𝓠𝓾𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪 𝓙𝓸𝓪𝓷𝓷𝓮 ✔

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【𝑩𝒆𝒓𝒌𝒔𝒉𝒊𝒓𝒆】

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El tren hacia Berkshire había demorado más de lo que yo había previsto, como si fuese un dulce karma a favor de Arthur por huir de él.

Mi llegada a la casa de Katy fue durante la noche. Ella me había dado asilo en una de las recámaras y me ofreció una bandeja con comida sin hablar mucho porque su marido dormía en una de las habitaciones continuas.

Para mi fortuna, cuando me desperté al día siguiente, el hombre ya se había ido. No era malo y nunca me había hecho algún desaire, pero no era de mi agrado por el hecho de haberse llevado a Katherine casi por la fuerza de su casa con la excusa que el sería el salvador de la familia de ella, quienes pasaban por una mala racha económica.

Ahora Katy se veía feliz a su lado, aunque yo, en su lugar, habría esperado más tiempo antes de encargar un bebé.

—Entonces el tal Jack Wood no es tan bueno como dice ser —ella llegó a la conclusión después de que le contara todo el embrollo en el que Arthur, Jack y yo estábamos metidos. Habíamos desayunado juntas y ahora le ayudaba a tender un canasto de ropa en el patio trasero de su casa.

—No creo que Jack sea malo, solo que Arthur le ha dejado pistas falsas con las que ha desviado su atención —dije al colgar una sábana, mientras Katy se meneaba en una silla mecedora de madera. Tenía el canasto de ropa en sus rodillas y me daba las prendas que yo estaba colgando. Su enorme barriga ya no le permitía hacer muchas cosas, incluso poner el canasto sobre sus piernas era algo difícil, así que ese día intentaba ayudarla en lo más que podía—. Una de las pistas falsas que Arthur le dejó, fueron unos folletos en los cajones de su despacho donde se ofrecía un viaje a Francia. Los había conseguido en una librería. Eso hizo pensar a Jack que tenía intenciones de escapar y por algunos días asumió que así lo era. Arthur se ha estado divirtiendo cada vez que le cuento todo por lo que ha hecho pasar al pobre señor Wood —sonreí y negué ligeramente con la cabeza.

—Tú también pareces divertida con todo este asunto —mencionó, acariciando su vientre con una mano.

—No, no lo estoy —caminé hacia ella para tomar una prenda más para colgar—. Han sido días difíciles y el asalto de la otra noche me dejó muy intranquila —resoplé—. Algunas veces me pregunto por qué hago todo esto.

—¿De verdad te lo preguntas? —rio.

A pesar de su cabello recogido, el viento meneaba su flequillo y sus mejillas rosadas la hacían ver aún más hermosa de lo que era. El embarazo le había sentado bastante bien.

—Por supuesto que sí. No sé cómo fue que acepte inicialmente meterme en algo tan bobo, pero supongo que fue porque al final me quedaré con Havisham Lake.

—Es porque lo amas —aseguró.

—¿A quién? —terminé de colgar la ropa y la miré, ceñuda.

—A Arthur —sonrió—. Desde que lo conoces has estado enamorada de él.