Capítulo XII: Meteorito

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Llevamos largo rato caminando en silencio. Habernos lanzado al camino en la mitad de la noche no ha sido de mis mejores ideas, pero no es algo que vaya a admitir. Las montañas no parecen estar más cerca, pero el pueblito comienza a verse más pequeño. Suspiro intentando enfocarme en seguir adelante cuando oigo la voz de Aiden que camina detrás de mi:

—¿Podemos detenernos un rato? Mis piernas están empezando a doler un poco.

Me paro en seco y miro a Aiden incrédula.

—¿Qué? No, no podemos. Tenemos un largo camino por delante, y no me detendré hasta la primer luz. Te advierto, Aiden, si vas a retrasarme, te dejaré atrás sin dudarlo. Ni siquiera hemos caminado tanto —digo molesta mirando hacia el pueblo que dejamos atrás. Hago un gesto en el aire con mis brazos y agrego —Apenas hemos caminado tres o cuatro kilómetros, vamos.

—Denna, cálmate. Creo que mis piernas me duelen porque he pasado la mayor parte de mi vida sentado en un trono y no estoy acostumbrado a caminar. No voy a retrasarte. Solo dame unos minutos para descansar las piernas —Pongo los ojos en blanco mientras lo veo detenerse y sacar una cantimplora de su bolsa —¿Quieres agua?

Levanto la vista hacia el cielo y respiro profundamente, tratando de reunir toda la paciencia que me queda en el cuerpo para no explotar contra él. Abro los ojos de par en par cuando lo veo sentarse a un lado del camino como si estuviéramos de paseo por la pradera. Después de un momento, suspiro resignada y lo miro a los ojos.

—Ya me arrepiento de haberte dejado venir —digo medio en broma mientras tomo la cantimplora de su mano. Le doy un trago y luego se la devuelvo —Gracias —murmuro. Lo dejo descansar un momento mientras observo el paisaje que nos rodea. Detrás de nosotros está el pueblo, adelante hay un camino que cruza un campo verde y conduce hacia el páramo del este, atravensando las montañas brumosas. Mi mente gira en torno a las palabras de Aiden sobre su pasado en la realeza y después de un rato de silencio, no puedo evitar preguntarle —¿Extrañas tu vida como príncipe?

—En cierta medida. Extraño las comodidades, los festines y las fiestas. Extraño la riqueza y el poder. —hace una pausa por un momento y dice —Pero... al mismo tiempo... no. He visto cómo el imperio destruyó todo. Mi padre me hizo un favor al desterrarme del reino. No quiero volver a esa vida.

Lo escucho, estudiando su expresión. Parece triste debajo de su habitual expresión tranquila.

—Así que solías ir de fiesta pero no puedes caminar tres kilómetros sin cansarte —lo provoco cruzando los brazos en el pecho y levantando una ceja mientras sonrío divertida. Después de un momento, aparto la mirada y me río —Ni siquiera puedo imaginarme verte en una fiesta.

—Para ser justos ir de fiesta no implicaba caminar mucho —me dice soltando una risita. Luego me mira inclinando la cabeza con curiosidad —¿Y tú? ¿Alguna vez has ido a una fiesta?¿Sabes siquiera cómo divertirte?

Muerdo mi labio para ocultar una sonrisa. Estoy empezando a disfrutar de las respuestas ingeniosas de Aiden. O quizás disfruto lo molesta que me hacen sentir. Nunca he encontrado a nadie con la audacia de bromear conmigo antes, y no puedo evitar estar un poco fascinada por su personalidad. Doy un paso más cerca de él con la ceja aún levantada y una sonrisa burlona en mi rostro.

—Mi tipo de diversión es robar monedas antiguas a príncipes elfos ingenuos. ¿Te suena?

—¿Estás llamándome ingenuo? —Mira hacia la distancia por un momento y luego dice —Sabes, no esperaba que fueras del tipo de fiestas. Quizás algún día te mostraré que no son tan malas —me mira sonriendo de lado y agrega —Y tú puedes mostrarme cómo es robar monedas antiguas a elfos ingenuos. Tal vez incluso puedas convencerme de ser lo suficientemente tonto como para contratarte para robarme a mí mismo.

Trazando sigilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora