Una historia que involucre una leyenda inventada por ti

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-¿Qué se sabe de ellos?
-No demasiado, pero yo que tú no me acercaría mucho a uno.
-¿Por qué?
-Bueno son algo...inestables.
-¿Inestables?
-Eso dicen.
-También decían eso de los híbridos, y tú eres uno, Markus Wolfsbane.
Sonrió.
-¿Qué insinuas, Lilly Matthews?
-Que debemos darle al menos una oportunidad a un cambiaformas.
Markus se llevó ambas manos a la cabeza.
-No me perdonaría jamás que algo te sucediese por acercarte a uno.
-No me va a suceder nada-exclamé. -Conocí a un chico a quien quisiera darle una oportunidad.
Él suspiró.
-¿Tú crees que pueda traer algún beneficio?
-Como cabeza del Valle de las Hadas deberías ser el primero con ganas de brindar apoyo a criaturas nuevas.
-Sí, pero ¿qué tal si desata el caos? Las hadas son muy temerosas.
-Y muy prejuiciosas...-murmuré.
Él sonrió.
-Fingiré que no dijiste eso.
-Markus, por favor-rogué. - Permíteme acercarme a ese chico, y todas las consecuencias correrán bajo mi responsabilidad. -Suspiró. -¿Es que acaso no confías en mí?
Me observó por un momento.
-Bien, de acuerdo, hazlo. -Se puso de pie.-Pero si algo sucede, querida, no podré defenderte.
Asentí.
-Entiendo el riesgo.
Markus me dio un cálido abrazo.
-Ten mucho cuidado, por favor.
-Tú me ayudarás-sentencié.
Él se me quedó viendo, y frunció el ceño.
-¿Yo?
Asentí orgullosa.
-Eres mi mejor amigo, ¿cómo vas a abandonarme en esta aventura?
Bufó.
-¿Qué hay del chico que te gusta?
-Es un humano, no puedo exponerlo a esto.
Suspiró.
-De acuerdo, sé dónde comenzar con esto.
Markus me llevó por un largo camino a través del pueblo hasta una pequeña casita, muy diferente a las demás, mucho más sencilla, de rústica madera y con una chimenea.
Entramos, y nos topamos con quien parecía ser un fauno. El lugar era cálido y acogedor, y en sus paredes habían repisas repletas de brebajes de distintos colores.
-Señor Wolfsbane-exclamó con entusiasmo, haciéndole una pequeña reverencia a mi amigo.
-Hola, Ged-saludó Markus igualmente respetuoso. -¿Podrías ayudarme un poco?
-Por supuesto-exclamó dando la vuelta al mostrador. -¿Viene a la biblioteca?
Mi amigo asentió con la cabeza.
-Pero sucede, mi querido amigo, que necesito de tu complicidad.
Ged tragó saliva, y bajó las orejas, algo nervioso.
-¿Complicidad?-susurró.
-Sí, bueno, sé que no puedes permitir a nadie el acceso a la zona...prohibida.
El fauno se sobresaltó.
-No, señor, no puedo.
-Lo sé, pero es realmente importante para mí y mi amiga.
Ged lo observó, luego a mí, y escaneó su alrededor esperando que nadie lo oyese.
-De acuerdo, señor, pero yo jamás lo ayudé.
Markus le guiñó un ojo.
Ged volvió tras el mostrador y desempolvó una palanca que estaba oculta tras unas cajas. Al accionarla, se abrió el piso y se desplegó una escalera al subterráneo.
Mi amigo me ofreció ir delante, y yo, llena de valentía, accedí.
La bajada era en espiral, bastante estrecha y con poco iluminación; los peldaños crujían paso a paso.
En cuanto llegamos, filas de cientos de libros se encontraban dispuestos en estanterías enormes. Estaba todo cubierto de polvo y de telas de araña.
-Usualmente hay alguien en cada sección de la biblioteca, para ayudar a los lectores a encontrar sus libros, pero como esta es la zona prohibida, está vacía.
Sonreí.
-Ya lo sé, Markus, no me lo irás a sacar en cara, ¿verdad?
-No, por supuesto que no-ironizó.
Comenzamos a buscar, habían muchísimos libros por estantería, y tardamos al menos tres cuartos de hora en encontrar lo que buscábamos.
-¿Qué te parece este, querida?-oí a mi amigo. -Las cien criaturas más peligrosas.
-De acuerdo, también encontré Los peligros de comprar un cambiaformas.
-¿Qué piensas de Los mil caras?
-Eso suena aterrador...
-¿Ya ves? Te lo advertí.
Nos reunimos en una polvorienta mesa, y abrimos los enormes libros.
-Bien, según el índice, la página es el número...532.
Markus buscó la hoja.
-No está.
-¿Cómo que no está?
-No, mira.
Tenía razón, el libro saltaba desde la 531, que tenía como título El trasgo doméstico, hasta la 543.
-Revisa entonces el otro libro.
Abrimos el siguiente, ese tenía bastante más información que el primero, pero a medida que fuimos leyendo, las cosas fueron perdiendo sentido.
-Oye esto, acá dice que a menudo los cambiaformas se hacen pasar por miembros de la familia para escapar fácilmente de las jaulas-leí. Markus suspiró y yo volteé a verle. -¿Por qué los encierran en jaulas? No son bestias.
-Nunca se sabe.
-También dice que se alimentan principalmente de carne, y que las ratas son su cena favorita.
-Querida, revisemos el último libro, y terminemos ya con esto.
-Sí...-cerré el segundo. -Esto no me está gustando.
Markus desempolvó la portada del libro titulado Los mil caras, y ambos nos sobresaltamos al ver semejante imagen. Era una criatura enorme, humanoide, pero muy desproporcionada. Tenía brazos tan largos como las piernas, una enorme boca en medio del rostro, llena de filosos dientes, y dos pares de ojos. No tenía pelo en el cuerpo, y sus dedos parecían garras. Lo peor de la imagen era el humano descuartizado del que se alimentaba.
Abrimos el libro, algo nerviosos, aunque Markus lucia especialmente preocupado con ese tomo. Comencé a leer en voz alta.
-A menudo los cambiaformas son catalogados como criaturas sanguinarias e inhumanas, pero están lejos de serlo.
-Quizá leímos suficiente.
-No, espera, eso ha sido sólo la introducción.
-Lilly...
-Son criaturas que portan altos niveles de magia en su cuerpo, lo cual suele ser un arma de doble filo. Muchos de estos sujetos no soportan el nivel de poder con el cual viven, y se someten a sus poderes, es esa la razón principal por la que pierden el control, y se desatan como bestias. El gen de los cambiaformas es recesivo, por lo cual suele expresarse uno cada varias generaciones.
-No me gusta nada esto...
-Ningún cambiaformas es igual a otro, cada uno es único en sí mismo, lo cual los convierte en seres verdaderamente impredecibles.
-¿Cómo funcionan sus poderes?
-Bueno, acá dice que las transformaciones son involuntarias, los compara con los hombres lobo, pero dice que son peores, ya que la maldición es constante.
-Qué horror.
-Por eso han de cometer crímenes a menudo, debe volverlos completamente locos vivir así.
-Seguro que sí.
-También dice que son muy sensibles a los ambientes hostiles, y que la mayoría no llega a la edad adulta.
-Quizás es por lo mismo.
-¿De qué hablas?
-Demasiada magia.
-Supongo. -Suspiré.
-¿Qué es eso de allí? Dijo señalando una hoja suelta que estaba en medio de las páginas.
Deslicé mi dedo índice por la hoja, buscando a la luz de las velas el borde de la hoja.
-Parece ser un cuento.
-Bueno, léelo.
-Hace mucho tiempo, en el reino de Arboria, las criaturas de la Tierra vivían en armonía, donde las hadas reinaban. La princesa, la hija más joven del rey, disfrutaba dando largos paseos a las afueras del castillo, hasta que un día se encontró a un cambiaformas herido. La muchacha se acercó cuidadosamente a él, y este le pidió que lo ayudase. La princesa, en su infinita amabilidad, le tendió una mano, pero fue horriblemente traicionada. El cambiaformas la tomó como rehén y se hizo pasar por ella. El rey, extrañado por la nueva actitud de su hija, la desterró del reino. Cuando la princesa al fin pudo escapar, vio que ya no era recibida por su padre ni su pueblo, y se vio destinada a vivir en soledad, acogida por sanguinarios chupasangre.
-He oído esa leyenda antes -exclamó Markus. -Con el paso del tiempo, la leyenda de la princesa y el cambiaformas se convirtió en una historia de tragedia y dolor, recordando a todos que incluso la bondad más pura puede ser traicionada por esas criaturas insensibles.
-De acuerdo, leí suficiente.
-¿Qué quieres decir?
-Sabes más que nadie cómo funcionan mis poderes.
-¿Qué tiene que ver eso?
-La magia me dice que esta información no es del todo cierta, que está basada en prejuicios y en alguna clase de rencor inhumano.
-Porque no son humanos.
-Eso no quita que sean seres vivos.
-¿Por qué no confías en el autor?
-Porque no me consta que haya conocido a uno de ellos.
-Acá está claramente expresado que comen carne humana-bufó, señalando un párrafo del libro. -¿Tú crees que sea buena idea acercarte a uno? -No contesté. -Lilly, te vas a guiar a ti misma y todos a la muerte si decides acercarte a ese chico.
-¿Sí? ¿Y cómo lo sabes?-Markus suspiró. -Yo reescribiré un nuevo libro, me preocuparé personalmente de realizar una exhaustiva investigación al respecto.
-¿Por qué te importan tanto estas criaturas?
-Porque yo no quisiera que, si por azares del destino uno de mis descendientes es un cambiaformas, reciba un trato tan hostil.
Markus cerró el tomo con agresividad, y volteó a verme con furia.
-Quizá deberías confiar más en lo que lees.
-¿Por qué? ¿Quién te asegura que sean así de horribles?
Él no contestó, simplemente se levantó y se marchó.
Yo volví al libro, y revisé cada detalle. Decía que podían nacer en cualquier especie del reino animal, incluyendo los humanos, que podían existir híbridos, si la forma natural del cambiaformas era otra criatura sobrenatural. También decía que la mayoría sólo puede controlar los cambios de algunas partes de su cuerpo, y que en general pasan desapercibidos físicamente. Que sólo uno muy talentoso podría controlar sus formas de cuerpo entero. Explicaba que necesitan pasar la mayor parte del tiempo en reposo, para no estimular sus poderes, y que es por eso que estaban mucho mejor en prisión que en libertad, ya que se sentían bajo control.
No se había descubierto una cura, y eran muy peligrosos de estudiar, por lo que nadie había conseguido probar ningún tipo de antídoto.
Me preocupaba que el ser marginados por la sociedad mágica los llevase a la rebelión, porque criaturas inestables con grandes cantidades de magia en su cuerpo tenían el potencial para acabar con cientos de criaturas.
Pero nada de lo que leí me sorprendió tanto como ver el apellido "Wolfsbane" en el apartado del autor.

Yo en treinta capítulosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora