¿SUERTE?

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Pasaron casi seis meses desde que contraimos matrimonio. Mi "esposo" no volvió por mi ni siquiera aquel día.

Tuve algunos intentos de ataque de pánico y creí morir; la única persona a mi alrededor era Lisa. Fue la que me ayudó a seguir sin fracasar en el intento.

Una vez estabilizada, decidí volver a ser aquella chica escondida entre los paquetes y sobres que repartía en la oficina.

El "señor Kim" (pensé llamarlo así de ahora en más) no había solicitado mis "servicios de esposa", y sabía perfectamente que había tenido eventos en los cuales debía asistir acompañado... aunque no conmigo.

También sabía de sobra que me lo merecía —¿de verdad me lo merecía?— por haberlo engañado (¿lo hice?)

De todos modos, esos planteamientos no me arrojaban nada bueno.

Si, mi vida transcurría igual que siempre, solo con el mote de "señora casada"... y si, era un mote, como un simple e irónico apodo: un título y nombre inventado.

Sin más ni más, me propuse reconstruirme desde los escombros que me habían quedado de la brutal determinación del señor Kim.

La casa en donde estaba sería de mi dominio por el espacio de un año, el tiempo mínimo que debíamos soportar estar casados, se efectuase la fusión y de ahí, cada uno por su lado.

Mi padre, como de costumbre, también me había abandonado. Desde que vine a vivir con él, jamás tuvimos -ni siquiera- una hora para saber uno del otro.

Como dije, con la única que contaba era con Lisa, mi única amiga y mi único apoyo. Ella venía regularmente a verme. La muy tonta se sentía culpable por todo lo que había sucedido. "Lisa, por Dios ¿cómo puede ser tu culpa?", ya era el verso que repetía una y otra vez cuando ella se ponía melancólica y hasta lloraba.

—¿Cómo no voy a ser culpable? ¡Mirate en el estado en que estás! Completamente sola y sin ningún tipo de ayuda más que la monetaria. Como si el matrimonio fuese un trabajo remunerado. Esto no hubiese sucedido si no te presionaba a ir a las subastas.

—Amiga: de una manera u otra, tarde o temprano, hoy o mañana, esto iba a suceder. El padre de Nam y el mío ya lo tenían planeado. Lo que le pasa a mi supuesto esposo son suposiciones que solo están en su cabeza—expliqué a Lisa tratando de parecer serena y segura— Yo tampoco sabía que él sentía cosas por mí siendo una simple chica.

—Tu sabes bien como soy; mis complejos, mi falta de autoestima me obligan a esconderme tras otras personalidades y hago hasta lo imposible por pasar desapercibida ¿Qué  iba yo a imaginar que él me supo ver cuando nadie lo hacía?

Luego de hablar de lo mismo y llegar siempre a igual conclusión reinaba el silencio que solo se rompía cuando Lisa proponía que viesemos el variety de la banda de kpop que nos gustaba. Por lo menos, esa distracción hacía maravillas tan solo una hora y media que duraba el programa y  luego que mi amiga se despedía y se iba para volver a estar sola.

Sabía bien que mi vida no podía estancarse por un año y lamentarme todo ese tiempo, así que decidí estudiar nuevamente. Quizás algo corto, pero que me tuviese ocupada la mente la mayor parte del tiempo.

El "señor Kim" nunca estaba en la casa grande más que a la noche, así que no era un inconveniente ir y venir a cualquier lugar.

En seis meses, me acostumbré a viajar en transporte público, a caminar y a volver a desaparecer entre la gente.

Seis meses de rutinaria invisibilidad y aparente tranquilidad hasta ese día; aquel en que creí que el señor Kim me había perdonado.

El "día N" (como lo denominé desde entonces) se presentó más gris y frío que nunca. Tenía la opción de faltar a clase; jamás lo había hecho desde que comencé, y esa jornada iba a ser demasiado extendida y culminaría pasadas las 10 p.m.

