Escribe una historia de una persona que conoces y aprecias

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El llanto de mi hermana retumbó en mi cabeza. Volteé rápidamente hacia mi cama y mi mirada se desplazó superficialemnte por la maleta abierta que estaba sobre esta. Enumeré una y otra vez cada cosa que debía empacar para asegurarme de no olvidarla. Maquillaje, bolso de maquillaje, ligas para el pelo, desmaquillante, pestañas, traje del baile grupal, traje del solo, cepillo de pelo, laca para el pelo, crema...¿qué me faltaba?

—Hija, ve a tu hermana un poquito.

—Ya voy—asentí algo ansiosa, intentando buscar lo que me faltaba, aunque no sabía qué era exactamente.

Me dirigí a la habitación de mi madre, justo frente a la mía, para encontrarme con mi hermana de pie frente al televisor, completamente embobada por las caricaturas. Pensé en que no le ocurriría nada si iba sólo un momento al baño, que estaba justo al lado, para lavarme los dientes. Así lo hice, dando una que otra mirada rápida a mi pequeña hermana, para asegurarme que nada le ocurriese.

En cuanto terminé de lavarme los dientes estuve lista para salir, miré de nuevo a la bebé, que había decidido sentarse en el piso para quién sabe qué cosa. Volví a mi habitación para terminar de cerrar la enorme maleta.

Mi celular sonó con una notificación, el profesor de baile habló en el grupo, excusándose, pues no tenía transporte para llegar al lugar de la presentación. De paso, vi la hora, debí haber salido de casa hace más de treinta minutos.

Mi hermana comenzó a llorar y rápidamente fui a verle, pero mi madre se me adelantó.

—Te dije que vieras a tu hermanita.

—Pero la estaba viendo, sólo me distraje un momento.

Mi madre consoló a mi hermana, mientras yo regresaba a mi habitación para tomar la maleta.

—El profe no tiene forma de llegar—anuncié.

Ella volteó a verme.

—No querrá que lo llevemos...—exclamó, temiéndose como si aquello fuese lo peor.

—Supongo. —Me encogí de hombros. —Ninguna de las chicas le contestó.

El celular de mi madre sonó, y ella me observó con desagrado.

—Es el profe—susurró, como si él la fuese a oír.

Yo sonreí.

—Contéstale.

—Es que no quiero llevarlo. —Dejó a mi hermana en el piso y contestó el teléfono. —¡Hola, profe! ¿Cómo está? —preguntó alegremente, e hizo una mueca. —Sí, es que ya vamos en camino—mintió.

Volví a mi habitación para terminar de arreglar mi cabello y ponerme los zapatos.

—Claro...entiendo —contestaba mi madre. —Sí, bueno, espéreme afuera.

Le observé por el reflejo del espejo.

—Ya, vamos que hay que llevar a tu profe—indicó.

Bajamos las cosas, y guardamos todo lo de mi hermana en el auto, que era casi la misma cantidad de cosas que las que yo llevaba. Su jugo, su leche, su comida, su lonchera, sus juguetes, sus muñecos de peluche...

—¿Llevas todo? —preguntó mi madre, mirándome por el retrovisor.

—Sí, creo.

—¿Cómo que creo? —Frunció el ceño.

—Sí, vamos.

Y emprendimos el viaje, casi no había dormido por los nervios de presentarme ante gente tan importante; esa presentación de baile lo era todo, significaba que si ganaba, viajaría a Estados Unidos a cumplir mis sueños de aprender de bailarines profesionales.

Yo en treinta capítulosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora