Atenas
Las náuseas son casi tan insoportables como el recuerdo de las llamas lamiendo mi piel. Mi respiración es superficial, como si todavía sintiese el humo llenando mis pulmones.
Cassio me mira desde arriba, sus alas envueltas a mi alrededor y sus brazos cargándome con cuidado de regreso a su hogar. Vagamente me pregunto si es así cómo se sienten las almas cuando son llevadas por él de regreso a la tierra.
Si se sienten cuidadas y protegidas porque hay un Dios que no permitiría que les hiciera daño. Cassio atesora a sus almas, se ha dedicado a ellas y se preocupa por ellas. Eso es mucho más que cualquier otra cosa que haya experimentado en mi vida.
Empuja la puerta de su habitación para dejarme sobre la cama, sus manos tardan más de lo apropiado en dejar mi cuerpo. De pie frente a mí, mucho más alto e imponente, Cassio no me asusta y es un descubrimiento mucho más aterrador que cualquier otro en los últimos años.
Nunca confíes en un Dios.
—Hay magia a tú alrededor —dice con calma —, es un tipo de magia que no he visto antes y es fuerte.
Mis labios se fruncen y miro sus ojos con curiosidad, sin responder. Aunque siento su magia en el lugar, sus iris han vuelto a un gris pálido que contrasta con su piel clara. En el silencio, me permito indagar en el hilo visible que nos ata. No tengo otra palabra más que precioso para describirlo, es increíble la forma en la que la existencia trabaja.
Acaricio distraídamente el anillo que Cassio me otorgó como promesa. Mi mirada se desvía a la suya de nuevo y sonrío.
—No tengo algo significativo para darte pero quiero prometer algo. —Trago saliva, inspirando —. Voy a hacer lo posible por arreglar el equilibrio de las almas.
Cassio frunce el ceño, ladeando la cabeza. Se inclina, su rostro frente al mío, nuestras miradas conectadas. Entrecierra los ojos como si necesitara conocer todos mis secretos. Secretos que no necesita saber.
—¿No me lo dirás todo, verdad?
Sacudo la cabeza en una negación. Cassio chasquea los labios y se endereza, su expresión es ilegible cuando da dos pasos atrás.
—Para protegerte necesito que confíes en mí. —Explica, su voz baja pero feroz —. Necesito saber que estás de mi lado porque no estoy dispuesto a luchar por alguien a quién le disgusto en secreto.
—Estoy de tú lado, soy tú alma.
—No lo eres por voluntad.
Me levanto y avanzo dos pasos, Cassio retrocede uno. Mis ojos se estrechan en su dirección, con mi temperamento en calma. Prometí no temerle más a un Dios, prometí no someterme y aquí estoy.
—Esto —señalo el pequeño espacio entre ambos —, esto es voluntario. Qué me trates con amabilidad, que aprecies mi vida, que me cuides y que quieras salvarme.
—Eso es decencia, Atenas. —Debate.
Acorralado entre la pared y mi pequeño cuerpo, Cassio no tiene más remedio que mirar hacia abajo. Me encuentro con su mirada, mi respiración un poco más agitada. Nunca me atreví a discutir con nadie, aprendí que callar era inteligente. No voy a aceptar eso nunca más.
—Mis promesas son voluntarias y lo que hago con respecto a este hilo también lo es. Soy tú alma, Cassio. —planto ambas manos en su pecho —. Estamos atados, no importa si no fue una opción, lo estamos y tienes que aceptar mi compromiso hacia ti.
—No quiero que tú compromiso sea por obligación, Atenas —susurra —, no quiero ser otro Dios que te obliga a servirle.
Sonrío. No puedo hacer más nada. Entre todos los dioses, entre todos los rumbos del destino, la existencia me ha otorgado a este Dios. Un Dios que se preocupa, un Dios que ha aprendido a empatizar con una humanidad considerada inferior para su clase de poder. Un Dios que tiene tantas preocupaciones y aún así me hace sentir importante.
—Por primera vez en mi vida, estoy eligiendo. No importa qué, yo te estoy eligiendo. Está lucha es de ambos.
Cassio acuna mi rostro entre sus palmas y su mirada está llena de apreciación. Puede que esto esté lejos de ser amor y que seamos dos personas que han sido empujadas a estar atadas, pero nos entendemos. Cassio y yo somos uno.
Cuando algo doloroso tira de mi pecho sé que he fallado. Fallé como todas las mujeres antes de mí, repetí sus errores, estoy cumpliendo mi destino. Lo sé, lo siento en mis entrañas. Yo ya confío en el Dios frente a mí, aún cuando sé que eso me llevará a la ruina.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
—Lo eres todo, Atenas —susurra.
Nos miramos a los ojos, los suyos suaves y comprensivos para ser tan aterrador. Tan devastador. Mi mente se debate entre odiarlo y querer abrazarlo. No ha hecho nada para merecer mi desprecio, ha sido más considerado que cualquier otra persona.
—Quisiera odiarte —murmuro.
Cassio sonríe.
—Yo también.
†††
Nota de autora: me debati un poco para subir este capítulo porque es un poco corto pero no quería agregarle más nada. Creo que Atenas a veces es un enigma hasta para mí pero después de todo, Cassio y ella son una gran pareja. Quiero lograr que se sienta que sin importar el vinculo, a Cassio le importa como persona, como una igual. Y que a su par, ella comprende la lucha de él.
Para Atenas, decidir luchar está batalla es súper importante.
Pero en fin, he estado leyendo libros con capítulos cortos que me resultan atrapantes y fáciles de leer. He hecho las pases con no ser una escritora que escribe capítulos larguísimos (también amo estos). Es una cosa muy propia y depende del estilo.
Pero bueno, gracias por leer.
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El alma de un Dios
FantasyLa muerte no es el final; él lo es. Entonces, cuando lo encuentro, sé que todo acabó. Portada por: @OmiBilre (siguela en Wattpad y en Instagram para ver más de sus obras y arte)