Capítulo treinta y uno

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Cassio

Atenas da dos pasos fuera antes de caer de rodillas.

Mis sombras la envuelven antes de que mis brazos lo hagan. Beso su cabello, sus hombros, sus mejillas. La sostengo contra mi pecho, escuchando su respiración rápida.

Ella no llora y suspiro, mi frente en su espalda. Espero en silencio, mi magia vigilando a los Dioses en el templo. Mis sombras se esparcen por el suelo que nos rodea y son hostiles para cualquier ser que se atreva a interrumpirnos, Dios o no.

—Quisiera poder hablar con ella —susurra —. Dejó demasiado a la suerte.

—Supongo que era confiar o dejar que todos nos extinguiremos.

Atenas se gira en mis brazos. Sus pequeñas manos toman mi rostro y ladea la cabeza. Sus alas se abren y esta es la vista más impresionante que alguna vez tuve. Mi alma, mi Diosa, mi propósito por la eternidad. Mi mujer, hermosa y celestial. Nunca imaginé ser compañero de alguien tan perfecto.

—Vair esperó a que todas tuvieran hijos antes de matarlas —Sus ojos se llenan de lágrimas — Todas nosotras fuimos un experimento, nos rompimos por sus errores.

—Lo lamento cariño, hubiese deseado castigarlo yo mismo.

—Yo desearía que la existencia fuese un Dios, alguien tangible. Desearía preguntarle por qué dejó que todo se saliera de control así.

Mis manos toman sus caderas, mis dedos se clavan en su piel. Atenas cierra los ojos y me inclino para besar suavemente sus labios.

—Las reglas son suyas y las decisiones son nuestras. —murmuro con tranquilidad —. Lo aprendí hace mucho tiempo.

Atenas abre los ojos y nos miramos. Nuestras alas forman una barrera entre nosotros y el mundo exterior. Siento su magia a mi alrededor todo el tiempo, pero ahora parece solo para mí, como una sutil caricia.

—Ilias gobernará a los Dioses, como su hermana quería —me dice.

—Dejaremos el mundo en manos de la crueldad de un viejo y poderoso Dios.

—El mundo ha sido gobernado desde el principio por un verdadero Dios sin consideración por la humanidad. Saili vive en la humanidad, Ilias nunca profanaria su memoria —Ella se aparta un poco —. Su esencia podrá ser cruel pero él es un buen Dios.

—Él podría destrozarte para recuperar parte de la magia que le falta. —Frunzo el ceño ante la idea.

—Él será un gran rey —dice mientras me toma la barbilla entre sus manos —. Lo guiaré hacia el destino que lo hará digno.

Ladeo la cabeza.

—¿Y cuál es ese destino?

Ella sonríe más amplio.


†††


Hago rodar mi daga entre los dedos. Mis sombras se esparcen por el lugar y huelo el miedo mientras mi cuerpo se inclina contra el umbral de la entrada y sonrío.

Al mirar hacia abajo, veo destellos de magia podrida y muy dulce en el aire. Me tenso y chasqueo la lengua. Mis ojos se detienen unos pasos más allá, dónde una mujer de cabello blanco y liso me mira con temor.

Su alma apesta a magia corrupta. Mis sombras la atrapan, hago que envuelvan sus tobillos y eviten que corra antes de dirigir mi vista a los demás. Empiezan a buscar salidas, pero mis sombras cubren todas.

Estrecho los ojos, todavía jugando con la daga.

—Preguntaré una sola vez —Me aparto del umbral. Algunos se estremecen cuando me observan en toda mi gran altura — ¿Quién ayudó a la Diosa Galilea?

El alma de un Dios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora