Prólogo

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Tomo asiento en una de las bancas que adornaba el parque de la ciudad de Nueva York, intentando ordenar mis pensamientos sobre volver a Moscú; dejé toda mi infancia allí para perseguir mis sueños más dorados.

Desde mi asiento veo como la gente se pasea e inspecciona mi arte, se preparó una pequeña feria de exhibición pero yo no estaba teniendo la mejor suerte.
O eso creía cuando un hombre con traje y buen porte se detiene a admirar mi trabajo, pero se veía más interesado por mis réplicas que en mis trabajos originales.

—Vaya, parece que tenemos a una romántica del arte.—junto a él apareció un gato de color gris y collar celeste, hacían juego con los ojos de ambos.

—¿Está interesado en alguna?—me levanto de mi sitio y señalo la tabla, pero el hombre no parece escucharme en absoluto.

—Estas copias son...casi buenas, me pregunto como lo consigues.—su tono burlón y elegante sale con la gracia del desdén mientras se toca la pálida barbilla.

"Casi"

—Disculpa, ¿y tú quién eres?—fingí la sonrisa más amplia y sin dientes que pude mostrar, el hombre finalmente se dirigió hacia a mi.—¿Cómo se llama su gata?

—¿Quién dijo que era mía?—mostró sus dientes en una sonrisa retorcida.

—No has negado que es hembra y en su collar tiene la misma insignia que tienes en el bolsillo de tu traje. Fácil.

Él solo asiente con la cabeza en aprobación y lentamente se va; la soledad no duró mucho tiempo ya que mi compañera de clase se ofreció a guardar mis cosas junto con la de los otros compañeros y me dirigí rápidamente a una de las calles de la galería de arte, el sol estaba escondiéndose y eso solo significaba que estaba por llegar tarde, aunque de pronto una tienda de joyas llamó mi atención.

En su vitrina se apreciaban unas hermosas piezas y una era idéntica al collar que había estado trabajando hace un tiempo, me percaté que de ese mismo collar descendía una mano elegante, femenina, con un anillo adornando su elegancia. La misma extremidad me hizo un gesto para que entrara, mi mirada subió y vi unos labios carmesí en la cara pálida de una mujer que aparentaba unos treinta años pero se veía magnífica.

—¿Yo?—me señalé a mi misma y la mujer emitió una risa, su boca formó un "sí, tú" que no pude escuchar.

El local tenía un ambiente parisino y todo el lugar desprendía un olor a chocolate y otra sustancia que no podría descifrar.

—Oh, querida. Necesito tu ayuda, ven aquí.—ella tomó mi antebrazo y me guió hasta su espacio personal, frente de nosotras había un espejo de cuerpo completo.

—Mi ayuda...—ella tarareo en respuesta.

—Verás, tengo un evento importante ahora mismo y no me decido cuál es mejor.—tenía un collar distinto en cada mano, los dos adornados de perlas, uno en más cantidad que el otro. Se verían preciosos en ella.—Toma, sostén este por mi mientras me pruebo el otro.

El collar que tenía más perlas en abundancia se sentía caliente contra mi piel después de que ella lo tuviera por poco tiempo en su mano, lo que me hizo levantar una ceja pero seguí mirándola.

—¿Y bien, cuál es mejor?—se dió vuelta con elegancia hasta quedar cara con cara mientras ella me miraba a los ojos con dulzura.

—Bueno, ambos son muy bonitos pero este es falso.—levanté mi mano para enfatizar con mi percepción.

—¿Oh?—su media sonrisa hizo un extraño efecto en mi cuerpo que decidí ignorar y tenderle el collar hacia ella.—¿Cómo es posible que lo sepas?

Reina de LadronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora