Capítulo XXXIV: Intercambio

78 19 16
                                    

Cierro los puños con fuerza y comienzo a sentir el corazón en la garganta. Hay algo extraño en el rostro de Aiden. Su habitual expresión calma está diluida por un ceño fruncido.

—¿Por qué me trajiste aquí, Aiden? —repito intentando no mostrarme nerviosa. No debería estarlo, puedo confiar en él. No me haría daño. ¿Verdad? Da un paso hacia mí con una parsimonia inquietante, como si caminara sobre vidrios rotos. Me obligo a mí misma a no dar un paso atrás ni romper el contacto visual. Traga saliva con dificultad. 

—Hay... Hay algo que quiero darte. —su voz tiembla apenas mientras rebusca en su capa. Cada movimiento que hace dispara adrenalina en mi cuerpo. Noto que tengo la boca seca. Toma un paquete chato color verde musgo con un delicado lazo. Lo miro confundida. Estudio su expresión en busca de cualquier señal de lo que pueda ayudarme a descifrar sus intenciones, pero no logro dar con ninguna respuesta.

—Ábrelo, es para ti.—continúa mientras me entrega el misterioso objeto. 

Lo tomo con tanto cuidado como si se tratara de una serpiente de cascabel. Apenas pesa y su contenido es blando. Por más que intento pensar, no logro adivinar qué podría ser. Vuelvo la mirada hacia Aiden y lo encuentro observándome muy de cerca. Está jugueteando nerviosamente con sus dedos. No puedo entender por qué. Jamás lo he visto así. Cientos de hipótesis acerca de cómo este paquete podría ser un atentado contra mi vida pasan por mi mente en cuestión de segundos, pero las descarto todas tan rápido como llegan. Tomo una bocanada de aire y lo retengo mientras comienzo a desatar el lazo. El corazón me late tan de prisa que me resulta doloroso. Espero que Aiden no pueda notar el temblor de mis dedos. Desenvuelvo el papel de seda para observar el contenido y me quedo quieta intentando comprender lo que veo. Es una tela de un marrón profundo como el chocolate. Busco sus ojos una vez más, esta vez un poco más tranquila pero también mucho más confundida. No dice nada. Simplemente me hace un gesto con la cabeza y las manos para que inspeccione más de cerca lo que sea que es esto. 
Al tocar el material de nuevo, su suavidad me toma por sorpresa. Se siente agradable en la punta de mis dedos y hace que deje salir el aliento que estaba conteniendo. Lo saco del envoltorio y lo sujeto en el aire. Se despliega frente a mí una prenda de vestir que parece la fusión de unos pantalones y una blusa mangas largas. 

—Lo llaman overol y es la última moda, o eso me han dicho. ¿Te gusta?

Tengo tantas preguntas que no puedo decidir cuál hacer primero. Al mismo tiempo, muchos sentimientos comienzan a chocar en mi interior compitiendo por jerarquía. No puedo pensar con claridad. 

—No entiendo... 

—Denna, es para ti. Lo perdimos todo en el Robledal Esmeralda y no me agradaba la idea de que no pudieras lucir algo bonito en esta ciudad. Es lo menos que mereces pero, espero sea suficiente por ahora. 

Abro los ojos de par en par ante sus palabras. La respiración se me atasca en la garganta y me siento como si estuviera cayendo de una gran altura hacia el vacío. Las preguntas siguen arremolinándose en mi mente impidiendo que razone. 

—Aiden...

—Antes de que digas algo —se adelanta y levanta las palmas para interrumpirme. —No gasté nada de nuestro dinero para continuar nuestro viaje. Lo prometo. 

—Entonces, ¿Cómo lo conseguiste? —arqueo las cejas —¿Acaso lo robaste?

Me mira como si le hubiera sugerido empujar una anciana por un acantilado. 

—¡Claro que no! Yo... hice un intercambio. —ladea la cabeza enseñándome su cabello suelto. —Al parecer les convenció mi broche de plata. 

Eso era lo que no cuadraba. Aiden jamás ha llevado el cabello completamente suelto desde que lo conocí. Siempre tenía recogida una parte con su broche. Una punzada me atraviesa el pecho y siento que los ojos me arden. Abro y cierro la boca varias veces pero no puedo hilar palabras. No puedo entender esto. No puedo entender por qué haría algo así por mí. No puedo entender por qué me siento culpable y feliz a la vez. No puedo entender la forma en la que funciona la mente de Aiden y comienzo a pensar que nunca lo haré. Al menos no por completo. 

Trazando sigilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora