Atenas
Nos miramos a los ojos, los suyos tan blancos como la nada y los míos impregnados en la magia del lugar. Sus manos acunan mi rostro, una suave sonrisa se desliza en sus labios con satisfacción.—Gracias por existir, niña.
Mis ojos se enfocan, la luz es tenue. Parpadeo entre los rasgos suaves de la mujer y la mirada de Cassio en mi. Escucho sus palabras con atención mientras su rostro parpadea a mi visión.
—Voy a hacerte libre, Atenas. No importa qué.
Ladeo la cabeza y sonrío. Quisiera decirle que no importa lo que haga, ya no hay algo parecido a la libertad para mí. Pensé que el final estaba mucho más lejos y esos días en los que estaba decidida a rendirme, podía saborear la pizca de libertad que mis ojos podían ver.
Al principio creí que podría ser salvada. Imploré a cada Dios de la divinidad, incluso recé a Ilias, algo prohibido. Ninguno escuchó, ninguno alivió la soledad de mi alma. Con el tiempo, aprendí que si quería salir del templo tenía que hacerlo bajo mis términos.
La primera vez que escapé todavía no había descubierto los rincones secretos en los diarios de mis antepasadas por lo que caminé sin rumbo hasta ser atrapada. Me dejaron rezando a Vair de rodillas tres días, solo pausas para ir al baño hasta que me desmayé por el hambre.
Ahora, mi destino envuelve su brazo en mi cintura. Sé que el vínculo es lo que me hace suspirar en su pecho. Aún así, finjo por un instante que esto no es efímero, que no sé lo que va a pasar. Finjo que no estoy cerca de encontrarme con el mismo final que las mujeres antes de mi.
Mi abuela una vez retrató un pequeño jardín, lo recuerdo especialmente porque estaba vacío y lo único en el eran las pequeñas flores púrpuras que crecían en el suelo. Escribió en una pequeña orilla algo que jamás olvidaré.
Año 1800 después de la redención de los dioses, la tierra de las almas está llena de flores. He visto al Dios de las almas sembrar las semillas junto a una pequeña mujer sin rostro y pequeñas alas, asumo que es un alma. Escribo esto mientras escucho el llanto de un bebé a lo lejos, los hombres dicen que su cabello es púrpura, tan púrpura como las flores que dibujé en las paredes.
Si lees esto, pequeña de cabello púrpura, no es una coincidencia. Nosotras nunca somos una coincidencia, ten cuidado, los Dioses son nuestra perdición.
—Nunca vi a mi madre y jamás aparece en mis visiones —murmuro en el hombro de Casio — ¿Crees que pueda ver el libro de su vida?
El Dios de las almas se pone rígido por un instante antes de alejarse, sus ojos observan mi rostro antes de tomarme la barbilla con los dedos. Su expresión es vacía cuando habla.
—Los Dioses conservan el libro de sus sacerdotes y las almas se desvanecen. Los humanos no pueden conservar la magia por más de una vida y no son recogidos por mí cuando mueren. —Me da una larga mirada antes de negar —. Sus esencias son recogidas por quien los bendijo con su magia y la magia los absorbe para volver con su dueño.
Asiento.
—Esta es una magia prestada.
Cassio inclina la cabeza, enderezándose. Me alejo también, apartando los mechones de cabello que me impiden ver bien. Observo su vestimenta informal, sin armadura y con las mangas de su fina camisa arremangadas hasta los codos. La delgada cadena en su cuello reposa contra su pecho y me mira desde arriba con curiosidad.
Me permito pensar por un segundo en el vínculo entre las ataduras y sus Dioses. Solo ha ocurrido una vez antes de nosotros y se describe como una unión desenfrenada y llena de lujuria. Un apego inevitable, un hilo que se tensa cada vez más para hacerte ceder.
La abuela de mi abuela fué quién observó la guerra que llevó a la primera unión por lo que fué ella quién dejó la información para las futuras generaciones. Ahora que experimento la unión en persona, puedo decir que el hilo parece estar vivo. No es imposible ignorarlo, pero es agotador evitar ceder.
La magia tira y tira, como si le molestase que el propósito de esta unión no estuviera en marcha. Para un humano esto es casi desgarrador, Cassio parece no inmutarse y lo envidio con cada respiro de la densa provocación entre nosotros.
Sus manos enguantadas y llenas de anillos caen en sus gruesos muslos y alejo la mirada para verlo directamente a los ojos, con la respiración agitada. Frunzo el ceño con irritación, esperando.
—El equilibrio consiste en todas las esencias de los Dioses por lo que repartir un poco de nuestra magia es temporal. Aquellos humanos que practican la magia de la naturaleza atentan con la existencia, roban nuestra esencia y son un problema.
—La magia de la naturaleza se siente enfermiza —murmuro, sonriendo cuando alza una ceja—. Lo intenté una vez, es más complicado de lo que creía. Vomité dos semanas seguidas.
—Se supone que estás jurada a un Dios —dice con los dientes apretados, escupiendo la palabra Dios —, atentar contra su magia te pondría al borde de la muerte.
—Nunca hice los votos, no juré lealtad. Creo que esperaba ese tipo de votos en el altar.
Casio se inclina, una sonrisa depredadora se extiende por sus labios aún cuando su mirada es mortal.
—Es una lástima, nunca tendrá esa oportunidad.
A centímetros de mi rostro, siento la tensión del hilo. Es palpable, la magia se arremolina entre nosotros como una entidad que vive para atraernos. La sonrisa cínica de Cassio se desvanece y me mira a los ojos antes de inspirar con fuerza.
Entreciero los ojos, entre fascinada por el movimiento de magia sin igual y la frustración. Cuando lo observo apartarse una vez más no puedo evitar que mi boca se cierre en una linea firme. Nunca imaginé lo complicado que seria el vínculo real entre un Dios y un humano. No algo que fuese una visión o el escrito antiguo en un diario.
—Todo lo que he dicho sigue en pie, Atenas —dice, levantándose y dejándome en el gran mueble —, solo tienes que estar de mi lado.
—¿Jurarte lealtad? —pregunto con ironía.
—No, tenerme fé.
†††
Nota de autora:
El tiempo en la historia es distinto dependiendo el punto de vista. Los dioses lo cuentan desde el día que cayeron a la tierra, los humanos desde el día en el que Vair los creó.
Espero que quede claro, gracias por leer.
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El alma de un Dios
FantasíaLa muerte no es el final; él lo es. Entonces, cuando lo encuentro, sé que todo acabó. Portada por: @OmiBilre (siguela en Wattpad y en Instagram para ver más de sus obras y arte)