Capítulo XLV: Itinerario

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Siento que he dormido un ciclo entero. Mi cuerpo se siente pesado y mi mente nublada en lo que abro los ojos al despertar. Hay un zumbido casi imperceptible sonando en mis oídos pero no puedo saber a qué se debe. Me refriego el rostro con toda la palma intentando espabilar de una vez. 

—Buenos días, Denna... —mis palabras arrastradas suenan roncas. 

Estiro los brazos sobre la cabeza tensando mis músculos un momento. Me siento algo extraño. Denna debe seguir dormida. Lamento tener que despertarla pero tenemos entregas pendientes y... Abro mucho los ojos cuando noto que su cama está vacía. Escaneo la habitación buscándola pero no hay señales de ella. Se me sube el corazón a la garganta. Aparto las sábanas con urgencia y al bajarme de la cama tropiezo varias veces con mis propios pies. Miro alrededor frenético buscando alguna de sus pertenencias. Llamo su nombre como si fuera un cachorro perdido. Me giro en todas direcciones desesperado por encontrar alguna prenda de ropa, su arco, sus botas, lo que sea. Me llevo una mano al pecho cuando noto que mi respiración está agitada. ¿Acaso...? No, no. Ella no lo haría. Ya no lo haría. Trago saliva con dificultad mientras me sigo convenciendo a mí mismo. Entonces, diviso el arco debajo de su cama y el estómago me da un vuelco. Me agacho para corroborar que mis ojos no me engañan, pero allí está, reposando junto con las flechas. 

El pesado suspiro que dejo salir se mezcla con una risita nerviosa y me llevo una mano a la frente. ¿Cómo pude siquiera pensar que me había abandonado? Meneo la cabeza sintiéndome como un tonto. Aunque sigo notando una sensación desconocida en mi organismo que no puedo identificar. Decido ignorarla mientras me calzo mis botas y aliso mi ropa antes de salir de la habitación en busca de Denna. Cepillo un poco mi cabello con los dedos frente al espejo del antiguo tocador, y extraño las rudimentarias trenzas que me hace. Me tomo un momento para contemplar mi reflejo. Me pregunto cuando comenzaré a verme mayor o con el aspecto de un hombre, como mi padre. Al cabo de tantos años con el mismo rostro se hace difìcil imaginarme diferente. Una punzada me atraviesa el pecho al caer en la cuenta que Denna no estará para verme cuando eso pase. Yo seré el mismo incluso cuando ella sea una anciana. Yo me quedaré aquí y ella... Me llevo una mano al estómago cuando me suben las nauseas. No quiero detenerme en ese pensamiento. Tomo una larga inspiración y le aparto la cara al par de ojos grises que me devuelven la mirada. 

Bajo las escaleras al comedor intentando que no se note mi prisa. Es tan tarde que todo el salón está vacío, excepto por dos personas que comparten una mesita en una esquina junto a la hoguera. Gaius parece notar mi prescencia desde la distancia, porque se gira en cuanto bajo el último escalón y me sonríe ampliamente. 

—¡Aiden, querido! ¡Buenos días! ¿Nos acompañas? —su voz es jocosa como si acabara de ganar un juego de cartas por primera vez en la vida. 

Agita la mano en el aire pero mis ojos están en su acompañante, quién también me dedica una sonrisita. Le devuelvo el gesto con creces mientras me acerco y tomo asiento a su lado mientras capturo su gesto en mi memoria. Cada vez que me sonríe así siento que la estuviese viendo por primera vez en la vida. 

—Buenos días a ambos. Creo que hoy dormí un poco más de la cuenta. —me disculpo frotándome la nuca y contemplando los asientos vacíos alrededor. 

—De hecho, es tan temprano que aún no se ha levantado nadie. —comenta Denna antes de tomar un gran sorbo de su taza. 

No puedo apartar la mirada de ella por alguna razón. Una vocecita en mi cabeza sospecha que se debe a la breve escena de drama que tuve en soledad hace un momento en nuestra habitación. Cuando sus ojos marrones se encuentran los míos puedo jurar que disntinguí una chispa por una fracción de segundo. Entonces arquea las cejas y aparta la humeante bebida de su rostro. 

Trazando sigilosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora