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【𝑹𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒐𝒔】

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𝑹𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒐𝒔

🔸⚜️🔸

Tuve que pedirle a Jack, de la manera más cortés, que me dejara sola y se fuera de mi casa. Cerré la puerta principal y me recargué en ella, intentando controlar las lágrimas que no dejaban de brotar de mis ojos.

Mary Owen era la mujer más despreciable que había conocido, quien cegada por la ambición y la avaricia había sido capaz de intentar asesinar a su pequeño hijo.

Las investigaciones de Jack Wood habían dado resultados bastante eficientes, aunque no eran para nada lo que yo esperaba.

Arthur se había cabreado mucho cuando yo le dije que Jack quería buscar e interrogar a su madre. Creí que sería como con el resto de las personas que no aportaban nada al caso y se pasaba de hoja. Mary Owen no aportó nada para dar con el paradero de Arthur, pero dio un giro completamente a las cosas, distorsionándolas de la peor manera.

Lo que más me tenía preocupada en ese momento, era el hecho de que Arthur seguía en mi habitación, de la cual sólo nos separaba una delgada pared y estaba casi segura de que las declaraciones de Jack Wood se podían escuchar hasta allá.

Fui a la cocina y tomé una servilleta de tela para limpiar mi rostro antes de ir hasta la recámara. Cuando entre, el armario seguía cerrado, así que me paré frente a él y me tomó más tiempo del que hubiera querido para poder abrirlo. Tenía miedo de la escena que ahí podía encontrar.

Una vez que lo hice, en el suelo de aquel armario, estaba Arthur sentado, abrazando sus piernas y con el rostro escondido en sus rodillas.

—Ya puede salir —murmuré, para intentar tener comunicación alguna, pero no obtuve respuesta. Así que me puse de rodillas junto a él y le toqué uno de sus brazos.

Arthur levantó la cabeza y pude ver en sus ojos la tristeza más profunda de toda su vida. Estaban delineados de un color rojizo, lloraba con ganas y su labio inferior le temblaba.

Había escuchado todo.

—Arty... —intenté tranquilizarlo como siempre lo hacía.

Él bajó los pies del armario y se deslizó hasta sentarse en el piso, junto a mí.

—Todo tiene sentido ahora —balbuceó, con la mirada perdida.

—Arty, escúchame —lo tomé de las mejillas y giré su rostro hacia mí, pero desvió la mirada para seguir hablando.

—Ella siempre me odió y ahora entiendo por qué —quitó de manera lenta mis manos de su rostro—, mi existencia le arruinaría el sustento económico que tenía seguro con mi padre, o al menos del hombre que siempre creí que era mi padre, y entonces ella debía deshacerse de mí.

—Arthur yo... —intenté absurdamente encontrar palabras de aliento.

—Cuando tenía dos o tres años, mi padre murió. Ella siempre me regañaba por todo y me sacaba a empujones de su vista. Yo creía que solo estaba pasando por un momento difícil, al igual que todos. Ahora comprendo que era porque mi padre no le había dejado ninguna herencia a ella, solo a mí, a pesar de que yo era un bastardo —un puñado de lágrimas se deslizaron por su cara antes de que continuara—. Así que en esos días, para mejorar los días de mi madre, le regalé a Simón, mi gato. Yo lo amaba y alegraba mis días tristes, así que creí que a mi madre también podría alegrarla —apretó los labios con fuerza—. Al día siguiente de que lo llevé a su habitación, ella mandó a su lacayo a tirar a Simón a las afueras de Londres donde nunca pudiera volver a casa. Nunca lo volví a ver y él era mi única compañía.

𝓠𝓾𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪 𝓙𝓸𝓪𝓷𝓷𝓮 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora