Cassio
Tengo un presentimiento, es algo fugaz y poco persistente. Aún así, mi magia se agita cada vez que pienso en ello. No es sólo la oscura visión que tuve anoche mientras Atenas dormía. Es el movimiento del aire, el olor en la estancia, el sutil roce del hilo que nos ata.Los rollos se acumulan a mí alrededor en la sala del trono, he leído cada pergamino en busca de cualquier cosa. No sé exactamente qué; quizás un arma más fuerte que mi daga para dañar a Vair.
Entre los Dioses, la información es aún más preciada que la gloria. Guardamos secretos, privamos a nuestros hermanos de saber cuestiones cruciales y somos cautelosos. La confianza es tan fina que romperla es inevitable. Confiar en alguien es tan valioso como la magia misma.
Viví mi existencia hasta ahora dependiendo de mi, fracasando y aprendiendo a no repetirlo. Soy inflexible y brutal cuando me equivoco, un error podría costarme las almas. Y sin embargo, me encuentro confiando en Atenas.
Una mujer que empezó sirviendo a Vair, que no me dice todo y que necesito proteger con ferocidad. La han dañado, obligado la mayor parte de su vida, sin elecciones. Y a pesar de que está atadura tampoco es su opción, quiero que elija mi bando, mi causa y mis almas.
Porque si ella elige eso, yo la elijo a ella.
Mi mano acaricia mi pecho sobre la armadura, el hilo de mi atadura extenuante. Por una vez, no deslizo magia para hacerlo desistir. Siento el vínculo, la magia que se deshace a su alrededor y me atrae. La parte posterior de mi cabeza choca con el trono, mi respiración se profundiza y me mareo entre la magia.
El deseo es feroz, estar cerca es una necesidad real. Es físicamente duro y desgastante. Sé que está a salvo leyendo los libros de las almas y aún así necesito ver con mis ojos que cada herida se ha curado, que no está en medio de una visión, que no está triste.
Me veo como un idiota, sentado aquí tratando de ganar una guerra pero mucho más preocupado por la mujer de cabello púrpura. En su aroma, en sus ojos, en la forma en la que me habló ayer, con los ojos brillantes. Su pequeño cuerpo me acorraló y es la primera vez que percibí en Atenas molestia.
—Te lo dije, está perdido —murmuran.
Frunzo el ceño, mis labios se tuercen en una mueca cuando abro los ojos. Astor se apoya en una de mis paredes, una sonrisa burlona se extiende por sus labios. Su armadura esmeralda se confunde con sus ojos rasgados. El único Dios que cayó por primera vez en la tierra lejos del lugar del descenso, donde caímos todos los dioses. Su forma humana adoptó los rasgos de ese lugar, donde habitaban los primeros humanos.
Astor se pasa los dedos por el cabello negro y echa la cabeza hacia atrás. Una mano mucho más grande y llena de tinta se desliza por su frente, acunando ligeramente su cuello. Mi hermano sonríe, el aire espesándose con su magia. Hago una mueca profunda, levantándome.
Astor no presta atención al guerrero moreno y feroz detrás de él, con los ojos tan rasgados como los suyos fijos en mí. Me fijo en el color, uno tan esmeralda como los de Astor y el otro de un negro profundo. Riku me observa con atención, probablemente determinando como derrotarme si atento contra su atadura.
Puedo admitir que Riku sería un contrincante mucho más que decente. Su entrenamiento en combate es brutal, maneja un arma como un Dios. Podría ser el primer humano en compararse con Tanaias.
—Astor, llegas a tiempo.
Me mira de arriba a abajo un segundo, su sonrisa torcida.
—Fuiste persistente.
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El alma de un Dios
FantasíaLa muerte no es el final; él lo es. Entonces, cuando lo encuentro, sé que todo acabó. Portada por: @OmiBilre (siguela en Wattpad y en Instagram para ver más de sus obras y arte)