CHOI SSI

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Mi "buenos días" la sobresaltó. Parece haber olvidado que mi pequeño Namu me enviaría para poder asistirla.

Tampoco se esperó encontrarme apostada en la cocina preparándole el desayuno. Se notaba que estaba acostumbrada a la soledad.

—Buenos días— volví a insistir, como acomodándola a la idea de que por un tiempo se toparía con esta vieja mujer.

—¡Oh! Disculpe, señora...—se detuvo pensativa—¿Choi? ¡Si! Es Choi. Perdone mi falta de educación y mi mala memoria.

—¡Ah, mi querida! ¡Tranquila! Cuando una tiene demasiadas nubes en la cabeza, la memoria tiende a borrarse con facilidad, ¿no cree?—le dije de manera dulce, regalándole una sonrisa que la confortara.

En ese momento tenía tantas ganas de buscar al niño Kim y abofetearlo por impulsivo y caprichoso ¿Por qué aborrecía a esta pequeña niña? Sinceramente no comprendía que era lo malo que había hecho.

Me devolvió una sonrisa franca y tímida. Mi corazón se llenó de un calor intenso de madre y me daban ganas de abrazarla y contenerla en ese preciso momento.

—Mi querida, vaya al comedor y espéreme allí. Le llevaré el desayuno en un instante, ¿si?

Me dí vuelta dándole la espalda, esperando escuchar las pisadas alejarse hacia el otro recinto. Sin embargo, el silencio primó en ese momento. Al volverme, la pequeña seguía allí.

—¿Pasa algo, señora?—le pregunté extrañada.

—Es solo que—miró hacia abajo dubitativa—¿usted ya desayunó?

La pregunta me sorprendió de manera grata. Aquella soledad en la que vivía inmersa la empujaba a pedir cosas o gestos de la manera más veladamente desesperada.

—No, no lo hice aún. Iba a esperar a que usted lo haga y luego lo tomaría yo, así no la molestaba señora.

Sus ojos se encontraron con los míos. Un cachorro abandonado tenía mejor aspecto al brindar una mirada cuando busca ser rescatado y aceptado. Sus manos se retorcían de una manera brutal, dejando los nudillos totalmente blanquecinos por la presión.

—¿Gustaría usted, si no es mucha molestia, acompañarme en el salón? Pero si la incomodo, lo sabré entender.

Mi niño debía estar verdaderamente desquiciado si rechazaba a este angelito. Estaba tan lastimada su moral y su vida que la compañía de una simple sirvienta le arrojaba luz a su tremenda oscuridad.

—Será un placer y un honor para mi, señora Alma.

—¿Puedo pedirle algo más?—se arriesgó a decir.

Asentí quedamente, esperando su petición. "¿Solo me llamaría Alma? El título de señora está solo en los papeles. Jamás lo seré".

Escucharla decir aquello con tanta tristeza y resignación fue un golpe duro para mí. La vi caminar hacia el comedor muy despacio; parecía aún más diminuta de lo que parecía. Esperé a que se sentase, le serví una taza de café y unos panecillos que había horneado temprano. Tomé un lugar en el lado derecho del mesón y nos dispusimos a desayunar.

El silencio no era incómodo pero pesaba demasiado. Por ratos, la joven señora dejaba escapar alguna que otra mirada furtiva hacia mi. En todos estos años que llevo como ama de llaves y nana de Namjoon - há, he aprendido a leer gestos, vistazos, hasta palabras dibujadas en el mutismo de los labios.

Estaba más que segura de que quería entablar una conversación, pero no sabía cómo.

—¿Gusta de este lugar, señora? ¡Oh, perdón! Alma—me corregí de inmediato para no incomodarla.

—¡Oh, señora Choi! No se disculpe. Es comprensible que se equivoque, puesto que recientemente se lo solicité. Y, si, me gusta mucho esta casa. No es tan inmensa como la principal. Es modesta y acogedora; aunque lo sería más si...— y calló de inmediato su alocución.

Se sonrojó de sobremanera, bajando la cabeza y evitando mirarme.
Al instante, decidió levantarse.

—Le pido disculpas, no me siento bien. He perdido el apetito y quiero ir a descansar. Si no le importa,me retiro.

—Niña querida, por favor, siéntate un momento—dije apoyando mi mano cálidamente sobre la suya—Me encantaría poder charlar contigo para poder entender por qué mi niño grande está tan molesto contigo.

—Yooo... yo...—y trago algo así como un nudo enorme que le obturaba la garganta y que solo se disipó cuando comenzó a llorar suavemente.

Me levanté de prisa y la abracé sin miramientos. Su llanto se calmó unos instantes para luego continuarlo entre suspiros y temblores.

—Pequeña, desahógate. Llora cuanto necesites, que yo te sabré consolar— fue mi respuesta ante su desmoronamiento.

Y sin pensarlo, atrapó mi cintura en un abrazo desesperado. Esta muchachita estaba famélica de amor y comprensión.

Sabía lo que era eso. Namjoon había crecido sin el amor de una madre; la suya había apostado su cariño en otro hombre, yéndose de su lado sin mirar atrás.

Fui la figura materna de aquel chiquillo abandonado y desolado, y aquí, en este momento, la historia se volvía a repetir.

—Alma querida, ¿por qué no hablas con mi Namu?

—Él no quiere hablar conmigo, señora Choi—contestó mientras me dejaba acariciarle el cabello.

—Pues, ese muchachito tiene que escuchar razones y darte una oportunidad, cariño—aseveré.

Levantó lentamente su rostro enrojecido por el llanto. En sus ojos había, más allá del aguacero que se precipitaba, una mezcla entre angustia y pesar, pero sobre todo, un fulgor de esperanza hacia mí.

—¿Usted cree que mi esposo la escuchará? No quiero que se enfade y la regañe por mi culpa.

—¿Tú piensas que se enojará conmigo? ¡Que haga el intento y ya verá quién ese Choi Ha‐Ra ese mocoso!

Por fin pude sacarle otra sonrisa. Era como mil amaneceres juntos después de una tormenta de madrugada.

—Así me gusta, Kim Alma. Que sonrías con calidez. Todo problema tiene solución, y esto no será la excepción. Juntas le haremos frente y conseguiremos que ese chiquillo terco se disculpe, ¿si? Ahora, vamos a terminar de desayunar y, mientras, me cuentas cómo surgió este malentendido.

Solo atinó a mover su cabecita en señal de aprobación. Se volvió a apoyar en mi pecho y con un profundo suspiro dejó de llorar. Su estado me aseguraba tranquilidad. Solo esperaba que "mi querido hijo de cariño" no desatase una tempestad dentro de una copa de cristal.

EL GRAN PREMIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora