Capítulo 19

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Alba nos mira con curiosidad y una enorme sonrisa dibujada en su cara

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Alba nos mira con curiosidad y una enorme sonrisa dibujada en su cara.

—No sé si debería enviaros una carabina...

—Deja de decir tonterías —le recrimina Alec mientras toma la bolsa que lleva.

—Os he traído también un par de refrescos. Si quieres algo más, tendrás que bajar tú a por ello. No pienso hacer de criada todo el día. Bajas y te enfrentas a la jauría de lobas hambrientas que están ahí abajo deseando hincarte el diente.

Sin querer, se me escapa una carcajada. Alec me lanza una mirada asesina pero su hermana se asoma por encima de su hombro y me guiña un ojo.

—Mira por dónde, creo que a Tali le gustaría ver el espectáculo.

—Estamos bien aquí, gracias —zanja.

—¡Y tan bien! Os dejo. Sed buenos.

Cierra la puerta tras ella y Alec se gira un tanto descolocado.

—No le hagas caso. Esas novelas románticas que lee le están sorbiendo los sesos. Sería mejor que eligiera algo de Sanderson.

Típico comentario.

—Oye, las historias románticas no tienen nada de malo, solo si te las crees —aclaro—. Pero son divertidas para pasar el rato.

—Ah, sí. Me olvidaba de que te gusta el shojo y las series coreanas.

—Pues sí. Esas historias son tan edulcoradas que es imposible tomarlas en serio. No te preocupes, no me haré ilusiones pensando que un romance así es posible. Y tu hermana tampoco. Que no te quite el sueño.

—Vamos a comer antes de que se enfríe —zanja.

Miro alrededor y decido sentarme en el suelo, usando la cama de respaldo. Al parecer Alec aprueba mi decisión y se sienta a mi lado. Saca de la bolsa varios envases de comida china y los distribuye frente a nosotros.

—Vaya, ¡todo un banquete! —exclamo al ver la buena pinta que tiene todo.

—Espero que mi hermana haya acertado. A mí me tiene ya calado.

Me pasa un par de palillos y pillo una bolita de arroz. Los ojos se me cierran de puro placer cuando comienzo a masticar.

—¡Um! Recuérdame que luego le dé las gracias. Esto está buenísimo. —Abro los ojos y descubro que está sonriendo—. Me alegro de que estés de mejor humor.

Toma una de las cajas y comienza a comer tallarines.

—¿A qué te refieres?

—No sé. Cuando he llegado parecías molesto. No sabía si era porque venía a incordiarte o había algún otro motivo.

Me ofrece esa caja y yo le paso la que tengo en las manos. Como si fuéramos amigos de toda la vida y hubiéramos hecho esto cientos de veces.

—No era por ti.

Una historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora