XXVI // 𝘈𝘴𝘦𝘴𝘪𝘯𝘢𝘳

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Había pasado un mes en el que, todo fue extremadamente tranquilo para la pareja después de que Topo le amputara la mano a Roberto.

La pareja parecía ignorar el accidente, y desde esa última vez. Habían actuado como una pareja normal.

Ya no más golpes, patadas, encierros, nada. Simplemente, una relación común.

Eso parecía imposible, pero. Nada es imposible, ¿No?

Esa mañana, Roberto le entregó una carta a Topo.

«¿Querés salir esta noche?» Era el único texto que contenía la carta, que, solo se consideraba una carta porque tenía remitente y se la había entregado en un sobre.

— ¿Roberto hablás en serio? —dijo Topo sosteniendo la carta en la mano, observando a Roberto.

—Claro, yo nunca te miento.

Gustavo abrazó a su pareja. Este correspondió al gesto. Hace mucho no tenían una noche tranquila.

Quizás este sería el principio de una reconciliación de la pareja, ¿Verdad?

¿Verdad?

No. Eso sí que era imposible. Su relación, al igual que su salud física y mental, estaba arruinada.

Se habían hecho demasiado daño entre ellos, hasta que pudieran dejar todo eso en el pasado iban a pasar décadas.

Además, siempre tendrían algo que les recordaría su pasado. La ausente mano de Roberto.

Mencionarlo es gracioso, mientras no seas Roberto.

Era de noche. Los dos estaban camino al lugar que Roberto tenía planeado.

Era un restaurante, bastante elegante por dentro.

Los dos se sentaron en sus lugares, al lado de una ventana; esperaron a ser atendidos y mientras tanto. Hablaron, de manera normal.  

Después, los atendieron. Los dos comieron tranquilos. Siguieron hablando.

Todo hasta que Topo fue al baño. Ahí fue cuando Roberto abrió su mochila y sacó una bolsa, no muy grande. Pero que escondió dentro de su abrigo.

Y luego, siguió a Topo, hasta el baño.

El baño era de esos en los que, teóricamente. Solo debía entrar una persona a la vez. Topo entró, cerró la puerta e hizo lo suyo.

Roberto lo esperó fuera.

Cuando Topo iba a salir, Roberto lo empujó dentro.

Cerró la puerta y sacó la bolsa. La dejó arriba del lavabo, mientras tanto, Topo se levantaba del suelo. Mirando extrañado a Roberto.

— ¿A... Amor? —preguntó el menor — ¿Qué hacés? ¿Pasó algo? —agregó.

Roberto sonrió, empujó a Topo contra una pared y empezó a besarlo. A la fuerza, era atractivo. Por algo le gustaba.

—Dios, te amo tanto. Tu cuerpo es tan frágil que si fueras más pequeño te podría romper de una pisada —dijo Roberto en medio de un respiro.

Casi de inmediato volvió a besar el cuello del menor. Él solo soltaba leves quejidos.

—Cállate, te van a escuchar.

— ¿Por qué hacés esto? ¿No habíamos quedado bien? —preguntó el guitarrista.

— ¡JA! —rió el mayor irónicamente — ¿Pensás que estamos bien después de que me hayas cortado la mano?

— ¡Yo no fuí!

—Claro, y yo soy vicepresidente de Perú.

—Bueno... Ya, pero tú me has hecho cosas peores, y si no fueron peores... Al menos lo hiciste más veces que las veces en las que yo te he hecho daño a tí.

—Eres tan irritante, ¿Por qué no te callas para siempre?

—El irritante eres tú...

— ¿En serio? No me importa —dijo Roberto.

Topo rodó los ojos, intentó apartar a Roberto pero este se resistía.

—Estamos tan mal... ¿Por qué no nos separamos? —cuestionó el menor.

—Porque ambos somos... Unos enfermos —respondió el vocalista.

—No... Yo no estoy enfermo.

— ¿En serio? No parece —le proporcionó un beso en la mejilla a su pareja —. Gustavo, ambos sabemos que en el fondo disfrutas esto por más que entre en la categoría de acoso sexual.

— ¡No!

Roberto soltó a Topo y sacó lo que había dentro de la bolsa.

— ¿Esto te suena familiar? —preguntó Roberto dejando ver el mismo cuchillo de carnicero con el que Topo le había cortado la mano.

Topo se quedó helado.

—Espero que los de la carnicería se coman la mentira de que tu carne es de cerdo...

— ¿Q... Qué? —el menor se acercó a la puerta.

Sus manos temblaban, los nervios empezaban a comerlo por dentro.

Iba a abrir la puerta, pero. Roberto lo agarró por la espalda, lo hizo retroceder un par de pasos y puso su brazo izquierdo sobre la boca de Topo.

Con la otra agarraba el cuchillo.

Empuñó el cuchillo, y en un abrir y cerrar de ojos.

Roberto clavó el cuchillo en el cuello de Topo.

El grito de este fue ahogado por el brazo de Roberto. Cayó al piso, su cuello sangraba.

—Ya, ya... Todo es por amor, no seas tan maricon Topo —dijo Roberto y acarició la cabeza de Topo.

Dejó el cuerpo de Topo en el baño, fue con una de las empleadas del restaurante y la llevó al baño. Apuntó el cuerpo de Topo.

—Yo lo maté —confesó Roberto —. Llamen a la policía —agregó.

La empleada se alejó de Roberto.

Los dueños llamaron a la policía.

La policía se llevó a Roberto.

Una semana después hicieron un juicio, obviamente arrestaron a Roberto.

Nada que una fianza no pueda solucionar.

Quizás saco un final alternativo, pero este es el final canónico

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Quizás saco un final alternativo, pero este es el final canónico. Así que sí, Topo murió.

No voy a decir nada más.

Adiós maricones, cuídense. Los quiero, muak.

































































Total de palabras: 865.

𝘊𝘰𝘳𝘢𝘻𝘰́𝘯 𝘔𝘢𝘳𝘪𝘤𝘰́𝘯 ♡ Violentometro // Titopo(n't)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora