Capítulo XXV: Heridas

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Denna no se ve nada bien. Intenta mantener su fachada de chica fuerte pero puedo ver una fina capa de sudor en su frente y siento espasmos en su cuerpo cada vez que Nimbus hace un movimiento brusco. La mantengo rodeada con mis brazos con el miedo constante de que se desmaye y se caiga en cualquier instante. No puedo evitar mirar la quemadura en su hombro y sus dedos rotos. Se están poniendo morados.

Suspiro al recordar cuando unos kilómetros atrás intenté convencerla de que me deje intentar alinearlos y vendarlos. Prácticamente tuvimos que forcejear como si intentara quitarle un ave de la boca a un gato, pero finalmente logré que sus huesos apunten en una dirección un poco más natural. Claro que después de ese pequeño incidente, me castigó con silencio por un buen rato. Suelto una risita por lo bajo pensando en ello. Ni siquiera así puedo molestarme con ella, mucho menos ahora que se ve tan mal. Me preocupa tanto que por momentos olvido el dolor de mi hombro dislocado. No he tenido oportunidad de ponerlo en su lugar aún, pero está bien, puedo aguantar un poco más. Nimbus trota despacio para amortizar un poco el dolor que nos produce el impacto de cada una de sus pisadas, pero esto nos hace ir demasiado lento.  De tanto en tanto, le hablo a Denna para asegurarme que sigue consciente pero el camino a casa de Kelda parece no terminar jamás. 

Ya casi puedo ver la salida del robledal cuando Denna comienza a retorcerse y hacer arcadas. Detengo a Nimbus con urgencia y ella se baja estrepitosamente, cayendo de rodillas. Salto y me agacho a su lado, mirándola con preocupación. 


—No me veas, vete. —me pide con dificultad. Frunzo el ceño sin comprender. Estoy a punto de replicar cuando comienza a vomitar. Esto no es bueno. Pongo una mano en su espalda con extrema delicadeza para reconfortarla pero sacude la cabeza.

—Aiden, por favor. Vete a mirar los árboles o algo. Esto es asqueroso.

—Denna. He visto más cosas repugnantes en mi vida de las que puedes imaginar, y créeme, esta es una de las más leves. Además, siendo objetivos, tus dedos rotos se ven peor que esto. En serio, creí que iba a desmayarme cuando los vi. —suelta una risita mientras se limpia la boca con el dorso de la mano. He logrado mi objetivo y sonrío aliviado —No es cierto, pero, no eres la única fuerte aquí, ¿Sabes? Yo también lo soy y en este momento realmente necesitas que alguien cuide de ti. 

No dice nada y se limita a asentir. Debe sentirse realmente mal para no ponerse a discutir, y eso me alivia y me preocupa en igual medida. Está muy pálida y tiembla. Vuelve a vomitar y sostengo su cabello, alejándolo de su rostro. Al mismo tiempo que su cuerpo se arquea, gruñe de dolor y se lleva una mano a las costillas. Sus ojos se llenan de lágrimas y se me oprime el pecho. Ni siquiera mis propias heridas me infligen tanto dolor como verla pasar por esto. 


—Denna, creo que podrías tener una contusión. ¿Puedes ponerte de pie? Tenemos que llegar a lo de Kelda para que podamos revisar tus heridas. 

—Nuestras heridas. — hace hincapié en la primer palabra. Me pregunto de donde saca la energía para ser tan terca. Quizás tiene una parte de su cerebro específicamente dedicada a discutir conmigo. Suspiro mirando al cielo. 

—Nuestras heridas. —repito imitando su tono e intentando dejarla conforme y molestarla un poco al mismo tiempo. Luego de que su malestar parece aliviarse un poco, la ayudo a ponerse en pie y subir al lomo de Nimbus una vez más. 
Pronto dejamos el Robledal Esmeralda atrás y comenzamos a divisar las siluetas de las casas del pueblito de enanos. De pronto Denna se remueve y dice con dificultad:

—Espera, Nimbus, alto. —se vuelve hacia mí. Su piel tiene un tono preocupante y sus ojeras se hunden profundamente. —Todos se asustarán si ven a un lobo gigante. Nimbus debería volver a su forma conejo antes de que lo vean a la distancia y causemos pánico colectivo. 

—Buen punto —le concedo y procedemos a bajarnos del lomo del lobo con cuidado. Mis extremidades se sienten entumecidas y el dolor comienza a intensificarse. Sostengo a Denna por la cintura mientras se tambalea intentando mantener el equilibrio —Nimbus, necesito que vuelvas a tu forma de conejito.
Aúlla y menea la cola por un momento para luego encogerse a su forma amigable. Con cuidado de no dejar caer a Denna, me agacho un poco para recogerlo en brazos.

—Qué conejito valiente e inteligente eres.

Ella me mira y sin mediar palabra, suspira y lo rodea con los brazos, quitándomelo.

—Ese es tu hombro herido. No puedes sostenernos a ambos.

Asiento agradecido de su gesto. Una sensación cálida se derrama en mi pecho al pensar que esa es su forma de preocuparse por mí. Caminamos en dirección al pueblo lento y con dificultad. Me duele cada centímetro del cuerpo y hago un gran esfuerzo para mantenerme firme soportando el peso de ambos. Una vez cruzamos el arco de entrada al pueblo Denna murmura:

Trazando sigilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora