Capítulo LX: El Gris

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Algo ha irrumpido en mi castillo.

Oigo sus pasos.

Siento el latido de su débil corazón, como si fuera el de un ratón.

Intento mover los dedos aferrados al trono. Están fundidos en él. Logro separar uno. Luego dos. Después toda la mano. Pedazos de mi guante quedan adheridos a él.

Al alzar la cabeza, la tela de mi capa cruje y se deshace en algunos sitios. Tan frágil.

Entonces, la veo. Una figura pequeña, hundida en las sombras.

—Tú... —gruño con una voz olvidada hace siglos —Tú las tienes...

Puedo sentirlas. Me llaman. Vibran ante mi presencia. Las malditas monedas.

Mis huesos crujen cuando alzo el brazo para atraer al incauto ser hacia mí.

Siento la magia fluir por mi cuerpo, llenando mis venas de vida una vez más. Se siente tan bien. Lo único que he sentido en siglos. En milenios.

Concetro la magia en mis dedos, ansioso por sentir el poder fluir por mis venas, pero nada sucede.

¿Qué demonios...?

Apreto el puño pero la figura no se inmuta.

Esto es imposible.

Nada ni nadie puede escapar a mi poder.

Cierro el puño con ira, siento la magia salir de mí pero no pareciera hacer efecto.

Con mi furia como combustible, me levanto de mi trono petrificado de un movimiento, arrancándole trozos al despegarme de él.

Suelto un gruñido desde el fondo de mi pecho que hace temblar las paredes de la torre y oigo la arena deslizarse por las superficies.

Noto que la criatura emite un sonido agónico y se retuerce, cayendo al piso con un ruido sordo.

Entonces, me doy cuenta.

No sentí su presencia aproximándose. No percibí siquiera cuando entró al castillo.

Esto es imposible. ¿Qué clase de ser es este?

Doy largas zancadas y parte del cuero de mis botas se deshace mientras avanzo lleno de frustración.

Con un tirón violento, levanto a la criatura tomándola de la ropa y una sensación que ya había olvidado ataca mis sentidos: sorpresa.

Es una humana.

Confusión.

Me duelen las sienes pero no la suelto. Le doy una violenta sacudida para inspeccionarla de cerca.

Esto es imposible.

Suelta un gimoteo cuando la vuelvo a sacudir y oigo sus dientes chocar entre sí.

Gruño con asco. Humanos. Asquerosas sabandijas. Cómo los detesto.

La vibración de las monedas me distrae de observar a la niña.

—Así que las has traído... Por fin alguien ha logrado encontrar y traerme las monedas. Estaba empezando a pensar que nadie lo lograría...

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⏰ Última actualización: Oct 31 ⏰

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