Capítulo 22

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Camino con una torre de libros que sobrepasa mi cabeza, mientras rezo para no chocar con algún cliente despistado. "Esto no ha sido buena idea" me recrimino a mí misma concentrada en avanzar por el pasillo sin crear una catástrofe.

—Espera, te ayudo.

La mitad de la montonera desaparece y siento un enorme alivio al dejar de notar su peso sobre mis brazos. Frente a mí, Iván me dedica una enorme sonrisa y se apresura a llevar los libros a la mesa de novedades que hay junto a la entrada.

—Gracias.

Poso mi montón en un lado y comienzo a colocarlos.

—No pasa nada porque hagas dos viajes. Mejor eso que acabar chocando con algo ¡o alguien!

—Lo sé, no me di cuenta de lo kamikaze de mi idea hasta que ya me había puesto en marcha —justifico.

Le observo de reojo mientras continuamos con la tarea. Iván tiene más o menos mi edad y es tan educado que me parece antinatural. Por lo que me dijo Olga, lleva un año en la librería y aunque cada uno vaya a trabajar en un turno, hoy está encargado de explicarme el trabajo.

—Tienes que estar atenta a esta mesa porque es la que más veces hay que reponer. Aun así, recuerda mirar todos los días el stock por si hay que hacer algún pedido. Si ves que nos quedamos sin algún libro, lo apuntas y al final de la jornada se lo comentas a Olga. O a mí, si coincidimos en el cambio de turno.

—De acuerdo.

Me pregunto si hubiera sido buena idea tomar apuntes. Me ha explicado un millón de cosas y creo que no seré capaz de acordarme de todo.

—Ey, no te preocupes. No tienes que controlarlo todo en un día. Olga suele estar la mayoría de las veces y si coincide que estás sola y te ves en un apuro, solo tienes que llamarme.

Y yo que pensaba que estaba ocultando bien mi preocupación.

—Gracias Iván. Seguro que no te apetece nada estar con mil explicaciones...

—Al contrario. Se agradece tener compañía aunque solo sea un par de días.

Lo dice sin mirarme, concentrado en su tarea y yo no puedo evitar sonreir. De todos los compañeros de trabajo que me podían tocar, he tenido la suerte de toparme con él.

Se acerca a atender a una clienta que le ha hecho un gesto con la mano y yo termino de colocar los libros. Intento no fijarme demasiado pues ya he visto un par que me han llamado la atención y corro el riesgo de gastar mi sueldo antes de ganarlo.

La última hora se me pasa en un suspiro. Se nota que es sábado y la librería está en la zona más transitada del paseo. He podido ponerme a prueba ya que varios clientes necesitaron ayuda para localizar el libro que buscaban e incluso una chica de mi edad me pidió ayuda para elegir un libro que poder regalar a su mejor amiga. Cuando cerramos, Iván me explica cómo hacer el cierre de caja y al acabar, se me escapa un suspiro de alivio.

Una historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora