Capítulo XXXIII: Ciudad Nacarada

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Cuando oficialmente entramos en Ciudad Nacarada, siento que el aire se me atasca en la garganta y hay un chispazo en mi pecho. La anticipación hace que mis dedos hormigueen y quiera observarlo todo para corroborar que se ha mantenido igual luego de poco más de dos siglos. Sin embargo, lo que más me emociona de todo esto es ver a Denna vislumbrar la Ciudadela por primera vez. Cuando la divisa, no puedo apartar los ojos de su expresión. Es tal cuál la imaginé: completamente maravillada. Me vuelvo para contemplar la imponente edificación de piedra blanca perlada reflejando la luz del Sol irguiéndose en la distancia. Es tan hermosa como recordaba. A pesar de estar construida en la base de una formación de montañas lejanas, se puede apreciar cada detalle ni bien uno pone los pies en la entrada a la ciudad. El mástil con la bandera de la ciudad ondeando, se planta orgulloso como si nos diera la bienvenida. De pronto, me siento optimista acerca de todo esto. Aún más de lo normal. 
Me vuelvo hacia Denna, y noto que está tan anonadada que no puede apartar la vista

—¿Es hermosa, verdad? —me siento un poco mal de traerla de nuevo a la realidad con mi pregunta. Pestañea un par de veces y encuentra mi mirada. Hay un brillo en sus ojos que me recuerda a un niño atestiguando la magia por primera vez. Asiente enérgicamente y sonríe con emoción. Su gesto me toma por sorpresa y tengo que hacer un esfuerzo consiente por no quedarme viéndola. Esa sonrisa tan genuina es escasa como el agua en el desierto y descubro que he estado toda la vida sediento sin haberlo notado. 

—Lo es. ¿Todo sigue igual que cómo lo recordabas? 

Me obligo a mí mismo a quitarle los ojos de encima y observar nuestros alrededores. Las calles ajetreadas, las tiendas rebosantes de clientes, las edificaciones de piedra lisa y perlada, la energía que emana esta ciudad... todo sigue intacto como si hubiera sido congelada en el tiempo. 

—Así parece. Es extraño pensar que todo se ve igual pero realmente no lo es, se siente como una ilusión. —admito intentando no pensar en lo que realmente quiero decir. Muchas de las personas que he conocido aquí cuando era joven de seguro no estén vivas hace ya mucho tiempo. La simple idea de ello hace que renazca en mi pecho una antigua sensación. Es como un viejo amigo al cuál no ves hace mucho tiempo, pero sabes que algún día volverá a cruzarse en tu camino. Y aquí está, estrechándome la mano con tanta fuerza que me hace daño. 
El murmullo de los transeúntes me saca de mi ensimismamiento y de repente comienzo a prestar atención a sus expresiones. Muchos de ellos murmuran entre sí y nos lanzan miradas poco amistosas. Comienzo a pensar que quizás debimos ingresar a la Ciudad a pie y no a caballo, pero es un poco tarde para eso. Miro de reojo a Denna y la atrapo con el ceño fruncido. Tiene los músculos del cuello tensos y sus nudillos están blancos alrededor de las riendas. Entonces, me doy cuenta. No estamos vestidos apropiadamente para Ciudad Nacarada. A comparación de sus habitantes, parecemos plebellos. Especialmente Denna que viste mayormente con ropa prestada de Kelda. No es como si su propia ropa usualmente esté en excelentes condiciones tampoco. Cualquiera que la observe con detenimiento, puede ver los remiendos y rasgaduras que adornan sus pantalones y botas. Doy un pesado suspiro y conservo la esperanza de que su ánimo esté apaciguado por la bonita vista. Si comienza una pelea ahora será un viaje muy corto. No dejaré que eso suceda, tengo muchos planes para nosotros aquí

Continuamos avanzando por las calles en dirección a la posada del tal Rosgard, quién envío el ave y la carta. Luego de unos minutos, finalmente la divisamos. Su fachada es prácticamente idéntica a la de los otros edificios al estar construida a base de piedra blanca pero se diferencia gracias a una elegante puerta de madera con un arco dorado. Al aproximarnos, un peón recibe nuestros caballos y los lleva al establo. Tal parece que nos estaban esperando. Sobre la entrada cuelga un cartel de madera que reza "Posada La copa plateada".

Trazando sigilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora