Capítulo 10

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—Nunca le digo que no a una invitación así

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—Nunca le digo que no a una invitación así.

Y ahí está, de nuevo esa sonrisa.

—Ni siquiera has preguntado de qué es, igual no te gusta —aclaro, pensando que quizás mi proposición ha sido un poco precipitada.

—Te voy a decir una cosa sobre mí. No le hago ascos a ninguna comida. Ninguna.

No me lo creo.

—Venga... algo habrá que no te guste.

—No.

—Eso es imposible. No sé, ¿alguna verdura? ¿Brócoli? ¿Coles de Bruselas?

Niega con rotundidad y decido no insistir, seguro que en algún momento descubro algo que le desagrade. Cojo mi última porción sin comer y le hago un gesto para que me acompañe a la cocina. Mientras busco un plato para servirle un par de raciones él se acerca al ventanal. Apenas hay encendidos un par de pequeños apliques en toda la estancia, por lo que se ve con total nitidez el exterior.

Me acerco a Alec y distingo en su mirada algo parecido a la añoranza. ¿Tanto significa este lugar para él?

—Pues sí que te gustan estas vistas.

—Desde ningún lugar de la colina hay una panorámica tan despejada. Este lugar es único.

—Algo me dice que visitabas esta casa a menudo —adivino.

—Empecé cuando murió mi madre. Cada vez que notaba que me faltaba el aire, me sentaba aquí y no sé... al final se convirtió en mi refugio. Por eso he seguido viniendo.

No imaginé que mi actual casa fuera su "lugar seguro".

—Entonces te vendrá de perlas ser mi acompañante porque será la excusa perfecta para que puedas seguir disfrutando de las vistas.

Nos acercamos a la isla de la cocina y le tiendo su plato.

—¿Tu madre sabe lo que te ha planteado Elia?

—Sí, claro.

—¿Y le parece bien que pases tiempo conmigo? Al fin y al cabo soy un completo extraño.

—A mi madre lo único que no le parece bien es que no puedas ser su yerno.

Me doy cuenta de lo que he dicho justo al acabar la frase. Alec se atraganta con la pizza y yo me apresuro a servirle un vaso de agua. ¿Seré bocazas? ¿Cómo se me ocurre decirle eso tan alegremente? Tali, ponte un filtro.

—Vaya —dice después de beberse el vaso de un trago—, eso sí que no me lo esperaba.

—Tampoco te lo tomes muy en serio. Mi madre siempre anda buscándome novio y ya le gustaste en el restaurante... —Me doy cuenta de que no lo estoy arreglando—. Aunque lo cierto es que le gusta todo el mundo para mí, no pone el listón muy alto.

Una historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora