, Arthur y yo.

El señor Connor sostenía su monóculo con una mano y en la otra tenía el periódico como lo hacía cada mañana. Yo comía la porción de fruta que había pedido para desayunar y Arthur leía sus reportes diarios que le habían traído de la pescadería.

—Los nuevos socios de Irlanda han sido unos de los mejores que hemos tenido —comentó, sin despegar la vista de los papeles.

—Nunca he dudado de tus capacidades de decisión —murmuró el señor Connor, aun con el periódico frente a sus ojos.

—Mañana les enviaré una embarcación nueva, espero obtener los mismos resultados —hizo los reportes a un lado y comenzó a beber el té que le acaban de servir.

Yo terminaba de comer en silencio y sin intervenir en sus asuntos de negocios. Nunca me gustaba hacerlo.

A la distancia, el lacayo de Arthur le preparaba todo para su sesión matutina de golf. Una vez terminado el desayuno, el señor Connor y yo nos quedamos sentados haciendo sobremesa y observando el extenso jardín en el que Arthur comenzó a practicar.

El golf era de las pocas actividades que podía realizar y lo jugaba casi diario. El problema de su pie le impedía hacer muchas cosas y era algo bastante frustrante para él, así que un deporte en donde no tuviese que moverse de un lado a otro, era perfecto para él.

Al observarlo un rato, el señor Connor y yo estábamos pensando en lo mismo. Lo supe en cuanto comenzó a hablar.

—Me alegra que sea usted quien ayude a Arthur con todas sus tareas. Él la estima demasiado—quitó la vista de su sobrino y me miró a mí—, al igual que yo la estimo a usted, madame.

—Es completamente correspondido, señor Havisham —le sonreí sutilmente—, aunque algunas ocasiones me cuestiono mi lugar aquí. El señor Arthur tiene un lacayo a su disposición, tener una asistente personal me parece algo que está de más.

—No subestime su valor aquí, señorita Walker —se frotó la barba lentamente, haciendo un momento de silencio—. Lo que usted le aporta a Arthur es más valioso de lo que nuestra familia le pudiera pagar monetariamente, usted le aporta compañía. Eso es justamente lo que mi sobrino necesita.

—Disculpe mi intromisión, pero si lo que necesita el señor Arthur es compañía ¿No sería más fácil buscarle una esposa? —volví mi vista hacia él, quién aún practicaba sus tiros de golf.

—Ya lo intentamos. No funcionó —soltó de manera tajante.

Yo lo miré, incrédula y ambos formamos un largo silencio que guardaba muchas palabras.

No me pareció pertinente seguir opinando sobre asuntos que no me correspondían, pero el señor Havisham siguió hablando después de un rato.

—Creí que una esposa le solucionaría la vida —dio un largo suspiro—. Lo presioné para que contrajera matrimonio y finalmente se comprometió con una mujer que parecía el mejor partido para él. Parecía educada, venía de una muy buena familia y estaba en edad fértil —le dio un trago al té frio que aún quedaba en su taza—. Pero todo cambió unos días antes de la boda, cuando Arthur fue a verla de sorpresa, le llevaba una linda flor y un panqueque de manzana a sus padres. Antes de entrar a la casa, la escuchó charlando con la madre de ella sobre lo mucho que le ocasionaba repulsión tener que casarse con un cojo como Arthur...

A modo de ímpetu me llevé las dos manos a los labios y no pude pronunciar ninguna palabra.

Estaba al tanto de que Arthur no quería contraer nupcias, pero no tenía idea del porqué de aquella decisión. Siempre había creído que un hombre tan rico y bien posicionado necesitaba una esposa y el hecho de que pensara diferente, solo me hacía deducir que eran ideas suyas.

El problema en su pie siempre había sido una inseguridad enorme para él y que su prometida se refiriera así de su persona debió haber sido un golpe muy duro.

—Intentó quitarse la vida un par de veces después de eso —continuó explicado el señor Connor y mi expresión de incredulidad se intensificó aún más—. Yo dejé de trabajar un tiempo para poder ayudarlo, pero no era suficiente. Fue cuando le sugerí buscarse una asistente personal. Yo sabía que no aceptaría volver a tener una cita con alguien después de eso, pero el hecho de que estuviera todo el tiempo acompañado le ayudaría a él y me tranquilizaría a mí al saber que, si intentaba acabar con su vida nuevamente, tendría a alguien a su lado para auxiliarlo.

Alterné mi vista un par de veces entre el señor Havisham y Arthur.

Esa era la razón por la cual yo trabajaba para él...

—Para mi propia tranquilidad y después de muchas mujeres, la encontramos a usted —se recargó en la mesa y me miró fijamente—. Arthur tiene su entera confianza y la aprecia sobremanera, eso usted ya lo sabe, pero me gustaría pedirle que lo siga haciendo siempre. No importa cuánto dinero me pida por ello.

—Yo no hago esto solo por el dinero, señor Havisham—aclaré.

—Lo sé, pero algún día yo no estaré y necesito que continúe haciéndolo porque Arthur se quedará solo en el mundo.

—También tiene a su madre...

—Esa mujer no existe ni existirá nunca para él —espetó de manera muy repulsiva.

Arthur nunca hablaba de su madre y cuando lo hacía, era de una forma dolorosa y cortante. De igual manera lo hacía el señor Connor.

Estaba segura de que yo no estaba al tanto de algunas cosas. Cosas que los hacían reaccionar así a ambos.

—Así que —continuó—, necesito que me prometa que cuidará de mi sobrino —puso su mano sobre la mía—. Su trabajo va más allá de solo acompañarlo a eventos sociales y reuniones. El apoyo emocional que le ha brindado a Arthur desde que apareció en su vida ha sido extraordinario y eso no se lo podré pagar ni con todo el dinero del mundo.

—No pretendo cobrarle de más por ello —lo miré a los ojos y puse mi mano libre encima de la suya—. Le doy mi palabra de que, mientras esté en mis posibilidades, siempre voy a velar por el bien de Arthur.

—Confío en usted y sé que lo hará— asintió, regalándome una bella sonrisa.

—Confío en usted y sé que lo hará— asintió, regalándome una bella sonrisa

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𝓠𝓾𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪 𝓙𝓸𝓪𝓷𝓷𝓮 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora