Capítulo dieciséis

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Cassio

Ella no debería estar aquí.

Aún así, la observo caminar entre mis almas, que le devuelven la mirada fascinadas. Ninguna de ellas recuerda su vida anterior o lo que es ser un humano. Toda su existencia aquí consiste en asegurar que están preparadas para irse una vez más, felices y sin una pizca del dolor que dejó su vida pasada.

—Habla en voz baja, aquí no hay ruidos altos —murmuro hacia Atenas.

Asiente sin mirarme. Su enfoque está en las pequeñas criaturas que se mueven por el lugar, realizando actividades que las hacen sentir mejor. Descubrí que mantener a las almas sin hacer nada durante su recuperación no las contentaba, cuando se ocupan la magia que actúa en su sanación es más rápida.

Dejo que Atenas vague en este lugar, sabiendo que estará segura. Las almas recién llegadas están lejos, en los campos de la paz, donde aprenderán a soltar sus lazos más fuertes con la tierra. Las que nos rodean están listas para ser llevadas una vez más a la tierra.

Estar aquí es desconcertante. Todas están en paz por lo que solo siento emociones alegres cada vez que miro a mi alrededor pero una vida más es una oportunidad menos. Significan que están más cerca de perderse y es desalentador.

Por eso, centro mi mirada en el único ser humano que no me deja ver su alma. Atenas es casi mágica, caminando descalza por la tierra de las almas. Su largo cabello rizado cae hasta su cintura, el púrpura se fusiona con las flores de plata en su falda.

Decir que mi alma no es hermosa sería mentirle a la existencia. Sus ojos ámbar se deslizan por cada alma que se cruza en su camino, su piel morena resplandece en la suave luz de este plano. Su vestido es una obra maestra pero ella con esa expresión suave en su rostro a mi lado es devastador.

He visto a Atenas aterrorizada, determinada y triste. Tan deprimida que sé con certeza que sí pudiera ver a través de ella su miseria me ahogaría. Pensar en eso trae consigo una furia abrasadora. Vair le ha hecho esto, ha dejado que simples humanos destrocen algo tan bendito como la mujer a mi lado.

Dichos humanos están agonizando en el peor círculo de los castigos. Las almas más asquerosas yacen ahí, aquellas que nunca obtendrán salvación y repiten sus crímenes una y otra vez. Particularmente, aquel pelinegro cuelga atado, sintiendo lo que es morir ahogado una y otra vez sin descanso después de que me vio matar a sus amigos.

Cuando cierro los ojos, las imágenes son fugaces.

Mis dedos se enredan en el cabello mugriento del humano y doy una patada en su espinilla que lo deja de rodillas frente a mí. Sonrío, jalando hasta que saco un grito de su garganta. Mi mirada permanece en el hombre atado frente a nosotros, que se ahoga con los ojos puestos en su amigo.

—¿Esto no les parece divertido? —pregunto en voz baja, ladeando la cabeza —. Es cierto, quién recibe el castigo nunca se ríe.

En mi mano libre se materializa mi daga. El humano de cabello negro llamado Thae y yo nos miramos mientras corto la garganta de Oris. Su fiel amigo se esfuma con las manos envueltas alrededor de donde la vida se le escapa.

Suspiro, mirando hacia otro lado. Se siente sucio ver a Atenas mientras pienso en sus muertes. No porque no se lo merecieran, sino porque bajo ningún concepto debe ser mezclada con aquellas basuras.

Por el rabillo del ojo, observo como se deja caer de rodillas en el césped, una pequeña alma frente a ella tomando su vestido. Veo a través de su ser y está llena de fascinación, es ingenua y solo ha tenido dos vidas antes. Está preparada para una donde la vida no será tan amable.

—Le gusta mi vestido —susurra Atenas.

—Fue quién lo hizo. —contesto, todavía con los ojos puestos en el alma —. Para su siguiente vida, será un hombre interesante. Su madre le pondrá Oclin y su padre lo llamará abominación. Será odiado y amado, estará jurado a Astor y vestirá a Dioses y reyes. Oclin será parte importante de la historia y morirá por amor a su arte.

Atenas, igual de fascinada con el alma, se deja tocar. Sus pequeñas manos recorren las vestiduras con aprecio, acomoda las mangas y la mira a los ojos. Las almas tienen una costumbre conmigo, es algo que no descifro. Cuando están agradecidas, dejan caer sus alas y toman tus manos entre las suyas.

Cuando esto ocurre, lo último que espero es que Atenas se ponga rígida y caiga de espaldas alarmada. Su boca se abre en un grito sin sonido y sus dedos arañan el suelo bajo sus palmas. Giro sobre el alma, bloqueando la vista con mis alas. Mi deber con el pequeño ser se debate con la necesidad de arrojarme sobre mí atadura.

Evoco a las sombras, que envuelven al alma y dejo caer mis manos en su cabeza. Mis labios se acercan a su coronilla y cae en un plácido sueño. No espero a ver a mis sombras llevarla con cuidado, caigo de rodillas frente a mi alma.

—Atenas.

Mi voz no penetra su neblina. Se retuerce en el suelo, retrocediendo asustada. Decido retenerla, mis rodillas a ambos lados de su cuerpo y mis manos envolviendo las suyas. Mi cadena golpea su barbilla cuando me inclino para mirar sus ojos.

Sus párpados revolotean y no mantiene los ojos abiertos lo suficiente. La magia es espesa y no me pertenece. Es abrumadora, dulce y se siente decadente. Si me hundo en la sensación, la encuentro seductora y maligna a igual medida. Respiro fuerte, tomando sus muñecas con una mano y dejando caer mi otra palma en su barbilla.

Alzo su rostro y me inclino, su respiración agitada choca contra mi boca, su cuerpo se retuerce debajo de mi mientras estoy cara a cara con su expresión torturada.

—Atenas —llamo con suavidad, vertiendo magia en la palabra.

Las sombras la envuelven, toman su cuello y se deslizan por su cuerpo como si pertenecieran a la tela de su vestido. El púrpura de su cabello parece brillar cuando suspira y abre los ojos. Uno de ellos es de un ámbar profundo y el otro es tan negro como los míos en este momento.

—Lo quemarán vivo —dice con voz plana, sosteniendo mi mirada.

Es imposible que ella lo sepa.

¿Quién se supone que es Atenas?

†††

Nota de autora: el bloqueo escritor y el síndrome del impostor son terribles pero siempre se superan. Después de escribir una palabra por día terminé este capítulo.

Me gusta bastante Atenas, te dice muchas cosas pero las que no dice te hacen pensar que tienes un tablero sin fichas. Por suerte, hay cosas que nisiquiera ella sabe. Y claro, este universo es mucho más grande que ella y Cassio.

Pero no me extiendo más, espero que está historia te guste y que la compartas con amigos lectores como yo lo hago con la mía (no me mates).

Gracias por leer.

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