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【𝑨𝒓𝒕𝒉𝒖𝒓 𝑯𝒂𝒗𝒊𝒔𝒉𝒂𝒎】

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𝑨𝒓𝒕𝒉𝒖𝒓 𝑯𝒂𝒗𝒊𝒔𝒉𝒂𝒎

🔸⚜️🔸

El frío se estaba haciendo cada día más intenso y me gustaba. Esperaba por meses para que los días gélidos llegaran y, junto con ellos, las bebidas calientes, los voluminosos abrigos y la celebración más hermosa del año: Navidad.

Estábamos a unas semanas de esa festividad y nada me hacía más ilusión que el imaginar que la abuela y yo la pasaríamos en nuestra nueva casa. Ella no tenía idea de que ese sería en realidad mi pago por seguirle los pasos a Arthur en la que, para mí también, era su tontería más grande.

Deseaba que llegara tal día para poder hornear algo junto a mi abuela, poner unos hermosos candelabros sobre la mesa, sacar nuestra vajilla más elegante y cenar mientras, a través de la ventana, observamos la nieve caer sobre el lago que había detrás de Havisham Lake.

Esa navidad sería inolvidable.

A pesar del inmenso frío que albergaba ese día, decidí ir a ver a Arthur cuando ya había caído la noche y a escondidas de todo el mundo.

Él tenía algunos días dentro de su propio encierro, yo sabía que era un hombre impaciente. Después de algún tiempo, esas cuatro paredes en las que estaba metido, se le harían más pequeñas y empezaría a tener problemas, así que decidí ayudarle un poco con eso.

Cuando entré a la vieja vivienda todo estaba igual: quieto, obscuro y desolado, pero sumado a eso, la luz que salía de la puerta al final del pasillo se veía casi apagada y eso me hizo entrar a pasos lentos y cautelosos.

La leña dentro de la chimenea se había consumido casi en su totalidad y por ello la habitación se veía de esa forma.

En un pequeño sofá individual, yacía Arthur completamente dormido. Una de sus manos colgaba por un lado con unas cuantas hojas regadas por el suelo y unas más sostenidas con su otra mano sobre el pecho. Daba la impresión de que se había quedado dormido escribiendo o leyendo esos textos.

Sin embargo, no fue eso lo que me llamó la atención.

Fue lo atractivo se veía mientras dormía.

Vestía uno de sus pantalones ajustados hasta la cintura, pero esa ocasión no llevaba una gabardina encima, sólo usaba una camisa blanca de algodón con unos dos botones abiertos del pecho que me dejaban admirar algunos sutiles y delicados vellos que se esparcían hasta lugares que no alcanzaba a ver, pero podía fácilmente imaginar.

Su rostro, aunque era pálido, tenía la punta de la nariz rosada a consecuencia del frío. Sus cejas pobladas hacían armonía con sus largas pestañas y tenía labios carnosos que parecían sonreír aun cuando él estaba sumido en un sueño profundo.

Decir que tenía un rostro angelical era un término incorrecto para mí, Arthur tenía un rostro casi demoniaco, uno tan perfecto que parecía irreal, que incitaba a pecar, que me hacía tener pensamientos impuros sin ningún tipo de culpa y eso me asustaba bastante.

𝓠𝓾𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪 𝓙𝓸𝓪𝓷𝓷𝓮 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora