Luego de darme una larga ducha, encendí la televisión, hasta que el noticiero me hartó. Repetían una y otra vez las hazañas del incomparable Résistent.
Me dejé caer en el sofá, siendo consciente, por primera vez en mucho tiempo, de cada uno de mis huesos.
—Carajo...
Apreté los ojos con fuerza, intentando ahogar el quejido que nacía en mi garganta.
Suspiré, al final, el dolor es mental, ¿no?
Cambié de canal, me agobiaba ver una y otra vez cuando Éclairant me lanzó contra el muro, y mi espalda fue usada como demoledora.
—¿Cuando vas a confesar que has perdido tus poderes?
—No he perdido nada, Jules, todos tenemos malas rachas. —Un punzante dolor me atravesó desde la clavícula hasta la muñeca,obligándome a soltar un quejido.
—Si la tuya continúa, no vivirás para contarlo.
—Gracias por tus ánimos—bufé.
—Me preocupo por ti, Thomas.
No contesté, y mi hermano regresó a la cocina.
En realidad tenía razón, me estaba temiendo comenzar a perder mis poderes. La recuperación estaba tardando más de lo habitual, y tener batallas diarias no ayudaba en absoluto.
La ducha tibia había ayudado un poco con el dolor muscular, pero si no tomaba una aspirina cuanto antes, sería imposible dormir.
Hice lo que pude para ponerme de pie, y me apoyé del mueble del televisor para conseguirlo.
Una vez en posición, me dirigí al baño, al botiquín tras el espejo, y tomé un par de pastillas.
Lo único bueno de todo eso es que nadie conocía mi identidad secreta, y si me daba la gana dejar de ser Résistent, podía dejar de serlo, al final, nadie me reprocharía la ausencia. Sin embargo, el compromiso que sentía con la París me impedía abandonar mi labor. Résistent no huía, luchaba hasta el final.
Durante la noche, entre sueños, oí la sirena de la policía, y me temí lo peor. Sinceramente, y como en cada historia de superhéroes, la policía era nefasta, entorpeciendo más que ayudando.
Aguantando el horrible dolor de las piernas, me levanté. Busqué mi traje, me vestí y con agilidad salí de la habitación.
—¿A dónde crees que vas? —Jules me observaba frente a la puerta de entrada.
—Hazte a un lado.
—No puedes salir así, Thomas.
—Thomas no puede, pero Résistent sí.
Mi hermano me sujetó con fuerza por el brazo, clavando sus dedos justo en la lesión más reciente de mi brazo. No pude evitar soltar un quejido.
—Escúchame, Thomas. —Mi hermano se agachó junto a mí, que reposaba de rodillas en el piso. —No vas a salir esta noche, la policía se encargará y tú descansarás.
—No he perdido mis poderes—jadeé.
—De acuerdo, creamos que no los has perdido,de todas maneras necesitas darles tiempo para recuperarse.
No contesté. Jules me ayudó a levantarme y me llevó de vuelta a la cama.
—Y quítate ese traje de encima.
Desperté a la mañana siguiente, algo más tranquilo y fuerte.
—Te hice el desayuno.
—Gracias.
Mi hermano me acercó un plato de hotcakes, que comí con ansias.
—Veo que te sientes mejor.
—Así es.
—No se te ocurrirá comprobarlo.
—Por supuesto que sí.
Antes de que Jules reaccionara, Résistent entró en acción. Bajo mi pijama, llevaba el traje de mi segunda identidad, y con rapidez salté por la ventana, como solía hacer. El golpe de la caída fue tan fuerte que creí haberme roto algo. Descansé un momento en el piso, estirado como estrella de mar, sintiendo cómo mi pecho se levantaba con la respiración.
—Carajo...
Me levanté una vez más, intenté saltar de regreso a la ventana antes de que alguien me viese, pero no pude hacerlo. Cada salto que daba me destrozaba aún más el tobillo. Decidí esconderme y quitarme el traje, era peligroso que alguien viese a Résistent tan cerca de mi casa.
Me senté en el suelo, lo más pegado a la pared posible, y me quedé allí, inmóvil, sin saber qué hacer. A los pocos minutos, llegó Jules.
—Vamos, Thomas—susurró extendiendo su mano. —Te prepararé un té.
Sostuve su mano y me puse de pie, ambos subimos de regreso al apartamento.
Mi hermano me sirvió té y me arropó con una manta.
—Résistent tiene que regresar, no puede dejar a los parisinos desolados. Él no se rinde, es invencible.
—Résistent ayudó a los ciudadanos a recuperar la esperanza, pero tienes que saber que fue un personaje que todos crearon en su mente. Era una expectativa. —Suspiré. —Hasta antes de que esos extraños poderes llegasen a ti, eras un hombre justo, recto, hecho y derecho. Un hombre que me llena de orgullo. No sientas que tu vida a acabado por esto.
Asentí.
—Gracias, Jules. Siento como si estuviera pasando por un duelo.
—Puedo imaginarlo. —Me dio un abrazo, firme pero sensible. —Eres mi hermano, y eso basta. No necesitas ser un superhéroe con superpoderes para que yo te quiera.
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Yo en treinta capítulos
RandomAquí les compartiré mis textos correspondientes a un reto de escritura diario. Una vez publicados no tendrán edición, ya que me parece que esa es la gracia, dejar que fluya y de esa manera escribir a diario, no solo para mejorar mi técnica sino que...