Capítulo 2

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A veces actúo sin pensar

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A veces actúo sin pensar. Bueno, a veces no, la mayoría. Y esta es una de ellas.

Antes de sopesar si es buena idea o no, abro de golpe la puerta y me enfrento al intruso, mientras agito la escoba con ambas manos.

—No sé quién eres, pero aquí no hay nada de valor que robar. Lo único que tengo son un puñado de mangas shojo y mi colección de Funkos.

Me doy cuenta de que eso seguramente no disuada a ningún ladrón, pero tenía que intentarlo.

La habitación está en penumbra y antes de que pueda reaccionar una sombra se acerca amenazante y me quita la escoba con toda la facilidad del mundo. Vaya éxito mi intento de defensa. La tira a un lado y cuando hago el amago de huir, me sujeta del brazo para mantenerme cerca.

—¿De verdad pensabas arrearme con eso? —me pregunta el extraño con un tono de voz que deja claro que el asunto le resulta divertido.

—¿En serio? ¿Entras en mi casa y lo que se te ocurre preguntar es eso? —estallo sorprendida—. ¡Pues claro que te iba a golpear con ella!

—¿Tu casa?

Parece decepcionado y no entiendo cómo el que sea mi casa puede decepcionar a alguien. Por otro lado, ¿por qué me importa lo que piense? Lo mismo se trata de un chalado...

—Sí, mi casa.

Y a ese chalado no se le ocurre nada mejor que acercarse un poco más a mí. Noto el calor que desprende su cuerpo y cuando vuelve a hablar descubro que es bastante más alto que yo, pues su voz me incita a mirar hacia arriba aunque apenas distinga el contorno de su figura.

—Vaya... es una pena. Me encantaban las vistas.

—Pues ahora son mías —suelto, cabreada por su actitud. ¿De qué va este tío?

—¿Y tú eres?

No me lo puedo creer.

—¿Me estás preguntando mi nombre cuando te has colado en mi casa y ni siquiera nos hemos visto la cara? Esto empieza a ser un poco chungo —digo intentando mantener la compostura, porque lo cierto es que su cercanía está haciendo que me tiemblen las rodillas.

—Es una forma de conocernos como cualquier otra —suelta así como si nada.

—Pues no pienso decírtelo.

En ese momento escucho la puerta de la entrada abrirse.

—¡Tali! ¡Ya hemos vuelto! Ven a echar una mano...

¡Mierda!

Él no me suelta, al contrario, se acerca hasta que nuestras narices se rozan y su aliento me golpea la cara. Aunque estamos a oscuras, sé que está sonriendo.

—Encantado Tali. Yo soy Alec.

Me suelta y sale veloz a la terraza. Cuando le sigo, ya no hay rastro de él y me pregunto cómo habrá podido escalar tan rápido por la ladera. Aunque algo me dice que no es la primera vez que lo hace...

Salgo de la habitación y me encuentro con mi madre que entra con varias bolsas. Me mira de pasada pero algo de mí le llama la atención, porque me mira por segunda vez.

—¿Te encuentras bien? Estás colorada...

Me tapo las mejillas con las manos y por primera vez me alegro de que no hubiera apenas luz en esa habitación...

—No es nada. Es solo que me he asustado, escuché un ruido y pensé que había alguien en la casa.

—¡Tú tan miedica como siempre, enana! —interviene mi hermano mientras me encasqueta un par de bolsas—. Lleva esto a la cocina que voy a por el resto.

Fisgo en las bolsas de camino a la cocina y las dejo sobre la encimera.

—¿Habéis comprado toda la tienda? Ni que fuera el apocalipsis.

—Luego ya sabes lo que pasa, empiezo con los turnos y no me acuerdo ni de ir a comprar.

Eso me ha sonado a obligación de madre.

—También nosotros podemos encargarnos. Ya somos mayorcitos —protesto.

Deja de guardar las cosas en la nevera y se acerca hasta mí.

—Lo sé cariño, pero no puedo permitir que os alimentéis a base de ganchitos y sabes que si fuera tu hermano a hacer la compra, con eso y coca cola, lo tendría todo hecho.

Ese humor. Ella no sabe cuánto me alegro de que poco a poco lo vaya recuperando.

—¿Qué? —pregunta al darse cuenta de que estoy pensando algo.

Niego con fuerza mientras sonrío.

—Nada. Es solo que... creo que el cambio nos va a venir bien.

Su expresión se ablanda y estira la mano hasta tocar mi mejilla.

—Me alegro de que pienses así. Esto será un caos durante unos días, hasta que nos acostumbremos... pero me anima saber que os tengo de mi lado.

Eso siempre.

—Toma, desastre andante—Leo me tiende mi móvil—. Te lo habías dejado en el asiento. Y bien, ¿qué vamos a cenar? Algo rapidito que estoy hambriento.

Mi hermano tiene un estómago sin fondo. Se podría pasar el día comiendo sin problemas.

—¿Os parece bien unas fajitas? Id mientras a hacer las camas, hoy hay que irse pronto a dormir que mañana nos espera un día largo.

Regreso a mi cuarto y saco las sábanas de una de mis cajas. Me afano en mi tarea y al acabar salgo de nuevo a la terraza. Deslizo la zapatilla por las baldosas y una pequeña nube de polvo se levanta. No hay duda de que esta casa lleva mucho tiempo sin nadie que la ocupe. Eso me hace pensar de nuevo en el intruso. Dijo "me encantaban las vistas". ¿A qué se refería? ¿Acaso tenía costumbre de entrar a hurtadillas para disfrutar del paisaje? Sacudo la cabeza para intentar alejar mi pensamiento de él. ¿Qué más me da? Ahora que sabe que la casa está ocupada, seguro que no se le ocurre colarse de nuevo.

Y por suerte, este pueblo es lo suficientemente grande como para que no volvamos a coincidir, ¿verdad?

Y por suerte, este pueblo es lo suficientemente grande como para que no volvamos a coincidir, ¿verdad?

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¡Vaya con el intruso! Tali estaba alucinada y no es para menos. Y ella que no le iba a decir su nombre... de poco le ha servido. ¡Se ha enterado igual!

Espero que Alec os despierte curiosidad aunque sea un poco. Como veis Tali piensa que no volverá a coincidir con él, sin embargo yo creo que está equivocada. ¿Qué pensáis?

En unos días publicaré nuevo capítulo. Os recomiendo guardar la historia en vuestra biblioteca o lista para que os lleguen las notificaciones de actualización. 

Espero que os esté gustando y os agradezco muchísimo los votos y comentarios. 

Por cierto, ¿alguien por aquí se ha apuntado al ONC? ¡Habladme de ello!

Pronto más. Besitossss

Una historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora