· O n c e ·

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Oliver está esperándome en la puerta del aula cuando llega el descanso para el almuerzo. El director lo hizo llamar en medio de la clase y ha estado desaparecido el resto de la hora.

Los cuchicheos no tardaron en llegar nada más salió, y ni siquiera el profesor pudo hacerlos callar.

—Escuché que se peleó con dos del equipo esta mañana.

—Ha amenazado a Liam.

—Qué va, le pegó un puñetazo.

—¿Es cierto que estuvo en la cárcel?

—Eso parece. Lo encerraron por tráfico de drogas.

—¿Pero no fue que atacó a un hombre?

—Eso escuché, lo dejó en el hospital durante semanas.

Ahora que Oliver está aquí la gente no habla, pero no dejan de mirarlo. Aún así él parece no darse cuenta porque sus ojos están puestos en mí. Siento que el corazón me late un poco más rápido, y ni siquiera sé por qué, ya que todos esos rumores no son ciertos.

Aunque en realidad no me contó por qué lo metieron al correccional. No quiso hablar más del tema y he preferido respetarlo. Tengo curiosidad, no voy a mentir, pero cada día que pasa empiezo a tener mejor opinión de él. No puedo imaginármelo haciendo algo horrible, y dudo mucho que lo contrataran como guardaespaldas de haberlo hecho.

—¿Vamos a comer, preciosa? —Me saluda cuando llego a su lado.

Un par de compañeros nos lanzan miradas indiscretas. Entonces él se inclina sobre mí y me da un beso en la mejilla. El corazón salta y lo observo sorprendido, aunque no tanto como cuando me coge la mochila y se la pone al hombro.

—Todos nos miran —susurro mientras avanzamos por el pasillo. Aún noto caliente el lugar de mi mejilla donde se posaron sus labios.

—Siempre te miran —replica con una sonrisilla— Pensé que ya estabas acostumbrada.

—Eso fue cuando llegué. Ahora no lo hacen.

Oliver se gira y baja el rostro hasta poder susurrar:

—Claro que sí. Todo el tiempo.

En la cafetería, tras llenar nuestras bandejas con comida, me guía a través de las mesas hasta llegar a donde está el equipo de fútbol. Liam y Ben se encuentran sentados en el extremo opuesto. Solo Ben parece atreverse a mirarlo, y está claro que sigue enfadado.

Me siento un poco extraña y paseo los ojos con rapidez por el comedor a ver si veo a Lucy, pero no la encuentro. No estoy segura de querer sentarme con ellos, pero Oliver me anima a que tome lugar a su lado.

"Es para mantener la farsa del noviazgo, Novalee", me digo a mí misma. Y comienzo a comer mi trozo de pizza recalentado.

Oliver habla con sus compañeros, pero no deja de lanzarme miradas, hasta que finalmente pregunta:

—¿Estás bien?

Asiento con la cabeza. Sin embargo no parece muy convencido.

—No mientas, princesa.

Me vuelvo hacia él, esta vez sonriendo.

—¿Princesa? Esa es nueva.

Sabe que no me gustan los apodos, pero tampoco me enfadan. Se inclina y me choca el hombro con el suyo.

—Princesa, preciosa... Me gustan los dos.

Aprovecho que parece que nadie nos presta atención unos momentos y me giro para susurrar en su oído:

Seamos Un Para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora