Capítulo XIX: Ceillan

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Después de unos minutos de caminar, finalmente llegamos al final del sendero donde un enorme roble se encuentra en medio de él, destacándose sobre todos los demás. Es tan gigantesco que me siento pequeña, como si yo fuese el conejo. Abro los ojos con asombro cuando me doy cuenta de que hay una cabaña dentro del árbol hueco. Está construida tan armónicamente que pareciera que el roble hubiese crecido alrededor de ella. El conejo salta hacia la puerta redonda de la cabaña y levanta sus orejas, esperándonos. Mi corazón late con fuerza en mi pecho y mis sentidos no me dejan estar tranquila. Escaneo los alrededores en busca de trampas o amenazas. Nada. Sin embargo, hay algo que no me agrada acerca de esto. Muchos lo llamarían "mal presentimiento" o incluso "intuición", pero para mí, es el fantasma que deja una vida de malas experiencias. Son los patrones que reconoce mi mente cuando algo va mal. Mis ojos recorren el perímetro y me siento inquieta. De pronto Aiden suelta una risita y se aproxima al conejo mientras exclama con fascinación:

—¡Esto es increíble! Nunca he visto una cabaña dentro de un roble antes. —Oigo su voz pero no quiero que rompa mi concentración por lo que mis ojos no lo siguen. —¿Deberíamos golpear? ¿O simplemente entramos?

Su pregunta me genera un pico de adrenalina y mis ojos vuelven a él en una milésima de segundo. Entro en pánico cuando Aiden extiende la mano para tocar la puerta. Mi cuerpo se mueve más rápido de lo que puedo procesar, intentando alcanzarlo.

—Aiden, ¡espera! —no alcanzo a terminar mi advertencia. En el instante en que Aiden toca la perilla de la puerta, se desmaya, cayendo con todo su peso sobre mí. Golpeamos al suelo con un ruido sordo y el aire escapa de mis pulmones cuando me aplasta. Es increíblemente pesado. Aún más que sus colegas que arrastré en el campamento. Lucho con todas mis fuerzas para apartarlo de mí pero no encuentro una buena posición para hacer fuerza. Su cuerpo está completamente laxo y sin embargo me hace daño y no me deja respirar ni ver a nuestro alrededor. Siento el corazón en la garganta y comienzo a hiperventilar, en parte por la falta de aire y en parte por el pánico que se empieza a arrastrar dentro de mí. Estamos completamente vulnerables.

—¿Aiden? ¡Hey, hey! ¡Aiden! —digo con voz temblorosa mientras intento apartarlo de encima de mí. Lucho por moverme bajo su peso y busco su rostro frenéticamente intentando asegurarme que está bien. Siento un alivio parcial porque lo siento respirar pero no es suficiente. La adrenalina corre por mis venas intensamente. No entiendo lo que está sucediendo. Tengo miedo. Repito su nombre una y otra vez, pero sigue inconsciente. Mis piernas comienzan a adormecerse y mi arco se clava en mi espalda, haciéndome sentir una punzada.

De repente, oigo la puerta de la cabaña abrirse frente a nosotros y me sobresalto. Intento ver qué sucede pero no puedo distinguir nada desde mi posición. Oigo una voz masculina decir en un tono muy calmado:

—Tu amigo está bien. Mi casa tiene un campo de encantamiento para bloquear a los usuarios de magia. Supongo que este elfo es un mago bastante poderoso para desmayarse así. Entren.

Entonces, siento que puedo respirar. El cuerpo de Aiden es levantado de encima de mí por una fuerza invisible y llevado adentro. Estoy en shock. Respiro con dificultad y tengo los ojos muy abiertos. Me incorporo sobre mis codos y veo un hombre parado en el marco de la puerta. Hace un elegante movimiento con su mano y comprendo que está usando algún tipo de magia para levitar a Aiden. Mi cuerpo se tensa preparándose para el dolor de mis sigilos ardiendo. Nada. Pestañeo varias veces confundida y de pronto la voz del hombre me saca de mis pensamientos.

—Vamos, linda, ven.

Su voz se siente como terciopelo rozando mi piel y me hace estremecer por un instante. Me incorporo cautelosamente pendiente de no quitarle los ojos de encima. Podría hacernos daño en cualquier instante. Me late el corazón en los oídos. De pronto solo quedamos él y yo mirándonos fijamente. Yo cuál presa acorralada. Él con los ojos que solo tienen las personas ricas y quienes se sienten superiores a ti. Aprieto la mandíbula mientras estudio su rostro. Definitivamente es humano. Tiene aspecto de estar en sus cincuentas pero algo me dice que lo está desde hace mucho tiempo. Cabello y barba cuidadosamente recortada, ambos casi completamente canos. Ojos verdes. Pero no cualquier verde. Verde esmeralda. Verde inquietante. Y coronándolo todo, una amplia sonrisa sobradora. Suspira sin quitarme los ojos de encima y mantiene el mismo tono calmado.

Trazando sigilos | #CopaFenix2025Donde viven las historias. Descúbrelo ahora