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【𝑬𝒍 𝒆𝒏𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐】

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【𝑬𝒍 𝒆𝒏𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒓𝒐】

🔸⚜️🔸

Entré con toda prisa y los ojos nublados de lágrimas hasta aquel lúgubre sótano en la casa del doctor Lennox. Trastabillé con algunos escalones y cuando finalmente bajé. Aquel hombre estaba de espaldas con una bata blanca, guantes de piel y una escasa iluminación con un candelabro a su lado.

—¡Señor Havisham, creí que estaba desaparecido! —exclamó al verme, asombrado.

No me importó en lo más mínimo. Lo empujé lejos de mí y quedé frente a aquella mesa de madera a mitad de la habitación.

Ahí estaba Joanne.

Ahí estaba el cuerpo sin vida del amor de mi vida.

Sus ojos se encontraban cerrados y su cuerpo desnudo estaba cubierto hasta los hombros con una manta blanca de algodón. Parecía como si sólo durmiera.

El doctor Lennox y Leonard, quien venía detrás de mí, se alejaron hasta los escalones y no quisieron intervenir más.

Las lágrimas comenzaron a brotar nuevamente de mis ojos y no sabía si debía tocarla o no, pero me dejé caer sobre su pecho y pasé mis manos por debajo de su espalda para fundirla en mis brazos.

—Perdóneme —le susurré—. Debí haber estado ahí para usted y no hice. No pude protegerla —comencé a sollozar y levanté mi rostro para mirarla—. Le juro que habría asesinado con mis propias manos a cualquiera que le hubiera hecho daño. Se lo juro. En verdad le juro que no habría dejado que nadie la tocara —escondí mi rostro en su cuello como solía hacerlo, en búsqueda del consuelo que siempre me daba, pero esta vez su piel era fría y tensa. No emanaba esa calidez que tanto me gustaba de ella.

Hubo muchas cosas que pude tolerar en mi vida. Mi prometida se burló de mi mayor inseguridad días antes de nuestra boda. El monstruo que tenía como madre intentó asesinarme a cambio de dinero y el hombre que fue mi figura paterna falleció de un ataque al corazón.

Todo eso lo podía superar, todo eso parecían cosas banales en comparación a sentir el frío que emanaba el cuerpo inerte de la mujer que amaba.

Lloré junto a ella hasta que el cuerpo me dolió. Sentía que las fuerzas de mis piernas se escapaban y un par de veces Leonard me quiso alejar de ahí, pero no se lo permití.

—Es tarde —susurré de nuevo para ella—. Es demasiado tarde, pero quiero entregarle algo que desde hace mucho tiempo le pertenece y que pensaba darle cuando estuviéramos en Alemania —con las manos temblorosas saqué de mi bolsillo una pequeña caja de terciopelo y busqué su mano fría por debajo de la sábana—. Desde que la conocí, no había anhelo más grande en mi vida que convertirla en mi esposa, pero por no saber expresar lo que realmente siento, siempre me detuve de decírselo. Lo hago ahora que ya es tarde y sé que no puede escucharme, pero siento la obligación de hacerlo —tomé delicadamente su mano y deslicé por su dedo anular el anillo que le había comprado desde meses atrás y que mantuve escondido hasta ese día—. No pude unirme a usted en sagrado matrimonio, pero le juro, que hasta el día que yo muera y vuelva a verla, usted siempre será la única mujer que mi corazón podrá amar.

𝓠𝓾𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪 𝓙𝓸𝓪𝓷𝓷𝓮 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora