Gio no puede evitar sentirse molesto con la presencia de Alan. Desde el primer instante, algo en él despertó una profunda desconfianza que fue enraizándose con cada interacción.
Al principio, se mostró servicial, pero esa fachada pronto dio paso a un falso respeto cargado de nerviosismo. Sin embargo, con el transcurso de los días comenzó a desafiarlo con palabras llenas de dobles sentidos, lanzando provocaciones que encendían la furia de Gio. Con insinuaciones descaradas, Alan sugirió una relación cercana con Octavio, sembrando dudas y celos en su corazón. Ahora, esa ambigüedad lo enerva aún más, su actitud escurridiza e insolente imposible de decifrar.
Con la mirada oscurecida por la ira, lo agarra con fuerza. Sin piedad, estampa la cabeza del médico contra el mueble; el impacto resuena en la pequeña habitación. No obstante, esto no apaga la rabia que sigue ardiendo en su interior.
—Te lo advertí. Te dije que no te metieras en mi camino. Te di la oportunidad de ser cauteloso, pero preferiste ignorarme. Y mira dónde estamos ahora. ¿No vas a decir nada? ¡Qué raro…! Hoy parecías tener mucho para decir.
Alan, con la visión borrosa y el dolor palpitante en su cráneo, deja escapar una risa larga y seca.
—Cagón, atacándome por la espalda.
Gio levanta una ceja y una sonrisa irónica curva sus labios.
—Ah, perdón. Fue la emoción del momento. ¿Necesitas unos minutos? Puedo esperar tranquilamente.
El herido lo mira con desprecio.
—Ándate a la mierda.
—Bien. Te doy un minuto —responde al soltarlo y levantarse con una calma insultante. Se sacude la camisa, como si hubiera estado en contacto con algo sucio y luego lo observa con aires de superioridad—. Deberías hacer que alguien vea esa herida —añade, señalando su propia frente con un gesto casual—. Por acá hay un médico, aunque es mediocre. Si no querés que te quede una cicatriz, buscá a otro. El tipo ni siquiera sabe dar unos simples puntos.
Apoyado en el borde del mueble, Alan se reincorpora lentamente, su sonrisa torcida mezcla burla y un oscuro placer.
—¿En serio? Qué curioso... —su tono rebosa sarcasmo, como si el tema fuera un truco barato en un espectáculo—. El profesor considera a ese médico un verdadero experto. Lo ha atendido más veces de las que podés contar.
La sonrisa en los labios de Gio se borra de inmediato. Sus ojos se entrecierran, un mar de rabia y celos oscureciendo su expresión.
Sin embargo, el médico no le da ni un momento de respiro.
—¿Qué pasa? —pregunta, mientras se limpia la sangre que empieza a deslizarse por su frente—. No me digas que estás irritado por la atención especial que recibe... el profesor.
La palabra "atención" cae con la precisión de una cuchillada, desgarrando el corazón de Gio. Este no puede contenerse más; su voz baja y gélida corta el aire.
—Cerrá la boca.
—¿Por qué? ¿No viniste acá a buscarme para conversar? —se ríe, manteniendo los ojos fijos en el otro, desafiantes y cargados de malicia—. Pensé que ya lo sabías... el profesor y yo... tenemos nuestras pequeñas... consultas. Muy, muy íntimas…
Cada palabra es una gota de ácido, corroyendo la frágil paciencia del hombre. El efecto es inmediato: él se abalanza hacia el médico, sin embargo, Alan anticipa el ataque y contraataca con un golpe directo al rostro, pero Gio lo esquiva y descarga un puñetazo en su abdomen.
El aire se escapa de los pulmones de Alan en un jadeo estrangulado y su cuerpo colapsa contra el mueble una vez más. El dolor se propaga por su torso, con cada respiración convirtiéndose en agonía.
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S.E.L "Unión en la Oscuridad" / En corrección.
RomanceMás allá de la captura. La conexión inesperada entre el captor y el cautivo. El vínculo prohibido, que desdibuja los límites de la racionalidad.