Cassio
Las flores de Mevak crecen en el límite del territorio de las almas. Cuando un alma cruza el velo entre la vida y la muerte, nace una nueva flor. Hay millones de flores y cada una de ellas ya ha sido cuidada por mi desde que la primera alma llegó aquí.En ese entonces, yo era mucho más infeliz. Obligado a ser el Dios de una raza que no me parecía beneficiosa para la divinidad, me permití hacer sus vidas después de la muerte despreciables. Pronto descubrí que las almas que permanecen en la miseria me hacen miserable a cambio.
Un Dios que no cumple el propósito de la existencia es un Dios maldito. Fuí despreciable durante mucho tiempo, descuidando las almas y dejándolas a la deriva en un nuevo plano desconcertante. Lo pagué, por supuesto. No puedes ofender a la existencia y salir impune.
He sido su único protector, quién los recibe en este plano y cuida hasta que estén listos para una nueva vida. He aprendido de ellas y a cambio, las almas me han ofrecido humanidad en cada paso de su camino. Supongo que ese era su propósito para mí, darme algo a lo que ser dedicado. La existencia me creó para cuidar de lo único que mantenía unido el equilibrio.
Sin los humanos, ninguno de los Dioses existiríamos. El equilibrio se hubiera quebrado y la ira de nuestra creadora sería infinita. Aunque solo oí su voz una vez, sé que es despiadada en su venganza y bondadosa en su satisfacción. Desafiar, amenazar o cuestionar a la existencia es un camino que ningún Dios probaría después de Vair.
Y aún así, me encuentro enterrado en los pergaminos de la historia. Han estado aquí desde que Galilea, Diosa de la justicia y la verdad, fué creada. Cómo parte de su divinidad, cada acto debe ser registrado en caso de un juicio y solo su verdad dictará al culpable. Nunca ha habido un inocente condenado ni un culpable en libertad. Eso incluye a los Dioses.
Me hundo en el trono de mi sala, leyendo el pergamino que detalla la relación entre un Dios y un alma.
Las almas humanas están conectadas a la tierra, sus conocimientos se basan plenamente en la vida que han experimentado estando en un solo plano. Aprenden de otros seres humanos y de sus relaciones con ellos, así es como crean vínculos y logran empatizar. Los Dioses no nacen, son creados. Nadie les enseña sus roles ya que están dictados por la existencia y sus experiencias se basan en la magia que corre por cada plano espiritual que han creado o atravesado.
He descubierto que está diferencia es esencial en el vínculo entre un alma y un Dios. Los humanos no experimentan el latir de la magia o el movimiento del espíritu; son simplemente emociones y aprendizaje de ancestros y otros que los han rodeado a lo largo de su vida en la tierra. Los Dioses no hemos experimentado jamás vínculos familiares ni ataduras por lo que ser atado a un alma es lo más cercano que encontraremos jamás de la humanidad.
Es imposible dañar este plano o la humanidad si te descubres a ti mismo en el corazón de un alma. He aquí la intención de la existencia. Un Dios jamás podrá ser egoísta, avaro o malicioso hacía la tierra que ha creado para nosotros si la razón por la que vive le ha enseñado lo que es tener vínculos.
Por otro lado, la relación entre un Dios y su alma es aparentemente voraz. La necesidad de protección y consumación carcome los sentidos e induce a la desesperación. Para un ser divino que jamás ha tenido un vínculo, un propósito que no sea una orden de la existencia, tener un compañero que lo complementa es una bendición.
Este vínculo podría ser visto como un castigo o un acto de misericordia infinita. Es el método más efectivo para la existencia de resguardar el equilibrio y sigue siendo amor en su máxima expresión. Un alma, un ser, una vida que te acompaña. Por primera vez, no estarás solo en tú propósito.
Solo hay otro vínculo que iguala tal devoción y es entre la existencia y cada ser. Y como está última, el alma de un Dios es para la eternidad.
Dejo caer el pergamino, que desaparece antes de tocar el suelo. A mis pies, las sombras abarcan parte del suelo y las paredes de mi alrededor. Mi magia permanece errática desde que encontré a mi alma, no se calma y está en constante agitación. No puedo dispersar las sombras y se enrollan sobre la humana para protegerla como si no hubiera más en que centrarse.
Aún cuando mis almas se pasean por el territorio, las sombras no abandonan su propósito con la humana que permanece en un sueño difícil. No importa si un humano acaba de cruzar el velo afligido y con necesidad de empezar su proceso de sanación para una nueva vida, mis sombras no desistirán hasta que mi humana despierte de nuevo.
Aprieto los dientes, los anillos de mis dedos parecen quemarse. Los símbolos en ellos resplandecen y se calientan con la misma fuerza que el dije que golpea mi pecho. Capto pequeños hilos de magia en el aire, se atan entre sí y atraviesan mi pecho para entrelazarse hasta estar fuera de mi vista. Sé hacía donde me llevan, es como si un arpón se enterrara en mi pecho y me arrastrara de rodillas hacia ella.
Aprieto los dientes, entrelazando mi propia magia con el hilo de nuestro vínculo para aliviar la sensación. Si tengo que elegir tomaré esto como un castigo por mis planes, como una advertencia de la existencia antes de siquiera considerar romper sus delicadas reglas. Es una lástima que esté determinado.
—Athla
La magia se condensa en el aire antes de arrojar a la única criatura capaz de cruzar todos los planos terrenales. Athla fué creada para atrapar a cualquier alma o Dios que necesitara ser convocado, es quien atrapa a las almas que escapan y quién castiga a quiénes están tan podridos que no pueden iniciar una nueva vida. Es la ama y dueña del círculo de los castigos y es tan antigua como las almas.
—Mi señor —su cabello blanco fluye en el aire mientras se arrodilla a mis pies —, ¿En qué he de servirle?
—Para el amanecer del mundo humano has de decirme quién es la humana que yace en mi cama.
Sin cuestionar, Athla se levanta del suelo con gracia. Sus ojos sin vida se detienen un instante en mis anillos antes de que sus alas negras se desplieguen.
—Athla.
—¿Si, mi señor?
Observo mis anillos, queman con fuerza. Solo puede significar que se halla cada vez más lejos. Detesto cada vez que pasa.
—Tráeme también al alma que acaba de escapar del plano.
ESTÁS LEYENDO
El alma de un Dios
FantasyLa muerte no es el final; él lo es. Entonces, cuando lo encuentro, sé que todo acabó. Portada por: @OmiBilre (siguela en Wattpad y en Instagram para ver más de sus obras y arte)