Capítulo catorce

25 4 9
                                    

Cassio

Cuando aterrizo sobre un duro suelo de piedra, mi cabeza se alza para mirar al hombre postrado en medio de la habitación vacía. Tanaias, mi sobrino, se hunde sobre sus rodillas con la cabeza agachada.

Su cabello rojo cae sobre sus hombros de manera salvaje, su piel tan blanca como la de su madre y su cuerpo tonificado. Tiene un alma como cualquier otro humano pero fué creado por una diosa y amado por dos. Está bendito desde los pies hasta la última hebra de su cabello pelirrojo.

Me levanto, sacudiendo mis manos mientras me dirijo a él con pasos ligeros. Mi armadura está puesta de nuevo, mis botas de combate y mi apariencia en orden. En el fondo, estoy atento a mi conexión con Atenas.

La observé leer algunos tomos de las almas antes de que sus ojos empezaran a cerrarse solos. Desde la entrada de mis habitaciones, miré su pequeña figura acurrucarse entre el mar de almohadas que me niego a mover un centímetro. Antes de quedarse dormida por completo, me miró sobre sus pestañas y la simple acción detonó un tirón firme de nuestro hilo.

Revisé sus heridas, cambié los vendajes y dejé fluir un poco de mi magia en su cuerpo para dejarla sanar rápido. En un par de horas solo serán rasguños molestos, espero. Una parte de mi que sé que se debe al vinculo deseria estar vigilando sus sueños, cuidando sus visiones.

La parte racional sabe que Tanaias es la clave para tener a Destino y ella es una de las Diosas mas influyentes por lo que tiene que estar de mi lado. Galilea, Mirilia y Astor son puntos con los que sé cómo tratar en su momento.

Si antes no sabía cómo romper el vínculo, lo que Vair le he hecho a Atenas es suficiente para pedir un juicio y la ruptura del vínculo como compensación para ella. Hacerla libre es tan importante como reparar a las almas.

—Cassio.

Tanaias me observa sobre su hombro, su voz es ronca. Es curioso como este hombres es tan parecido a su madre, con sus profundos ojos rojos, y a la vez tan distinto, con la altura y el aura asesina. Destino lo crió para ser un campeón después de todo.

—¿Sabes cuánto tiempo ha pasado, Tanais? —pregunto, llamándolo por el apodo que le dió su madre.

Tanaias se eriza visiblemente, poniéndose de pie. Su altura es magnífica para un ser humano, para un Dios es solo unos centímetros más bajo que yo. Lamo mis labios antes de sonreírle.

—¿Qué buscas, Dios de las almas?

—Veinte años —murmuro, sin prestarle atención —, ese es el tiempo que has estado aquí encerrado.

—No me interesa —espeta.

—¿No? —Sonrio ampliamente —, hablemos de cosas interesantes entonces. Tú hija, por ejemplo. ¿O quieres hablar de Daimi?

Se abalanza sobre mí. A pesar de los años sin usar su cuerpo para la batalla, es sorprendentemente rápido. Por primera vez en un par de años, tengo un oponente digno. Y muy, muy volátil. Lo que esperaba.

Tanaias me sostiene por el cuello, lo permito mientras ladeo la cabeza con una sonrisa que lo desquicia.

—No hables nunca de Daimi y muchos menos de nuestra hija —escupe en mi cara.

Chasqueo la lengua.

—Mirilia es su guardiana, no se le permite a ningún otro Dios verlas. Ni siquiera a tu madre. Se rumora que es una joven hermosa, buena en batalla, sanguinaria —Me encogo de hombros —. Se parece mucho a su padre.

—Cassio —advierte.

—Pelirroja de ojos violetas como su madre, ¿Lo imaginas, Tanaias? —susurro en su cara —. Una mujer creada a partir de ti y una princesa, una niña abandonada por un semidiós.

—¡Yo no las abandoné!

—Díselo a la prisión a tu alrededor.

No me sorprendo cuando arrebata la daga de mi muslo y la empuja hacia su otra mano mientras me presiona la garganta con la la libre. Una réplica igual del arma se materializa en mi mano derecha para ser empujada al mismo tiempo que la suya y evitar que corte el espacio donde la armadura deja de protegerme en el cuello.

Retira su mano de mi cuello y da un golpe duro con el codo en mi oído. Parpadeo molesto y dejo de jugar. Hago que ambas armas de desvanezcan y tomo a Tanaias de los hombros, dando un fuerte golpe en su estómago con mi rodilla. Doy un severo golpe con mi codo en su oído y tomo un puñado del cabello en su nuca.

—El próximo descenso es en días, los Dioses bajarán a la tierra como siempre al lugar donde Vair fue arrojado —gruño con la respiración agitada —. Vine aquí a darte la libertad.

—¿A cambio de qué? —pregunta, sus ojos fijos en los míos, ya ha superado la mayor parte de mis golpes.

—Dame tú alma y llévame a Destino, después te mostraré el camino hacia Daimi y tú hija.

Tanaias me mira con los ojos entornados. Sabe lo que implican los tratos con un Dios, son irrompibles. Puedo ver su alma, observo la soledad y la profunda tristeza. También la furia arrasadora que se entrelaza con la añoranza. Todos sabemos que Vair lo condenó para tener a su madre, puede que incluso Tanaias nunca huyó. Es incierto, los testigos dicen otra cosa.

Si me da su alma en un trato justo, Vair no puede devolverlo ao plano espiritual donde lo aprisionó porque es mío. Su madre no podría hacer esto pues solo yo tengo acceso a su esencia y este plano. Solo le he dado la oportunidad de hablar con él a través de mi magia, sin verlo realmente pues la magia de Vair entrelazada aquí no le permitiría entrar.

—Necesito una respuesta pronto, tengo asuntos… urgentes que atender.

Echo un vistazo a Athlas, quién se mantiene oculta entre magia y sombras. Destino es la única diosa que no puede convocar por lo que observa con atención a su hijo. Comparte una imagen preciosa de las almas que capturó a través de nuestro vínculo.

Los humanos se retuercen atados a cadenas en el suelo, con solo prendas desgarradas en su cuerpo. Están vendados y la magia de Athla los sume en experiencias vividas que han sido sacadas de sus peores miedos. Planeo luchar con cada uno de ellos hasta destrozarlos y dejar solo sus almas para seguir siendo hostigadas por la eternidad.

El pelinegro en especial tiene una estadía larga conmigo antes de ser arrojado al peor círculo de los castigos.

—No importa lo que pase, me llevarás a ellas —Tanaias me hace soltarlo, sus ojos se encuentran con los mios y su alma viaja entre la esperanza y el odio.

—Siempre que me lleves a tú madre, eres el único que puede entrar a su plano a través de su templo.

Tanaias ladea la cabeza, su cabello rojo cae sobre un hombro cuando me da una sonrisa malvada y estira las alas rojas manchadas de plata. La magia fluye en la habitación e imito su sonrisa cuando mis propias alas negras se despliegan.

Cuando nuestras manos se tocan, el plano espiritual que ha sido su prisión estalla.

†††

Nota de autora: Hay tantos datos curiosos que se me ocurrieron escribiendo que necesito hacer un apartado con cosas que me parecen interesantes de este mundo mágico. Voy a recopilarlos y dejarlos al final cuando la historia termine.

Gracias por leer, feliz navidad.

El alma de un Dios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora