Veintiuno - Las medias noches

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Ojalá Taehyung hubiera revisado por la cámara principal entes de abrir la puerta, tal vez así no se hubiese encontrado con la mirada asesina de su mejor amigo que esperaba impaciente detrás de la puerta y con la intención de cometer un asesinato, el suyo.

Se quito los audífonos que no lo dejaban escuchar, la música se detiene, deja caer la cuerda de su pequeño perro que mueve su rabo feliz de ver a aquel chico, mientras Taehyung agacha la mirada, lo había evitado tanto que no sabía que decirle, ni como justificarse.

—Bien Kim Taehyung — lo llama por su nombre completo, con voz seria y tres tonos más graves de lo normal—. Tienes cinco minutos para decirme porque has ignorado mis mensajes y llamadas, el tiempo corre a partir de ahora.

—¿Qué ha...?

—Eh... — lo detuvo levantando un dedo, indicando que se callara—. Yo hago aquí las preguntas, respeta a tus mayores, pensé que alguien te había secuestrado, estaba entrando en pánico, incluso creí que tus hermanos te habían desaparecido por la herencia, ¿Dónde te has metido?

No logra responder, porque él lo hace a un lado mientras carga al pequeño Yeontan y entra a su departamento, no sabe qué hacer, su mente está a mil por hora, pero sin ninguna idea, lo mira desde lejos, no quiere acercarse demasiado.

—¿Qué haces aquí Jimin?

Pregunta por fin, ganándose la mirada del otro que lo recorre desde su lugar y ni siquiera puede verlo, porque mantiene la vista en el suelo.

—No me ves en días y es lo primero que dices, ¿Por qué no respondes mis llamadas?, hasta Yeontan se alegra de verme y es solo tu perro.

Su cuerpo se tensa.

Yeontan está feliz, incluso cuando lo deja en su pequeño corral porque claro, no tiene de que preocuparse.

—He estado ocupado, cosas de la empresa y de ... la universidad — se muerde el labio y ve como el otro comienza a sacar recipientes con comida, aunque parece tonto hace la pregunta —. ¿Vienes solo?

Se pone nervioso, tanto que parece una eternidad el tiempo que tarda en responder, se detiene un segundo para girarse a verlo.

—Sí, ¿Por qué no lo estaría? —. Siente un nudo en el estómago cuando lo escucha—. Es noche de amigos, solos, sin nadie, ¿lo recuerdas?

Eso lo tranquiliza un poco, camina con pasos lentos y temerosos, aunque fuera su departamento, siente como si debiera de pedir permiso para hacerlo, sobre todo cuando se sentó en la silla que estaba enfrente de Jimin.

—Son mandus tus favoritos, vine porque tengo mucho que contarte.

Esas palabras hacen que un escalofrió le recorra el cuerpo entero, asiente con miedo, mientras las preguntas se acumulan en su mente, tantas que no lo dejan pensar con claridad, ¿él sabía?, Jimin no era bueno fingiendo, si el sabia todo lo que había pasado, no habría comprado su comida favorita, en su restaurante favorito, mucho menos habría esperado más de dos minutos afuera de su departamento, Jimin no era bueno esperando, pero si en las venganzas.

—¿Qué tanto estás pensando Tete?

No da una respuesta, solo niega de inmediato intentando quitarle importancia.

—Cosas — responde cortante antes de añadir—. Son cosas de la empresa, de mi padre, esto... y aquello...

Balbucea mientras prueba un mandu, es de carne, debería ser delicioso, pero sabe a culpa.

No logra ocultar sus emociones, tampoco puede mirarlo a los ojos, mucho menos romper ese silencio, tiene miedo.

—Te ves cansado —le dice el otro—. Tampoco te has peleado por quien va a tomar los mandu de kimchi.

Un amor para San Valentín | TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora