· Q u i n c e ·

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No fue buena idea pedirle a Oliver que me enseñe defensa personal.

Cada vez lo tengo más claro.

En especial en este preciso momento, en el que estamos los dos solos en medio del gimnasio de la mansión y él me está pidiendo que le demuestre cómo usar los movimientos de defensa que me enseñó en la clase pasada.

—No has repasado como te dije que hicieras.

Su tono es condescendiente, pero me está regañando.

—Sí lo he hecho —miento.

Las comisuras de sus labios tiran hacia arriba con el amago de una sonrisa burlona.

Idiota.

—Si quieres también puedo darte clases particulares sobre como mentir bien. Se nota que necesitas ayudas.

—No dice mucho de ti como persona que alardees de ser un buen mentiroso.

Pretendo ser mordaz, pero solo consigo que su sonrisa crezca más.

Repito: idiota.

Sin embargo, en mi defensa debo decir que han sido unos días muy duros. He tenido dos exámenes en el instituto. Uno lo he suspendido y otro he sacado apenas un aprobado raspado. Theo actúa como si no se acordara de lo sucedido en la fiesta y no me lo puedo quitar de encima. Braxton parece haberse olvidado de su petición de salir a cenar juntos. Y Oliver...

No hemos vuelto a mencionar el beso, pero eso no significa que mi subconsciente no lo recuerde. Y lo hace. ¡Vaya si lo hace! En. Todo. Maldito. Momento.

Cuando duermo. Cuando vamos juntos en el coche. Cuando se quita la camiseta en medio del entrenamiento de fútbol.

O ahora, cuando tiene la mano extendida hacia mí para empezar la lección.

—Vamos, princesa —presiona, y sus dedos rozan mi muñeca—. Lo mejor será que comencemos con esto cuando antes.

Suspiro y dejo que él me agarre del brazo. Tira de mí hacia él, aunque lo hace con suavidad. No hace falta que me expliqué qué es lo que espera que haga, porque ya lo sé. Este movimiento por lo menos era fácil.

Fácil de recordar, porque no de hacer.

Retuerzo mi brazo de un lado a otro, cada segundo que pasa con más ímpetu, pero no hay manera. No consigo liberarme de su agarre.

—No puedo —me quejo.

Tengo los dientes apretados.

—Pues inténtalo mejor —cuando le lanzo una mirada envenenada, solo se ríe—. Te avisé que sería duro contigo.

Dejo de forcejear y tomo aire mientras me concentro. Esta técnica es para liberarme si alguien me sujeta. Tengo que girar la mano primero para después tratar de pasarla sobre la suya y ser yo quien lo tome.

Cuando vuelvo a intentarlo, no tengo éxito. Pero esta vez Oliver parece un poco más contento.

—Bien, si pillas a la otra persona desprevenida, creo que este truco funcionará.

—¿También lo haría contigo?

—A mí nunca me atraparás con la guardia baja.

Fanfarrón... Para colmo, parece que toda esta situación le divierte.

Como dije antes, no fue buena idea pedirle que me enseñara defensa.

Suelta mi mano y se queda parado frente a mí.

—En esta posición, ¿cómo me golpearías?

—Así.

Realizo el movimiento despacio. Pongo una mano en su antebrazo y levanto la rodilla derecha a la vez subo mi palma hasta la barbilla. Después lo retiro. Oliver sacude la cabeza con seriedad.

Seamos Un Para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora