Inspírate con una canción

4 0 0
                                    

Sus ojos no parecían nada fuera de lo común. Eran marrones, tan marrones como los míos. No, los suyos eran más vivos. Su cabello era claro, pero me es imposible decir con exactitud el color, y sé que ella tampoco tenía idea.
Tenía mi edad, aunque era mayor por algunos meses, y a pesar de eso, lucía más joven que yo, quizá porque aún le permitía a su niña interior ser parte de su vida, cosa que yo hace ya años que había olvidado.
A menudo bromeábamos acerca de cómo éramos tan diferentes, yo desde muy joven acostumbraba hacer las cosas por mi cuenta, mientras que ella aún sentía cierto temor de caminar a solas por las calles que le eran más que conocidas.
Éramos como el día y la noche, y quien nos veía lo percibía, era evidente, expresábamos mundos completamente diferentes, pero sólo nosotras sabíamos lo profunda que era nuestra conexión.
Fue mi primer todo, y jamás conoceré a alguien que pueda reemplazarle. Siempre su nombre será el que invada mi mente cuando recuerde mi premier amour.
Vivíamos inmersas en un mundo dramático, trágico incluso, lleno de obstáculos y miedos que deberían ser irracionales, y es que la adolescencia trae consigo una intensidad incomprensible, donde la inmadurez y la inexperiencia, acompañadas de la pasión por lo desconocido juegan un papel crucial.
Solíamos bromear con que éramos las protagonistas de una historia adolescente, y honestamente, lo sigo creyendo.
Muchas cosas ocurrieron, y en las vueltas de la vida me vi alejada de gente a la que quise mucho, aquello definitivamente me sumió en un profundo pozo y me llenó de oscuridad, pero ella fue la luz que me hizo falta para sentirme en paz nuevamente.
He crecido con ella, y es que los años adolescentes traen consigo cambios innegablemente notorios, y a pesar de que los períodos de metafomorfosis son complejos, nuestro lazo jamás se ha roto.
Ha sido parte de procesos sumamente importantes para mí, desde cosas tan banales como lo es el desarrollo de nuevas habilidades, hasta etapas de autodescubrimiento que han cambiado mi manera de pensar.
He conocido una dulce faceta de mí misma que antes de ella no se había atrevido a salir a la luz.
Ha sido merecedora de muchas cartas, mensajes, e-mails y todo lo que ha de venir. Supongo que es lo que ocurre cuando formas una parte tan importante de la vida de una escritora apasionada.

Yo en treinta capítulosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora