Capítulo 14

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—¿Estás bien?

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—¿Estás bien?

Abro los ojos e intento enfocar la figura borrosa que se cierne sobre mí. Estoy tirada sobre la arena y un molesto pinchazo me taladra el cráneo.

—¿Alec? ¿Qué haces tú aquí?

Mi boca está pastosa y sé que he tardado una eternidad en formular la pregunta, como si mi cerebro fuera a ralentí.

—Tú me has llamado. ¿Ya no lo recuerdas? La próxima vez intenta no desmayarte antes de darme todas las indicaciones. Llevo un buen rato dando vueltas, tratando de encontrarte.

Está de mal humor. Eso lo tengo claro.

Tira de mí para hacer que me incorpore, sin embargo yo hago más fuerza que él y cae a mi lado.

—Espera un poco —le ruego—. Estoy demasiado mareada para levantarme... solo necesito un momento.

—De acuerdo —cede.

Apoyo la cabeza en sus piernas y le miro. Está guapo incluso enfadado.

—Eres un sol por haber venido a buscarme.

—Para eso soy tu acompañante.

—Ya, sí, claro.

—¿Cuánto has bebido? —pregunta con un deje de reproche en su voz que me recuerda a Leo.

"¿Cuánto he bebido?" me pregunto a mí misma. Ni siquiera lo sé. Perdí la cuenta cuando llevaba unos cuantos chupitos.

—Demasiado, teniendo en cuenta que no había bebido nunca alcohol. —Se me escapa una risa floja—. Realmente se ha convertido en una primera fiesta de la playa memorable.

—Deberías haber tenido más cuidado.

—Lo sé, pero apareció una conocida de Miriam y nos llevó con su grupo. Nos invitaron a un par de cervezas... y hasta ahí todo bien. Hasta que comenzaron con la ronda de chupitos. ¿Sabes? ¡Es muy difícil seguir el ritmo a esta gente!

—Quizás deberías haberlo dejado en las dos primeras cervezas.

Esa frase me recuerda a mi madre y los remordimientos me hacen sentir fatal. Si ella me viera ahora, estaría muy decepcionada. Pensar en eso, hace que me siente de golpe.

—He sido una idiota.

Alec me sonríe por primera vez desde que ha llegado.

—Todos hemos sido idiotas alguna vez, no te preocupes. —Se pone en pie y me tiende la mano—. Vamos, nos llevará un rato llegar hasta tu casa y estoy seguro de que la borrachera se te espabilará por el camino.

Me dejo ayudar, aunque en cuanto me incorporo, suelto su mano. Mejor que haya el mínimo contacto físico o tendré tentaciones de hacer algo que no debo. La cabeza me da vueltas y no puedo evitar cerrar los ojos para ver si así deja todo de girar. Cuando siento que mi centro de gravedad ha vuelto a su lugar, me acuerdo de mi amiga.

—¡Miriam! —Busco el móvil y veo un par de llamadas perdidas—. La he perdido hace un rato. Seguro que está preocupada.

Alec espera pacientemente a que hable con ella y por suerte, todo está en orden. Miriam también se queda más tranquila sabiendo que él me acompañará y en dos minutos de conversación, me pide varias veces perdón por haber sido un desastre de compañía.

—¿Todo bien?

—¡Perfecto! Estaba un poco agobiada pensando que igual me había pasado algo, pero es que aquí hay tanta gente que es fácil perderse —me excuso.

—¿Vamos entonces?

Si andar por la arena es difícil, hacerlo con unas copas de más, es imposible. En los pocos metros que hay hasta el paseo, me tropiezo varias veces y eso me recuerda lo que decía Miriam de que una fiesta en la playa era como cualquier otra fiesta pero con el engorro de la arena. Después de trastabillar varias veces, por fin piso suelo firme y mi poca estabilidad, lo agradece. Aún hay gente en el paseo y miro la hora con curiosidad: las dos y media de la madrugada. Entonces me surge una pregunta.

—Oye Alec. ¿Te he interrumpido? Quiero decir, ¿tenías planes? No me he parado a pensar en si estarías haciendo algo por ahí con tus amigos o con alguna chica...

—No te preocupes, estaba en casa. No suelo salir mucho que digamos.

Acelero para intentar pillar su paso y analizo su rostro con curiosidad.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué no sueles salir?

Alec se encoge de hombros y aunque apenas le conozco, sé que no está de humor para hablar de sí mismo.

—Tú lo dijiste el otro día, todos los que pasamos un duelo tendemos a aislarnos, ¿no?

Decido no insistir, al fin y al cabo, está en su derecho y no seré yo la que le diga que está desperdiciando su tiempo o que debería salir más. Con toda seguridad, Alec emplea su tiempo mejor que yo y no hay una necesidad intrínseca entre ser adolescente y salir los sábados por la noche. No al menos que yo sepa.

El aire fresco me espabila y mis mejillas por fin dejan de arder. Caminamos en silencio gran parte del camino y según me voy espabilando, retazos de la noche, vuelven a mi mente con mayor claridad. Miriam y yo bailando, bebiendo con sus amigos...

De pronto recuerdo con nitidez haber estado bailando con uno de los chicos que me presentó y rememoro cómo enroscó sus brazos alrededor de mi cintura y acercó sus labios a los míos con intención de...

Me detengo de golpe y me doblo por la mitad mientras intento reprimir una arcada. 

¿Alguien había apostado porque la noche acabaría así? Seguro que sí, jajaja

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¿Alguien había apostado porque la noche acabaría así? Seguro que sí, jajaja

¡Hola a todos y todas! ¿Qué tal estáis? 

Como era de esperar, a Tali se le ha ido la fiesta de las manos. Como debe ser, si no, no estaría cumpliendo con los clichés de la adolescencia. Y por supuesto, ¿a quién iba a llamar estando borracha? ¡A Alec! Me imagino al pobre, dando vueltas por la playa intentando encontrarla y esperando lo peor...

Por cierto, ¿creéis que Tali vomitará o no? Sobre esto también acepto apuestas. Y lo sabréis en el próximo capítulo. Además ella y Alec tendrán una conversación que ¡ay! mi corazoncito... ¡No digo más! 

Dejadme votos y comentarios, please. Charlad un ratito conmigo, venga...

Pronto subiré otro. ¡Besitosssss!

Una historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora