Escoge una estación del año y escribe sobre ella

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Mientras caminaba por la arboleda mi vista permanecía fija en el piso, cubierto por una magica y crujiente alfombra. Adoraba el satisfactorio sonido que producían las hojas al quebrarse.
No llovía, al menos no demasiado fuerte, tan solo se notaban las siluetas de las gotas en el pavimento.
Inhalé profundamente, sintiendo el aire fresco entrar en mis pulmones. Acomodé mi bufanda, fabricada cuidadosamente por las hábiles manos de mi madre, y me acerqué a la puerta de mi cafetería favorita.
La campanilla anunció mi llegada; Meredith levantó la vista, observándome por sobre sus gafas de media luna.
—Victor, querido, qué alegría verte de nuevo.
Sonreí.
—Hola, ¿cómo has estado?
—Bueno, tú sabes, la artritis no se va, pero tampoco ha empeorado.
—Sabes que siempre puedes llamarme.
—Yo sé, eres un muchacho noble—acercó su temblorosa mano por sobre el mostrador, y yo la sujeté con mis fríos dedos. —¿Cómo ha estado tu madre?-susurró.
—Mejorando día a día—mentí. Meredith sonrió cálidamente.
—Te traeré un té—exclamó volteando con dificultad.
—Oh, no te preocupes. —Me observó con el ceño fruncido.
—No es ninguna molestia, querido—señaló alejándose tras el arco de la puerta. —Toma asiento, te lo traeré de inmediato.
—Bien, gracias.
Me dirigí a la derecha, adentrándome en la pequeña pero acogedora tienda. Por suerte, mi lugar favorito estaba libre. Nunca entendí por qué a nadie más le gustaba sentarse en aquel hueco de la ventana, donde se apreciaba perfectamente de la caída de la nieve en la calle, o mejor aún, en mi época favorita del año, veías perfectamente cómo de vez en cuando caían las hojas anaranjadas de los cansados árboles.
Me acomodé en el antiguo sillón y suspiré, sentí cómo lentamente mis dedos recobraban el calor humano que tanta falta comenzaba a hacerme.
Me levanté de nuevo, y busqué en el librero frente a mí la novela que había comenzado hace ya un tiempo.
—¿Por qué no te lo llevas, Victor?—preguntó la mujer, acercándose con la taza de té que me había prometido. —Nadie nunca lo lee.
—No te preocupes, es parte de la experiencia venir a visitarte-expliqué sosteniendo la taza.
—Está bien, al menos permíteme invitarte el té.
—Seguro—mentí.
La mujer se alejó con lentitud. Yo saqué de mi bolso mi preciada libreta, y la pluma que mi madre me había regalado, y comencé a escribir.
El delicioso té comenzó a invadir con su aroma a miel. Mis orejas estaban tan frías como mis dedos, pero el calor de la infusión me estaba reconfortando.
Nunca antes había hablado con alguien sin conocer su rostro, pero aquella chica me agradaba. Era sencilla, pero compleja a la vez. Podía notar en sus cartas que era una chica inteligente y me atrevería a decir que hasta tan introspectiva como yo, pero a la vez, para mantener el perfecto equilibrio de su interior, era algo insegura de sí misma, y un poco torpe a veces.
Luego de algunos minutos, vi terminado mi próxima carta. Cada una era más sincera que la anterior, sentía como si cada una llevase un pedacito de mí. Atesoraba cada una de sus cartas, por breves que fuesen, y esperaba en lo más profundo de mi interior, que para ella tuviesen el mismo valor las que yo le dejaba.
—¿Puedo ofrecerte algo más, querido?
—No, está bien. —Me puse de pie y tomé mis cosas. —Debo irme, a mi madre le gusta que llegue a cenar con ella.
—¿Tan pronto?
Asentí.
—Debo cocinar yo.
Meredith se acercó a mí tambaleándose, y yo me detuve para esperarle.
—Oh, Victor, querido—exclamó dándome un abrazo tan cálido como le permitían sus fríos y delgados dedos. —Eres un chico muy bueno.
—Gracias, Meredith, también lo eres—contesté devolviéndole el abrazo.
La mujer se separó con suma lentitud, yo tomé mis cosas y me marché. Había comenzado a llover no hace mucho, yo no tenía paraguas, pero no me importó realmente. Sentí las gotas resbalando por mis pómulos, y aquellas que cayeron desde la punta de mi cabello.
Caminé de regreso a casa con el delicioso aroma de la tierra mojada en mi nariz, empezando a convencerme de que aquella noche sería una muy difícil.

Yo en treinta capítulosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora