🥀Capítulo 9: El deseo de no ser olvidado.

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"Asfixia este amor hasta que las venas empiecen a temblar.

Un último aliento hasta que las lágrimas comiencen a marchitarse.

Como un río, como un río, cierra la boca y úsame como un río".

—Bishop Briggs, River

El líquido viscoso baja por la garganta del profesor, inundando su boca con un sabor amargo. En lugar de ser una sensación estimulante, solo le genera una urgente necesidad de liberarse del ahogo. Sus orejas se tiñen de un suave rojo y las lágrimas no dejan de caer, mientras Gio sigue dejando caer las últimas gotas en esa cavidad húmeda.

Al finalizar solo lo suelta y Octavio pierde un poco el equilibrio.

El cuerpo se inclina ligeramente hacia adelante, como si tratara de expulsar el fluido no deseado en su estómago. Luego de toser varias veces, recupera el oxígeno. Con el antebrazo se limpia la boca, que aún conserva la esencia del otro. Su mirada, cargada de un profundo odio, se mantiene fija, pero no dice nada.

El hombre extiende la mano para ayudarlo a levantarse, acercarlo hacia él o vaya a saber qué quiere hacer.

Indignado por lo que acaba de pasar, el profesor abofetea la mano que queda suspendida en el aire y se pone de pie por sí mismo.

Gio solo sonríe y hace un gesto con la mano, como diciendo: de acuerdo.

Sin embargo, Octavio es tomado con una imperiosa fuerza y la espalda golpea el suave colchón.

No se puede decir que la mirada del profesor es cien por ciento fría, está cubierta con los sentimientos de odio y desprecio. Un color nuevo se revela ante los ojos del más joven, cómo en el primer momento que unieron sus cuerpos; similares.

En el análisis de Gio es un resultado positivo, la indiferencia solo logra el olvido, por ahora, entraría en los pensamientos del profesor. El sentimiento de odio es como el cáncer, se ramifica consumiendo todo. Al hombre ya no le importa el medio, prefiere devorar la mente de forma lenta pero eficaz. Quizás de esta forma peculiar, no entraría en la categoría de: persona fácil de olvidar.

Deslizándose sobre su cuerpo, presiona los hombros y se funde en un beso acalorado. Los labios, hinchados y rojizos, arden de deseo. Mientras los muerde y lame con ansias, la temperatura entre ambos se intensifica. Los ojos de Gio se humedecen, al tiempo que la excitación crece en su entrepierna. Jadeante, baja un poco y su cálido aliento roza el cuello de Octavio, mientras el momento olvidado regresa, dejando un sabor agrio.

—Le recomiendo que no se acerque a nadie en este lugar —dice, rozando la yema de los dedos por el borde de la cinta—. Créame, soy el único en quien puede confiar.

Augh~

Vendaje y cinta fueron arrancados de un solo tirón.

La punta de la lengua recorre nuevamente la marca que aún no cicatriza. La piel del profesor se eriza; la zona, sensible, le provoca un cosquilleo en el cuerpo.

El hombre acaricia con el pulgar la manzana de Adán que rueda mientras lame la herida con suavidad. La mano libre se escabulle bajo la remera y toca la cintura que ha perdido algo de peso. Sube por la silueta rozando con los dedos la zona alta del pecho. Se detiene un momento; acaricia la punta del pezón, lo rodea, junta el pulgar y el índice haciéndolo rodar entre los dedos. Primero suave, luego más fuerte, sin dejar de besar los labios y el cuello.

Octavio intenta mantener la cabeza fría formando una barrera. En este momento está en plena conciencia de lo que sucede. No va a volver a perder el control, aquella ocasión fue excepcional. Una que no se debe repetir, no le dará ese gusto, ni hará caso a las palabras cargadas de incoherencias sobre sus deseos personales.

S.E.L "Unión en la Oscuridad" / En corrección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora