Capítulo 17

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Enciendo y apago varias veces la pantalla del móvil mientras intento decidirme

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Enciendo y apago varias veces la pantalla del móvil mientras intento decidirme. No sé nada de Alec desde el sábado. Bueno, miento, recibí un mensaje el domingo en el que me preguntaba qué tal estaba, pero la conversación se quedó en apenas un par de mensajes. Y desde entonces...

Me tiro sobre la cama y protesto contra la almohada. No hay nadie en casa, Miriam trabaja por la mañana y yo estoy que me subo por las paredes. Mi mente no para, hay veces que se acelera en exceso y entro en una especie de bucle del que no sé salir. Miro de nuevo el móvil y la pregunta sigue ahí, flotando en el aire: ¿le envío un mensaje? Asì mato dos pájaros de un tiro, sabré si le pasa algo o simplemente es casualidad que no hayamos hablado y por otro lado, pasar un rato con él hará que mi cabeza deje de trabajar en exceso.

Decidida, me siento y antes de que una vocecita dentro de mi cabeza me diga que no, escribo:

"¿Puedo pasarme por tu casa?".

Al momento me arrepiento. ¿Por qué le he puesto ir a su casa? Podría haber dicho ir a dar una vuelta o algo... Pulso el mensaje con intención de borrarlo pero con horror veo que ya está escribiendo.

—¡Maldita sea! ¿Por qué contestas tan rápido?

"Te mando la ubicación, pero no tiene pérdida. Sigue la carretera hasta el final de la colina. Es una casa de ladrillo rojizo. La primera que verás a la izquierda".

Al momento me llega el enlace al maps. Echo un vistazo y es verdad, no tiene pérdida. Y ahora yo no tengo excusa para no ir. Sin estar muy convencida de que haya sido buena idea, busco unas zapatillas y tras coger las llaves, salgo de casa.

El calor me da una bofetada que me hace querer regresar al interior, pero ya no tengo opción, así que refunfuñando me dirijo a la carretera y comienzo el ascenso.

Por el camino pienso varias cosas. Uno, tengo que ser menos impulsiva. Dos, he de fijarme más en qué ropa llevo cuando salgo de casa. Una vez más voy con una camiseta raída y unos pantalones cortos de chándal del armario de Leo. Tres, antes de llegar a su puerta necesito tener una excusa para que no parezca que estaba desesperada por verle.

La casa, tal y como ha dicho no tiene pérdida y después de atravesar un cuidado jardín, me detengo en el porche y aliso un poco mi ropa con las manos, como si eso sirviera de algo. Nota mental: no sirve de nada.

Toco el timbre y espero. Aunque dentro reina el silencio, no tardo en oír pasos que se acercan a la puerta. Al otro lado, aparece un Alec más serio de lo habitual.

—Hola, pasa.

Aunque es amable, algo en su actitud me tiene mosca.

—Lo siento. Quizás no debería haber venido...

—No digas tonterías. ¿Quieres tomar algo? Pareces acalorada.

Acepto, mientras le sigo a la cocina.

Una historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora