Capítulo XLVI: La Bóveda

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Mi mente no puede terminar de procesar lo que estoy viendo. El demacrado gato abre y cierra la boca y palabras reales salen de ella. Echo una mirada fugaz a mis brazos y me sorprendo al notar que mis sigilos no arden ni se iluminan. Esto no es magia. Claro que no lo es. Entrecierro los ojos para observar mejor las facciones del animal y me siento tonta. Sé lo que estoy buscando y a la vez no. Ladeo la cabeza y el gato imita el movimiento. 

—¿Y bien? —no puedo evitar estremecerme un poco cada vez que palabras humanas salen de su boca. Antes de que pueda responder, prosigue— ¿Qué haces aquí en el piso? ¿Es una nueva forma de estudiar?

Se baja de mi falda con un saltito y rueda sobre la alfombra, quedando panza arriba. Estira las patas y menea la cola. No puedo apartar la vista y analizo teorías tan rápido como puedo. Las últimas que me quedan son que alguien está creando una ilusión o que estoy frente a un cambia formas. Descarto la primera ya que mis sigilos no arden. Entonces...

—¿Profesor Clawald? —murmuro intentando convencerme de que no estoy demente. 

—¿Qué se te ofrece, Cassandra? —eso es suficiente para que mis hombros se relajen por el tiempo adecuado para suspirar con irritación. Pongo los ojos en blanco y digo con molestia.

—No soy Cassandra. 

Quién asumo es el profesor, vuelve su cabeza hacia mí y se para para inspeccionarme. Se acerca unos pasos y su nariz se mueve mientras me olfatea. 

—Pues hueles muy parecido a ella. 

—Pero no soy ella. —mis palabras salen rasposas y la sangre comienza a hervir bajo mi piel.

—¿Y tú quién eres? —reprimo el impulso de golpearlo porque después de todo se ve como un gato callejero que ciertamente ha visto mejores días.

—Mi nombre es Denna. Ya nos habíamos conocido. 

—No es lo que te pregunté. —separo y cierro los labios varias veces sin saber qué contestar a eso. —¿Entonces? —arqueo las cejas confundida. —Has ignorado mis preguntas. 

Hago un poco de memoria y luego meneo la cabeza antes de responder. 

—Solo estoy esperando a alguien. No estudio aquí.

—¿A quién esperas? —tenso la mandíbula. No veo el punto de que me haga tantas preguntas y no me agrada del todo. 

—A mi amigo. —intento no pensar en ese título. Clawald se acerca nuevamente y me huele una de las mangas del overol con extrema concentración. 

—¡Ah, el elfo! ¿Dónde está? No lo he visto en siglos... —baja las orejas y se queda ensimismado. También me quedo pensando si realmente no recordará que lo vio ayer y si debería decir algo al respecto. —Dile que aún guardo nuestros mensajes secretos. Bueno, no los tengo conmigo, están en el Acervo, pero los releeo de vez en cuando. 

Frunzo el ceño y vuelvo toda mi atención a él.

—¿Mensajes secretos?

—¡Claro! Algunos incluso mencionan cuando comenzó a sospechar que le gustabas. No le digas que te lo dije. —dice con tono travieso y suelta una extraño sonido entre una risa y un ronroneo. 

El corazón me sube a la garganta. ¿Qué está diciendo este tipo? Cuando Aiden mencionó que estaba chiflado no estaba exagerando. 

—Creo que me está confundiendo con alguien más... —una mezcla de nauseas y molestia comienza a derramarse en la boca de mi estómago solo por considerar la posibilidad de que esas cartas efectivamente hayan sido de Aiden mencionando a alguien más. Frente a mis ojos pasan todas las versiones del rostro de Mirah que he imaginado hasta ahora. 

Trazando sigilos | #CopaFenix2025Donde viven las historias. Descúbrelo ahora