Capítulo 11

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La reunión del grupo de duelo resulta tan horrible como imaginaba

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La reunión del grupo de duelo resulta tan horrible como imaginaba. Somos un grupo de quince personas y desde el primer momento queda claro que no tenemos nada en común más que lo que nos ha juntado para estas sesiones.

La persona que dinamiza el grupo me presenta, aunque lo único que sale de mi boca es un escueto "hola" y me paso el resto del tiempo escuchando a los pocos que se animan a hablar. Hay de todo, quienes rompen a llorar a la tercera palabra y quienes cuentan sus progresos. No sé si yo me encuentro en alguno de esos dos grupos ni cuánto tiempo tardaré en averiguar cuál es mi lugar.

Cuando acabamos, me acerco a la máquina de café, desesperada por beber algo que me espabile un poco.

—Ni se te ocurra. Es veneno puro.

Mi mano se queda a medio camino pues la advertencia ha sonado muy auténtica. Me giro y veo a la única chica joven que hay en el grupo. Al igual que yo, ha permanecido toda la reunión en silencio, por eso me sorprende que se haya acercado.

—Gracias por avisar. Aun así estoy pensando si arriesgarme, necesito cafeína...

La chica esboza una media sonrisa torcida y siento como si conectara con ella.

—Sé de un sitio donde puedes tomar un café mucho mejor. Si quieres te lo enseño. —Al momento parece arrepentirse—. Bueno, igual ya lo conoces. No sé qué digo. ¿Por qué querrías ir a tomar un café con una desconocida? Olvida lo que he dicho.

Me río, pues con toda esa palabrería me recuerda a mí.

—Me apetece ese café. Y no creo que conozca el sitio, soy nueva aquí. Además, ya no te considero una desconocida después de haber compartido hora y media de tortura.

Durante un segundo parece sorprendida y luego suelta una suave risa a la vez que me tiende la mano.

—Soy Miriam.

—Encantada. ¿Vamos?

Salimos del local con prisa y parece que ella tiene las mismas ganas que yo de poner distancia.

—¿Siempre son así las reuniones? —pregunto con curiosidad —. No acabo de entender el sentido de hablar delante de toda esa gente.

—Siempre son así —refuta—. Elia cree que muchas veces no es lo que contemos, sino que escuchemos. No sé, yo llevo seis meses y de momento lo único que he hecho es saludar.

Genial. Suena muy alentador.

—Dudo que tenga la paciencia necesaria para aguantar tanto tiempo...

—La próxima vez tómate el café antes de venir. Te será más fácil aguantar el tipo. Así que nueva ¿eh?

—Mi madre consiguió plaza en el hospital como enfermera, nos hemos mudado hace nada.

—Entonces, ¿no conoces a nadie aquí?

Una historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora