Capítulo 21

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Tuve que aguantar una descomunal bronca por parte de mi madre

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Tuve que aguantar una descomunal bronca por parte de mi madre. Para colmo, echó mano del discurso emocional para hacerme sentir mal y he de decir que jugó muy bien sus cartas.

Por suerte, recibí un mensaje de Alec pidiéndome que le diera su número de móvil a mi madre, para mayor tranquilidad. Así, si no conseguía contactar conmigo, podría llamarle por si, como en esta ocasión, estaba con él. Una vez más, Alec se ganó todas las alabanzas y yo era una hija desagradecida que daba disgustos a su querida madre.

Lo bueno, es que ella es de gatillo corto y explota enseguida, pero el enfado igual que viene, se va y para la cena ya había quedado todo olvidado.

Le cuento todo esto a Miriam mientras termina su turno en Cake & Milk y yo me tomo uno de sus famosos batidos.

—A mí me hubieran castigado una semana por lo menos —me informa—. Tienes suerte de que tu madre sea así.

—Para ella está siendo difícil decidir dónde tiene que poner el límite —reconozco—. No puede evitar preocuparse pero tampoco quiere pasarse de rosca.

—Totalmente lógico.

Lanza un vistazo al reloj de pared y se apresura a quitarse el delantal.

—¡Termine! Me cambio en un momento y vuelvo.

Dicho y hecho. Apenas cinco minutos después estamos ya de camino a la playa.

—Bueno ¿y tú? —la animo—. ¿Qué ocurrió el sábado? Dijiste "ya te contaré" y aún estoy esperando.

—¡Oh! El sábado... Pues fue un desastre la verdad. ¡Con lo bien que empezó! Creo que nos pasamos bebiendo.

Eso no hace falta que lo jure.

—¡Y tanto! —me río—. No creo que vuelva a emborracharme así nunca. ¿Y entonces? ¿Qué te pasó? Porque te perdí de vista cuando el tío ese del que no recuerdo el nombre me llevó a bailar.

—¿El baboso que dices que intentó besarte?

—El mismo.

Avanzamos por la arena y eso me trae a la memoria varios instantes en forma de flashes. Agito la cabeza para intentar espantar algunos de ellos y me centro en lo que Miriam me está contando.

—Me pasó que se me cruzó el cable —anuncia mientras se sienta derrotada en la arena—. Y me besé con una chica que conocía de vista.

Tomo asiento a su lado y la miro sin entender nada.

—¿Y dónde está el problema?

—Pues que en cuanto nuestros labios se separaron comencé a comerme el coco. De pronto me sentí como si hubiera engañado a Marta. Y sí, ya sé que ella ya no está aquí y que por mucho que la quiera he de seguir adelante, pero esa sensación de culpa me invadió por completo y comencé a encontrarme fatal, así que me marché corriendo a vomitar y dejé a la chica esa plantada.

Una historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora