Atenas
Hace eones, Vair enterró las manos en la tierra y sacó una pequeña cantidad. La observó, la sintió y cuando una lágrima cayó sobre ella, vió en su interior un ser humano. Sintió su salvación en las manos sucias de sangre y magia.
La noche en los Campos Sagrados es brutal. Los animales más inofensivos buscan refugio de los mayores depredadores cuando el sol se esconde y la plata cubre cada rincón. Las flores se cierran, los cristales en ellas cortan y los ríos se secan. Los árboles son siniestros y las sombras se escabullen para ayudar a los depredadores a capturar a quién se haya quedado atrás durante el día.Hoy, yo soy una de los que se han quedado atrás. Me impulso por el bosque descalza, cortándome los pies y manchando de sangre las hojas y ramas por las que paso. El dolor me sube por las pantorrillas y los muslos llenos de raspones hasta quedarse en mi cadera palpitante. Tengo el torso lleno de diminutas cortadas y los brazos cubiertos por largos guantes de seda plateada.
Mi cabello púrpura se ha tejido en una corona de trenzas que hace horas estaba llena de flores de ciris, ahora mechones se esparcen por el aire mientras corro para salvar mi vida. No me queda nada más que mi vestido lleno de sangre y la daga que he robado.
—¡Atenas!
Exhalo, enterrando el terror que se abre paso en mi pecho. Me abro camino entre un pequeño hueco que dejan dos árboles con la esperanza de que detenga a Thae y Oris por un largo tiempo mientras rodean las enredaderas y los árboles que impiden el paso hacia la frontera de la tierra de las almas.
La vegetación aquí es tan espesa y tenaz como lo imaginaba. He pasado horas corriendo, sabiendo que la única dirección que puedo tomar esta, intentar rodear la frontera y escapar hacia la tierra de algún otro Dios. Con suerte, podré viajar lo suficientemente lejos para conseguir un barco que me lleve a tierras donde no puedan perseguirme.
En los diarios de mis antepasados se describe esta barrera natural como un lugar santificado que alberga en su interior un tesoro divino. Aparentemente no se puede ingresar en el sin la bendición de un Dios, pero mi bisabuela descubrió pequeñas entradas en medio de los árboles que permitían el paso de alguien pequeño y delgado. Abarca un gran territorio y rodearlo es una tarea de horas para seguir por el bosque hasta la frontera de las almas.
Correr a través de él quizás tome una hora y me encontraré a minutos del territorio del Dios Cassio para rodearlo. Es mi única opción y me ahogo con la idea de no tener nada más que la fé en mi misma para lograrlo. Si fallo, si tropiezo y pierdo un segundo, no hay vuelta atrás.
Confío en que ninguno de los grandes hombres que me siguen pueden entrar por las pequeñas aberturas de los árboles por su tamaño y tampoco descubrir que estoy aquí. Mi abuela escondió este descubrimiento en un pliegue de su parte del diario que solo pudo ser descifrado por una de sus descendientes. Deben haber pensado que estaban cerca, persiguiendo el rastro de mi sangre y ahora puedo sentir su confusión al haberme perdido en la barrera de árboles y enredaderas esmeraldas.
Engancho la daga en mi muslo dónde he sujetado fuerte una cinta que arranqué de la cintura de mi vestido. Me dejará una marca por la presión pero la daga no se moverá. Camino por la fortaleza de madera y flores. Cuando observo hacia arriba, no hay más que las copas de los árboles que parecen infinitos, sin dar oportunidad a escalar.
Mis pies sienten un respiro ante el musgo frío que inmediatamente se llena de sangre. A los pies de los árboles crecen flores extrañas, de colores maravillosos que no había visto antes. Por primera vez desde que empecé a correr, me detengo para respirar.
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El alma de un Dios
FantasiLa muerte no es el final; él lo es. Entonces, cuando lo encuentro, sé que todo acabó. Portada por: @OmiBilre (siguela en Wattpad y en Instagram para ver más de sus obras y arte)