IRREMEDIABLE

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Faltaban unos pocos días y podría anunciar a mi familia la hermosa noticia de que "pequeño Botón de Oro" estaba creciendo en mi barriga.

Las fluctuaciones de mis hormonas hacían peligrar el descubrimiento de mi secreto en los instantes más peculiares que pasaba junto a Joonie o cuando me encontraba en compañía de Choi omma.

Debía escabullirme sin despertar sospechas para poder escribir en mi bitácora natal. No me había dado cuenta cuántas páginas había llenado con datos de mi bebé y de tantos posibles nombres que le quedarían a medida. Ensayaba cada uno de ellos en susurros que hacían cosquillas en mi mente y mi corazón. Unos más que otros me causaban risas cristalinas, en donde se vertían las lágrimas más amorosas que haya podido volcar.

Cada ultrasonido que me realicé estaba etiquetado, cuidadosamente pegado en una hoja individual, con detalles específicos escritos al pie de las imágenes.

"Mi Botón de Oro ha crecido demasiado. Mide..." y cada letra parecía un tinte de la imaginaria voz que le daba a mi pequeño hijo, como si él me estuviese contando cómo iba su vida allí dentro.

Al tiempo noté como mi vientre se había abultado ligeramente y me afligí pensando en que ahora sí me descubrirían, pero al instante me serené volviendome a ver en el espejo, cuando bajé mi sudadera enorme. Nadie sospecharía, pues no había perdido la costumbre de usar ropa demasiado holgada.

Todo transcurría normal, rutinario. Había comenzado a pasar más tiempo en la casa grande y junto a Namjoon. La mayoría de las noches dormía con él en su habitación y despertaba feliz antes de que el sol despuntara y yo misma preparaba su desayuno.

La señora Choi reía satisfecha con todo lo que había ocurrido desde que decidimos dejar de lado el rencor y apostar por un "felices para siempre". Me ayudaba con las sugerencias a la hora de preparar los platillos favoritos de mi hermoso esposo y yo le había enseñado una que otra receta típica de mi tierra de nacimiento, siempre y cuando se pudiesen conseguir los ingredientes o, simplemente, creabamos versiones raras pero atractivas de las mismas.

El ciclo de tristeza parecía haberse cerrado. Me permití relajarme y confiar en que la vida me estaba premiando luego de tantos momentos de dolor.

Pero cuando el viento se detiene de repente, aunque el sol brille con firmeza en medio del cielo y las nubes se alzan de golpe grises plomo y amenazadoras, es porque la tormenta que creías que jamás llegaría, terminaba golpeando en tu realidad de manera brutal.

Estando en la casa principal y a la espera de que el pastel recién enviado al horno se cocinase, me dispuse a dar una de las tantas vueltas que realizaba constatando de que todo estuviese en su lugar o acudiendo a los pedidos de los empleados por si faltaban utensilios o alguna otra cosa para sus quehaceres.

Mi ronda terminaba siempre en la sala de estar, donde me sentaba en el amplio sofá para así ver algún programa en el tele que pendía de la pared y por encima de la chimenea.

Mientras saltaba de un canal a otro, mis ojos no dejaron de notar algo que desentonaba con la armonía del lugar. Sobre la mesita de café, alguien había dejado una tarjeta comercial. Levanté aquel pequeño rectángulo y leí la información. Era de la joyería que se encontraba enclavada en la calle principal del centro de la ciudad. Detrás tenía anotada una leyenda: "retirar antes de fin de mes".

¿Qué podía ser aquello? Pensé en una serie de posibilidades, hasta que recordé que Namu me había prometido volver a regalarme la alianza de boda que me robaron y con el plus de una sortija de compromiso que jamás tuvo la oportunidad de darme.

Mi emoción fue inmensa al pensar que las alianzas que Nam probablemente iba a entregarme, sería al mismo tiempo que yo le confesaría mi embarazo. Más perfecto no podía ser.

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