El quedarme en casa no era una opción buena —creí en ese momento—por lo que me levanté, me alisté, desayuné mientras preparaba unos bocadillos con que engañar al estómago hasta volver aquí a la noche.

Al salir, un viento helado me estremeció y un nudo en mi estómago se instaló. Traté de restarle importancia, pero la dureza en mi abdomen era inconmensurable.

De ahí en más, la jornada parecía transcurrir sin sobresaltos, solo aquellos normales y cotidianos.

Al finalizar las clases, salí apresurada para tratar de llegar a tomar el último bus que me llevase a mi hogar, pero la suerte no estuvo de mi lado y lo perdí. Podría haber llamado a Lisa para que me recogiese y me dejase en mi casa; sin embargo, preferí no molestarla, puesto que ya debía estar descansando luego de un día de  intenso trabajo.

Mi cabeza se debatía entre llamarlo y no hacerlo, sin darme cuenta que había recorrido a pie un tramo importante y que me había adentrado en una zona no muy buena. Volví a la realidad cuando me encontré con un par de sujetos de dudosa apariencia.

—¡Linda! ¿Qué haces sola por aquí a estas horas? ¿Acaso no tienes quien te busque?—alegó el tipo más alto y más temible.

Me quedé inmóvil sin saber qué hacer o qué decir.

—Para poder pasar por aquí debes pagar un cannon, ¿entiendes? Así que, ricura, entrega todo lo que tengas de valor y nadie te hará nada... aunque sería una pena no probarte—dijo el otro de cara más sombría y sonrisa amarillenta.

—Por favor, dejenmé seguir. Aquí tienen mi mochila y mi móvil. Es todo lo que tengo—logré decir sin desvanecerme.

—Mmm, cariño, creo que nos quieres hacer enojar, ¿no te parece, Bang?

—¡Ah, niña tonta! ¿Creías que no nos ibamos a dar cuenta de lo que ocultas?—dijo enfurecido el grandote señalando en dirección a mi mano izquierda, precisamente, en mi dedo donde descansaba la alianza de matrimonio.

—Si quieren vamos a un cajero automático y les doy todo el dinero del que dispongo pero, se los ruego, no me quiten el anillo—rogué poniéndome de rodillas y comenzando a llorar. Mi llanto se calló con el primer puñetazo, tirándome al piso, para después ver la sombra de un botín... luego no recuerdo nada más.

—¿Señor Kim Namjoon?

—Si, con él habla. Disculpe ¿con quién tengo el gusto?

—Mi nombre es Cha Mingyu, sargento de la comisaría de Busan. Una pregunta,¿Conoce a la señorita Kang Alma?

—Si la conozco, pero no es señorita, es mi esposa ¿Qué ocurre sargento?

—¿Podría usted acercase al destacamento? Le explicaremos bien lo que pasó.

Nam llegó a las diez minutos de haberse contactado con el policía. Al ingresar, pasó a mi lado sin percatarse de mi presencia. Se lo notaba molesto, y yo sabía que todo lo concerniente a mí a él le fastidiaba. Le había pedido al oficial que no lo llamase, que yo sola podía por mis medios volver a mi casa. Aún así, el sargento hizo caso omiso a mi petición e insistía que alguien cercano a mí debía llevarme al hospital luego de asentar la denuncia del incidente.

El señor Kim se acercó a uno de los escritorios y pidió por el sargento Cha. El oficial apareció y, luego de presentarse, le comentó a grandes rasgos qué había pasado y señaló hacia donde yo estaba. Nam se dió vuelta mostrando su rostro malhumorado, que a los segundos cambió a uno de estupor, pues el mío no estaba en las condiciones en las que él conocía y tanto odiaba.

"¡Wow! El poder de los magullones y un ojo inflamado son sorprendentes" me dije amargamente  para mí, mientras lo veía acercarseme demostrando, por primera vez, que estaba asustado y preocupado.

EL GRAN PREMIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora