🥀Capítulo 12: Todo en esta vida se paga. (Parte 1)

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Sumergida en densa espuma, así reposa la conciencia de Octavio. Siente una respiración cálida, como si alguien estuviera a centímetros de sus labios. El aliento es entrecortado y húmedo, tan húmedo como la caricia que roza la protuberancia de su pecho.

Los dedos del joven se deslizan suavemente sobre la piel. La sensación de alivio se expande y el frescor calmante lo invita a entregarse al placer del contacto.

Los primeros destellos de lucidez aparecen en la mente del profesor, como pequeñas burbujas que estallan y se desvanecen. La impresión de una mirada afilada sobre su rostro lo abruma incómodamente. Parpadea tres veces y deja escapar un leve sonido de queja entre sus labios tensos.

Octavio intenta enfocar con su único ojo disponible. Aunque no es ciego, su miopía y astigmatismo son severos y lamentablemente, todo lo que percibe son contornos difusos.

Después de varios intercambios con Gio, al menos sabe que la persona encima suyo no es él, lo que le da un cierto alivio en la parte inferior de su cuerpo. Sin embargo, la situación sigue siendo confusa.

Tras lo ocurrido en el ascensor, está convencido de que todos en este lugar están dementes.

Por diversas razones, después de la muerte de su madre y quedar a cargo de una tía mayor, se volvió reticente al contacto físico. Si puede evitarlo, lo hará. Y es que, tras ciertas experiencias, la mente de un adolescente puede cambiar y comprender realidades del mundo que una madre afectuosa suele intentar ocultar.

Eso no llevó al profesor a despreciar a la humanidad; simplemente evitaba el contacto excesivo. Si puede mantener altas las barreras de la precaución para prevenir cualquier adversidad, sin duda lo hará.

La respiración demasiado cerca y el tacto invasivo le resultan incómodos. No recuerda el nombre de la persona que se encuentra a esa corta distancia, pero en todo el tiempo que lleva en este lugar, al menos es el único que lo trata como a un ser humano. Prefiere pecar de bueno y pensar en positivo, así que decide preguntar con calma.

—¿Estás? ¿Qué estás haciendo?

Alan, perdido en la ambigüedad del movimiento de sus manos, traga saliva y aclara la voz.

—Disculpe, ¿lo desperté? Solo estoy aplicando un antiinflamatorio.

Al profesor le gustaría decir un par de cosas, pero se abstiene. Quizás las malas sensaciones son solo producto de este lugar horrible. Tal vez el joven solo es atento, una buena persona que ha caído en un mal sitio.

Suspira, murmura para sí mismo. Al terminar, adopta la expresión más serena que puede encontrar en este momento.

—Gracias, puedo hacerlo yo mismo.

—Oh, comprendo.

Para suerte de Alan, Octavio no puede notar el leve rubor en sus mejillas, ni darse cuenta de la situación dolorosa entre sus piernas.

El joven es alto, firme y jovial. Tiene el cabello corto, con reflejos claros que se mezclan con el negro azabache de su color natural. Su piel es blanquecina, pero más cálida que la de Octavio, resaltando sus recién adquiridos veinticinco años. Viste jeans ceñidos a sus largas piernas y una camiseta oscura, lo que lo convierte en un joven atractivo de pies a cabeza.

Él eleva el torso y después de observar al profesor por unos segundos, sonríe falsamente y se levanta.

—Solo quería ayudarlo, las heridas en su piel son bastante... intensas, con esto usted se sentirá más cómodo.

—Entiendo, pero puedo solo.

—Claro, yo le dejaré acá el antiinflamatorio, procure utilizarlo en cada zona afectada.

S.E.L "Unión en la Oscuridad" / En corrección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora