Capítulo LV: Revelaciones

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No puedo pensar. Una mezcla de adrenalina y terror se expande por mis venas cuando oigo la cuerda del arco tensarse. No sé si las lágrimas que se agolpan detrás de mis ojos se deben a que los tengo muy abiertos o a la presión que siento en el pecho. No puedo pensar. Mis labios se separan para pronunciar su nombre y descubro que no tengo aire para emitir ninguna palabra. Busco a Denna detrás de esos ojos vacíos y fríos, pero no la encuentro, ni siquiera un fantasma, ni siquiera un rastro. Pestañeo mientras estudio su rostro como si quisiera asegurarme de que es realmente ella, y lo es, pero a la vez no. No puedo pensar.

Los músculos de su brazo se flexionan cuando termina de echar el codo hacia atrás y la respiración se me atasca en la garganta. Estoy indefenso, herido y vulnerable. Podría deshacer el conjuro ahora mismo y cerrar el portal, pero eso significaría desangrarme o, aún peor, quedar a merced de la quimera a mis espaldas, que podría perder el control en cualquier momento. Una voz en mi cabeza sugiere que es cuestión de elegir la forma menos cruel de morir y aceptar que este es el final, porque reconozco esa mirada, la he visto cientos, si no miles de veces: la mirada de alguien que está decidido a tomar una vida.

Miro a Denna suplicante en lo que alinea la flecha al centro de mis ojos. Entonces en el último segundo, Gaius, con una agilidad sorprendente, jala su brazo desviando el disparo por encima de mi cabeza. Denna no tiene tiempo de girarse hacia él antes de recibir un codazo en el rostro, tan fuerte que su cabeza se echa hacia atrás violentamente. Al siguiente instante, se desploma inconsciente de espaldas en el suelo con un ruido sordo que me estremece.

Encuentro los ojos del posadero con una mezcla de consternación y agradecimiento cuando asoma la mitad del cuerpo a través del portal para tomarme de la ropa, arrastrándome. Gimoteo de dolor cuando mi herida palpita, pero al volverme a ella, noto que la lanza se deshizo por completo, al igual que el centinela, quien ahora es apenas un amasijo de arcilla mojada. La tela de mi pantalón se adhiere a mi piel debido a la hemorragia y el olor a cobre se filtra por mi nariz.

En el instante en el que siento el piso de madera bajo mi cuerpo y el aroma familiar de los muebles impregna mis sentidos, el alivio hace que todo mi cuerpo se relaje instantáneamente como si estuviera en casa. El concepto de lo que realmente significa eso para mí me produce una punzada en el centro del pecho por una fracción de segundo. Busco a Denna con la mirada frenético mientras lucho por mantenerme consciente. Está tendida a un lado, aún sosteniendo el arco en la mano y respira acompasadamente. El ritmo lento y constante de su pecho me consuela, al menos sé que está viva. A través de las rasgaduras de su ropa, noto como poco a poco la tinta de sus tatuajes los vuelven a su forma original. Me recuesto de a poco en el suelo, rendido ante el cansancio y respiro con dificultad mientras intento mantenerme despierto, pero todo gira a mi alrededor.

Al otro lado del vórtice, todo parece lúgubre y nublado por la lluvia, contrastando con la tenue luz de las velas y la calidez de la posada. Inhalo despacio y profundo, listo para cerrar el portal y al fin descansar, cuando los veo. Gaius y Bertram están parados frente a frente, cada uno de un lado de la apertura, mirándose a los ojos. El profesor ha vuelto a su forma humana y su ropa hecha jirones cuelga de su frágil cuerpo. Las partículas de magia flaquean por un momento, no sé si pueda sostenerlo durante mucho más tiempo. Estoy mareado, con las extremidades heladas y temblorosas, pero quiero aguantar todo lo que me permita mi esencia. No puedo quitarles esto. Se miran con una devoción que he visto pocas veces en mis siglos de vida. Como si estuvieran reflejando en un espejo, alzan sus manos en perfecta sincronía y unen la punta de sus dedos con delicadeza. Cuando se tocan, ambos sueltan un jadeo de emoción para luego sollozar con una sonrisa en el rostro.

—Ber...

—Gaius... Te ves... Igual que como te recuerdo en mis sueños...

—Tú has envejecido bastante, —bromea el posadero soltando una risita triste. —pero no has perdido tu encanto y sigues siendo tú, lo veo en tus ojos.

Trazando sigilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora