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Día y medio había trascurrido desde esa acalorada discusión, que se había desarrollado entre Shadow y Sonic. Un tiempo corto, cabía destacar, pero suficiente para que nuevas buenas llegaran. Gran parte de los, tan esperados, exámenes se habían concluido para ese punto, teniendo como resultado a una cansada Amy, junto con unos datos bastante curiosos, sin embargo, y como era de imaginarse, todavía estaban alejados de una adecuada conclusión. Este último detalle mantenía todos atentos, expectantes a la siguiente indicación que les diera el joven inventor. Entonces, que Sonic acabara involucrado en esta acción sorprendió a más de uno y, aunque al inicio él agradeció el detalle, rápidamente, se arrepintió de haberle dicho a su mejor amigo que lo tomara en cuenta para cualquier cosa que necesitara.

A pesar de ser él más contento por estar encaminándose a una resolución de la condición, que estaba afectando a su chica, su expresión denotaba el sentimiento contrario. No era ningún secreto que el cobalto se encontraba irritado, casi rayando en el enojo, pero, a pesar de que nadie parecía comprenderlo, él tenía razones suficientes para estar en ese estado tan particular. Posiblemente, no tenía derecho a estar rezongando al respecto, pero no podía evitarlo. Sentía que su presencia no aportaba en el asunto que involucraba a su pareja y, todo era peor, cuando se recordaba que, gracias a su indecisión, no podía ejercer ese papel. Como si no fuera suficiente castigo, su hermanito le acababa de pedir, personalmente, que se comunicara con Shadow, cuanto antes. Tal parecía que la vida se estaba burlando de él.

Quiso negarse, evitar el tema y enterrarlo en lo más profundo de su interior, como hacía con todas aquellas cosas que, en algún momento, llegaban a aquejarlo, pero él sabía que no podía hacerlo. No tenía sentido comenzar una pelea absurda y temer que su gran secreto saliera a la luz. De esta manera, y como pudo, disfrazo su creciente molestia detrás de un destartalado optimismo, obligándose a creer sus propias mentiras y abandono la habitación. No fue hasta que se encontró solo, dentro de la construcción, que consistía el hogar de Tails, que se tomó unos instantes para ser más sincero con él. Al inicio, se dijo que debía ser paciente. Se trataría de una especie de sacrificio necesario para tener de regreso a su tan adorada eriza, pero ni siquiera eso fue suficiente para mejorar su ánimo. Existía algo que llegaba mucho tiempo ignorando y, debido al descuido, su perpetuo estado de pasividad se vino abajo. Era momento de tener la tan temida charla interna.

—De todas las personas que existen y conocemos, ¿por qué él? —pronunció con una pizca de desesperación y frustración—, ¿por qué tenía que ser el sujeto que tiene un interés romántico por ella?, ¿es que no había más opciones o qué? —Se cruzó de brazos, en una especie de rabieta—, ¿por qué no pudo ser Tails, Cream, Knuckles o alguien más?, yo qué sé —Hizo un pequeño puchero, teniendo la mirada perdida—, hubiera aceptado que fuera Jet, incluso —Apretó los puños, irritado—. Habiendo tantas opciones, ¿por qué lo escogió a él, entonces?

Sabía que estaba siendo egoísta. Después de todo, Amy no había deseado nada de lo ocurrido, así que victimizarse por los juegos crueles del destino no tenía sentido, pero en contra de todo pronóstico, lo terminó haciendo. Fue en ese momento que la última pelea que había ocurrido entre ellos dos, vino a su cabeza, antes de que todos los recuerdos juntos se lo llevasen la nada. Esas palabras que parecían cargadas con tanta sinceridad que, aunque intentaba ocultarlo, lograban llenarlo de terror.

«Ya me cansé de ser la única en esta relación que está dispuesta a sacrificar algo por el otro, así que, si no estás dispuesto a hacer algo al respecto, tendrás que quedarte en mi pasado, te gusté o no»

«Debe ser una simple y cruel coincidencia», se intentó convencer el azulado mientras sus ojos se encontraban cerrados, en un último intento por mantener la compostura. No quería correr el riesgo de ser descubierto por alguien y que se viera en la penosa situación de tener que explicar lo que lo mantenía tan disperso. Una vez que estuvo compuesto por completo, afinó su garganta, depositó su mirada en el comunicador, que se encontraba en su muñeca, y busco al responsable de su más reciente inseguridad. Solo tuvieron que pasar un par de instantes para que la comunicación entre los dos se estableciera.

En blanco [Shadamy] (EN ACTUALIZACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora